Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 48

Me encuentro sentada en la oficina hablando con Elena e intentado evitar a toda costa a Leonardo. Quiero hablar con él sobre nuestra pelea de ayer, pero aún no me he recuperado del escalofriante mensaje y no sé como se lo voy a decir.

—...y le dije que no porque, vamos, no podía irme así como así...—ella sigue hablando y hablando sobre sus padres mientras yo intento concentrarme en mi trabajo a la vez que intento escucharla, pero es difícil. Esta mujer no se calla ni debajo del agua.

—Pero yo quería irme, ¿sabes? Así que tuve que quedarme los dos días con ellos. Que no me quejo hombre...—ha habido un punto en el que he desconectado y asiento con la cabeza en señal de estar de acuerdo con ella.

—Señorita Leblanc, venga a mi despacho.—la voz de Leonardo nos sobresalta a la dos, tanto que Elena deja de hablar de golpe.

—Ahora mismo voy.—creo saber el por qué de la visita al despacho, pero aún así cojo unos cuantos papeles para hacer el 

—Que te vaya bien con don humos.—dice Elena cuando me levanto de la silla. Le dedico una sonrisa amable y entro al despacho.

Lo primero que puedo observar cuando estoy dentro es que Leonardo no se encuentra en su habitual butaca, sino que se encuentra en uno de los sofás al fondo de todo.

—Siéntate a mi lado, Angelique,—palmea los cojines de su lado y me quedo dudando.—Por favor.—suspira pesadamente y, lentamente le hago caso y me siento a su lado.

Carraspea disimuladamente y se yergue en el sitio.

—Lo siento, me comporté como un estúpido niñato de instituto con las hormonas revolucionadas y no pude controlarme.—me mira fijamente, lo noto. Y digo que lo noto porque yo no soy capaz de mirarle a los ojos, en vez de eso mantengo la vista fija en mis zapatos.—y también siento haber arruinado nuestra noche yo...estoy avergonzado de mi mismo.—después de eso se produce un corto silencio que es interrumpido por mi voz.

—No me gustó como te comportaste, no me gustan las peleas.—hace además por interrumpirme pero alzo la mano y se lo impido.—pero lo que me ha dolido más es que no confiaras en mí cuando te dije que no pasaba nada. Te abalanzaste igual.

—Lo sé y créeme que me estoy arrepintiendo cada vez desde que te vi llorar.—suspira pesadamente y se pasa las manos por la cara. Yo, en cambio, mantengo mis manos en el regazo y dirijo la mirada a su pelo despeinado.

—¿Y por que lo hiciste entonces?—mi voz es apenas un susurro.

—Porque tenia miedo de perderte.—quita las manos de su cara y me mira fijamente, yo solo ruedo los ojos.

Es la típica frase de libro que dicen todos para que les creas.

—Es cierto, Angelique.—me coge de las manos y sus ojos penetran los míos.—Desde Katia he sido muy desconfiado, y más con las mujeres.—frunzo el entrecejo pero él sigue hablando.—Sé que no es excusa para justificarme, no lo intento hacer. Pero un una vez desde hace mucho tiempo he encontrado a alguien en quien confiar y tengo miedo de perderlo. Por eso me arrepiento de mi comportamiento de anoche.

Su voz se ha ido apagando hasta acabar siendo un mero susurro y sus ojos han ido aumentando su intensidad, hasta que llego a sentirme mareada.

—Arrepentirse funciona cuando se comete un error,—empiezo a hablar despacio bajo la atenta mirada de Leonardo.—así que en la vida puedes cometer errores, pero nunca rompas la confianza en los demás, porqué perdonar puede ser fácil, pero olvidar y confiar de nuevo es lo más difícil.—le paso los dedos por la mejilla, acariciándole la barba incipiente.—Date la oportunidad de volver a confiar, Leonardo.

Justo cuando va a responder, alguien llama a la puerta, interrumpiéndonos. Inmediatamente me levanto y oigo a Leonardo solar una serie de palabrotas mientras se dirige a abrir la puerta.

—Señor Gobbi, necesito hablar...—la persona que acaba de entrar por la puerta es una mujer alta y pelirroja que debe ser pocos años mayor que yo.—Lo siento, no sabía que estarías reunido.—la aludida me mira con una leve sonrisa que, por algún motivo que desconozco, me da escalofríos.

—No te preocupes ya habíamos terminado.—interrumpo cogiendo los improvisados papeles.

—¿Segura? ¿Está todo?—la voz de Leonardo suena neutra, pero su intensa mirada dice otra cosa muy distinta. 

—Si, segura. Eso es todo.—no quiero seguir hablando de esto aquí y menos después de la intromisión de esta mujer que, por alguna razón, no puede dejar de mirarme de una forma peculiar que hace que se me pongan los pelos de punta.

—Al final del día quiero que me traigas los informes.—dado que ya le he dado todos los informes, sé que se trata del asunto que nos ha quedado pendiente, así que asiento levemente y me retiro lo más rápido que puedo.

***
Desde mi último encuentro con Leonardo en su despacho esta mañana no lo he vuelto a ver y no sabría decir si esto me alivia o me preocupa. Además, no le he podido hablar del mensaje de ayer y no quiero que se entere por sí solo, quiero demostrarle que sí puede confiar en mí.

—Y cuéntanos francesa, ¿que tal va con le patron?—«el jefe». Estemos sentados todos en la mesa de la cafetería hablando sobre temas sin importancia cuando Alex saca el tema. Que oportuno.




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