Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 49

Empiezo a preocuparme por Leonardo. Desde que le he contado acerca del mensaje y las fotografías que nos tomaron en la playa no se ha movido ni un milímetro ni ha hablado.  

—¿Leonardo?—chasqueo los dedos delante de su cara.

Parpadea repetidas veces volviendo a la realidad y me mira con estupefacción.

—Yo...no me esperaba esto la verdad...—se rasca la nuca aún en shock y no me quita la mirada de encima.—Quiero ver el mensaje.—tras una breve pausa su mirada cambia y ahora me mira con determinación y sin una pizca de humor.

—No sé si eso es muy buena idea.—lo último que quiero es que se ponga hecho una furia o que tenga otra carga más.

—¡Me da igual si es o no una buena idea! Lo quiero ver y punto.—exclama pegando un golpe a su diario.

Lentamente saco el móvil y le muestro el mensaje. Mi intención no es darle el teléfono pero prácticamente me lo arranca de las manos.
Veo cómo conforme va leyéndolo, tanto su mirada como su expresión van cambiando y pasan de la tensión a la furia contenida.

—Será hijo de puta...—se levanta y empieza a dar vueltas sin rumbo, incapaz de estarse quieto.—Alguien nos está observando...alguien sabe que estamos haciendo...nos tienen vigilados...—balbucea cosas sin sentido y se pasa la mano por el pelo, desesperado.

Me levanto tan rápido como puedo y lo intento calmar.

—Leonardo, eh, tranquilo.—llego hasta él y le cojo la cara firmemente entre las manos.—Cálmate.

—¡¿Qué me calme?!—se zafa de mi agarre y se aleja riéndose como si hubiera dicho la cosa más graciosa del mundo.

Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, empezando a enfadarme su actitud.

—¡Si, Leonardo. Que te relajes!—sé que si lo dejo la situación va a acabar mucho peor.—Este no es ni el primer ni el último mensaje de este tipo que voy a recibir y si por cada uno te vas a poner como un histérico, ¡mejor que no te lo cuente!—tal y como lo digo, el susodicho se gira bruscamente en mi dirección con una expresión furiosa.

—¡Pues siento decepcionarte pero no me puedo relajar!—se va acercando a grandes zancadas mientras habla.—Le están enviando mensajes amenazantes a una de las personas que más quiero en este mundo, cada vez que intento olvidar mi pasado y seguir adelante se presenta esta mierda de persona y lo arruina todo,—conforme habla va bajando la voz y su expresión se vuelve amenazante.—y para colmo están intentando sabotear mi empresa. ¡Así que no tienes ningún derecho a decir si me tengo que relajar o no!—nos quedamos a escasos centímetros y veo que su cara está roja de furia, al igual que sus ojos.

Pese a lo cerca que estamos el uno del otro, lo único que me apetece ahora mismo es darle un puñetazo en la cara para que reaccione.

—¡Tengo todo el derecho del mundo a exigírtelo!—mi furia es igual o mayor a la de él. 

Yo también estoy sufriendo por eso, pero sé que hay que mantener la mente fría para pensar con claridad. Cosa que él no está haciendo.

—¡No! ¡No, no lo tienes!—se niega en rotundo a escucharme y veo como aprieta los puños a los costados, conteniéndose.

—¡Si, si lo tengo! ¿y sabes por que?—le aprieto en el pecho con mi dedo índice y lo reto con la mirada.

—¡Por que!—Conforme nos gritamos nos hemos ida acercando más y ahora nuestras narices se rozan, pero ninguno de los dos está dispuesto a dar su brazo a torcer.

—Porque, aunque parezca que se te haya olvidado, yo también estoy metida en este saco lleno de mierda. Y por mucho que te empeñes en evitarlo, la persona que está detrás de todo esto va a por los dos, no solo a por ti.—tras mirarnos fijamente unos segundo, Leonardo es el primero en resoplar y alejarse unos pasos de mí.

—Claro que no se me ha olvidado.—a diferencia de antes, su voz ya no es explosiva sino que es una mezcla entre indignación y cansando.—¡Por dios, Angelique! Solo intento protegerte. No quiero que te pase nada y me siento como el peor de los hombres por haberte arrastrado en todo esto conmigo.—derrotado, se sienta de golpe en el suelo con la cara entre las manos.

—Tú no me has arrastrado a nada, ¿me escuchas Leonardo?—me arrodillo delante de él para quedar a la misma altura y le vuelvo a coger la cara entre las manos. Esta vez no opone resistencia pero sus ojos siguen sin mirarme.—Mírame. Leonardo, en serio mírame o te doy un puñetazo.—veo como una de las comisuras de la boca se le curvan en una media sonrisa y, por fin, levanta la mirada.—En ningún momento me obligaste quedarme contigo o me forzaste a nada. Todo esto lo he elegido yo porque he querido. ¿Y sabes una cosa?

—Qué.—su voz es apenas audible.

—Aunque se me diera la oportunidad de volver atrás en el tiempo, seguiría escogiéndote a ti, seguiría escogiendo las mismas opciones que tuve. Porque te quiero, Leonardo Gobbi.—no me he dado cuenta de que estoy llorando hasta que me pasa los dedos por las mejillas y me seca las lágrimas.

—Oh, Angelique...mi pequeña y dulce Angelique...—ahora es mi turno de derrumbarme y llorar.




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