Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 50

Son las doce del mediodía y estamos esperando en el aeropuerto a André y a Marc. Y por "estamos" me refiero a Violetta a Leonardo y a Tiago. La primera porque casi le da un ataque al corazón cuando le dije que mi hermano y su amigo iban a venir. El segundo porque, según él, como me ha dado permiso para saltarme algunas horas de trabajo es su obligación venir conmigo, si claro, como si esto no lo hiciera por Marc...
Y Tiago digamos que está aquí porque últimamente ni él ni Violetta pueden separarse. En ningún sentido de la palabra.

—¡Angie!—la voz de mi hermano sobresale de entre las demás.—¿Acaso no te alegras de ver a tu hermanito favorito?—pregunta con sonra.

—No es favoritismo, es que eres mi único hermano.—respondo yo de la misma manera correspondiendo al abrazo.

Después de las presentaciones y de la mueca de Leonardo al dar la mano a Marc, nos subimos al coche y vamos dirección al hotel en el que se quedarán.

—Bueno no es un hotel cinco estrellas pero, nos servirá.—interrumpe Marc tirándose a la cama boca arriba.

Debo decir que para no ser un hotel muy lujoso la habitación no está mal. En el centro hay dos pequeñas camas y justo delante se encuentra el baño. Lo único que falla aquí es el soso decorado gris de las paredes.

—¡Eh! ¿Quién te ha dicho que puedes adueñarte de la cama de la ventana?

Mientras ellos dos discuten sobre quien debería quedarse con la cama más cercana a la ventana, me acerco a Leonardo, que está mirando a la pared con el ceño fruncido.

—Oye, ¿te encuentras bien?—le pregunto en voz baja.

Eso parece hacerle reaccionar porque parpadea repetidas veces y me sonríe sin mucho entusiasmo.

—Si, si, estoy bien. Es solo que no me gusta lo que está pasando.—sé que hay más cosas detrás de esa mirada preocupada, pero por ahora lo dejo pasar y me limito a besarle.

—¡Alto, alto! Que vosotros dos estéis saliendo no significa que os dé permiso para compartir saliva, y menos en mi presencia.—puntualiza mi hermano con el dedo en alto y sin quitarnos los ojos de encima en ningún momento.

Levanto las manos en señal de rendición y, a mi lado, Leonardo refunfuña algo por lo bajo, así que le doy un codazo para que cierre el pico.

—De acuerdo, ¿habéis encontrado algo interesante?––pregunta cruzándose de brazos con un gesto firme.

—¡Oh, vamos! Acabamos de llegar, tío. ¡Relájate!—el rubio que ha conseguido quedarse con la mejor cama ni siquiera se levanta para quitarse los zapatos.

Por el rabillo del ojo veo a Leonardo tensarse y apretar la mandíbula. «Ya empezamos bien...»

—Marc, es importante. Deberíamos estar trabajando.—al parecer mis palabras sorprenden a todos los presentes porque incluso André me mira con cara de sorpresa.—¿Qué?

—Nada, nada. Es que nunca pensé que te oiría decir esas palabras.—le echo una mirada asesina al ver que se está riendo de mí y ahora es él el que levanta las manos a modo de paz.

—De acuerdo. De hecho, sí. Hemos encontrado algún que otro dato bastante interesante.—Marc ha dejado su faceta relajada para adoptar un posado firme y serio. Aún no me acostumbro a él.

Abre una de las maletas de mano y de ella saca una serie de papeles llenos de letras y de números, aparentemente sin sentido alguno. 
Al ver nuestra cara de confusión se apresura a explicárnoslo.  

—¿Os acordáis de los documentos que conseguí aquella vez que hablamos en París? Pues André y yo hemos estado investigando un poco más y finalmente encontramos una serie de papeles en donde aparecen los nombres de varios bancos con sus respectivas cuentas y las cantidades de dinero que se extrajeron durante un cierto período de tiempo.—mientras nos lo explica va señalando cada uno de las cuentas con el dinero sacado.

—Pero si el número de cuenta está aquí escrito, ¿no sería más fácil llamar al banco?—me extraña que alguien se descuidara de esta manera.

—No. No lo sería porque estas cuentas ya no existen, Angie.—sentencia Marc muy serio mirando las hojas.—Ya lo intentamos, con todas y cada una de ellas, pero en todas pasa lo mismo. O el usuario se ha dado de baja o la cuenta directamente nunca ha existido.

—¡Pero es obvio que ha existido, sino no estaría escrito aquí!—pierdo los nervios y elevo la voz sin querer. Es frustrante.

—Tranquila, Angie. Lo vamos a solucionar.—me consuela André pasándome la mano por los hombros bajo la atenta mirada de Leonardo.

No lo dice muy convencido, pero aprecio su esfuerzo así que le dedico una leve sonrisa de agradecimiento.

—¿Cuándo fueron las fechas en las que se sacó dinero?—a lo mejor si lo miramos por fechas podemos obtener alguna que otra pista.

—Todas estas fechas ya tienen unos cuatro años.—dice Marc pasando el dedo por encima de la hoja, concentrado.—Las primeras empiezan a principios de año y las últimas en diciembre.




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