Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 51

Hace ya dos días que encontré esos objetos en la mesa de Ana y no me los puedo sacar de la cabeza. Cuando se lo conté a Leonardo no le dio mucha importancia y dijo que seguramente serían las llaves de su casa, pero yo no estoy para nada satisfecha y quiero hacer algo al respecto.

—Ya te he dicho que no.—dice firmemente André desde el auricular del móvil.

Me encuentro sentada en mi mesa de trabajo intentando terminar de rellenar unos documentos pero la llamada de Marc y de André me está complicando la tarea.

—¿Pero, por qué no?—me lamento como una niña pequeña.—Quiero acompañaros a revisar esas cuentas.

Por lo visto, han decidido que sería buena idea investigar más a fondo el sitio de donde fue sacado el dinero. Pero claro, ninguno de los dos me deja ir y han aprovechado mis horas de trabajo para impedírmelo. 

—Ni hablar. Si alguien os está vigilando a los dos, lo más seguro es aparentar discreción.—oigo movimiento al otro lado de la línea, así que supongo que estarán saliendo del hotel.—Además, no pretenderás acompañarnos por todos los bancos de la ciudad, ¿cierto?—su sarcasmo me moleta.

—Pues la verdad si...

—Adiós, Angie.—y cuelga antes de que me dé tiempo a protestar.

Sacrément bâton sec...—«Maldito palo seco...»

Paso los siguientes diez minutos intentando terminar el trabajo hasta que Leonardo me llama ha su despacho. ¿Es que hoy nadie va a dejarme trabajar?

—Angelique, pasa.—habla atolondradamente y señala la silla de forma torpe.

—¿Está todo en orden?—tomo asiento preocupada.

—Si. Bueno no, bueno...

—Leonardo,—le cojo la mano que está encima el escritorio para que deje de balbucear y me mire.—¿qué va mal?

Lo veo soltar un largo suspiro y se pasa la otra mano por el pelo, inquieto.

—Han convocado una reunión improvisada de socios accionistas.—se toca el puente de la nariz y cierra los ojos.—Se ve que alguno de ellos está consternado por el fondo monetario del que disponemos en este momento y quieren asegurarse sus futuras remuneraciones.

—¿Acaso no las hay?—pregunto un tanto confundida.

—Si que las hay, pero no en la cantidad suficiente para satisfacerles.—se deja caer derrotado en la silla y se afloja la corbata.

—Y eso no tienen por qué saberlo.—las palabras salen de mi antes de poder pensarlas con claridad.—Las cifras pueden cambiar demasiado rápido.—insinúo mirándolo con picardía. 

—¿Me estás diciendo que les mienta?—dice Leonardo muy intrigado, prestándome toda su atención.

—No es exactamente una mentira,—le quito importancia con la mano.—es más bien una forma de evitar el descontento.—lo veo encogerse de hombros y sé que no está muy convencido.—Mira, no estoy sugiriendo que les prometas cosas imposibles ni que falsees las cifras. Lo único que digo es que ellos no tienen porqué saber milímetro a milímetro cómo va el proyecto. Lo que tienes que hacer es dar datos genéricos y números aproximados basándote en la estadísticas que has visto hasta ahora.—le intento explicar lo mejor que puedo y noto como en su mirada se enciende una chispa.

—Tienes razón,–—murmura como si hubiera encontrado la mejor solución del mundo.—Tienes razón. Sí, eso es precisamente lo que voy a hacer.—suelta una fuerte carcajada y se levanta tan abruptamente que a penas me da tiempo a registrar la acción antes de tomarme por la cintura y darme vueltas por el aire.

Nos reímos como dos adolescentes bobos llenos de júbilo.

—Eres la mejor, Angelique.—y me da un gran y profundo beso, pero se aparta de repente con el ceño fruncido.—Pero en esta reunión no puedes asistir, es una reunión privada para socios.—le dedico una sonrisa tranquilizadora y le digo que no pasa nada y que ya nos veremos a la salida.

—Por cierto, esa accionista...Ana, ¿va ha estar allí también?—pregunto intrigada.

—Claro que va ha estar, forma parte de los socios.—dice como si fuera la cosa más obvia del mundo.—¿por qué lo dices?

—Ah, no. Por nada.—le doy un casto beso y me doy prisa para salir.—¡Nos vemos luego, mon beau!

Puede que le haya dicho una pequeña mentirijilla a Leonardo. La verdad es que sí quería saber si esa mujer iba ha estar en la reunión, no porque esté celosa, sino porqué quiero aprovechar la oportunidad para quitarle la llave.

Sí, sé que puede sonar mal y que robar no está bien y bla, bla, bla...pero no puedo sacármelo de la cabeza y hasta que no sepa que significan esos números y la llave no lo voy a dejar estar.

—Alex, ¿puedes cubrirme el puesto? Tengo que ir al baño.—le digo al salir del despacho.

—Claro, pero como me vuelvas a meter en alguno de tus problemas tú y yo la vamos a tener.—me avisa todo serio apuntándome con el dedo.

—Tranquilo, estarás a salvo. Por ahora.—sonrío y le doy un beso en la mejilla a modo de darle las gracias.




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