Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 52

POV DESCONOCIDO:

—¡¿Cómo has podido ser tan ignorante?!

Las dos personas se encuentran sentadas en el mugriento sofá de la repugnante cabaña y una de ellas está furiosa por lo sucedido anteriormente en el instituto.

—Ha sido un accidente.—dice su oyente soltando un profundo suspiro y dejándose caer en el respaldo del sillón sin mucha delicadeza.

—Pues por culpa de tú accidente, puede ponernos en grave peligro.—su rostro está rojo de furia y para aplacarla enciende un cigarrillo y le da numerosas caladas. 

—¡Lo siento, joder! No esperaba encontrármelos ahí.—el oyente que ha estado hasta entonces resignado en el sofá, explota repentinamente.—Pero tú también tienes parte de culpa por no haber tenido cuidado. ¡Así que no me des sermones a mí!

—Si no quieres que te dé sermones, empieza a hacer bien tu trabajo.—se acerca lentamente al aludido y sus rostros quedan a milímetros de distancia.—A la próxima que cometas un solo error más, te meto de patitas a la cárcel.

Tal como sentencia, se aparta de la expresión lívida de su acompañante y apaga el cigarrillo con el pie.

—¿Y se puede saber donde coño vas ahora?—replica con furia.—Esto es un equipo, no sé si lo recuerdas.

—Ay cariño, claro que lo recuerdo.—responde de camino a la puerta.—Es por eso que voy a arreglar lo que has roto, pero como esto vuelva a ocurrir ya sabes lo que te espera.

POV ANGELIQUE:

Estamos a sábado y no he vuelto hablar con Leonardo desde ayer por la tarde cuando salí de la oficina. Sinceramente, tampoco he hablado mucho con mi hermano ni con Marc. Las únicas personas con las que he mantenido contacto es con Violetta y con Tiago, ellos me ayudan a tener la mente ocupada y evitan que esté todo el rato dándole vueltas a lo que ocurrió con aquella chica en el instituto.

Volviendo al tema de Leonardo, me ha estado llamando durante todo el día porque no le he cogido ninguna de sus llamadas. Sé que suena cobarde pero no me gusta meterlo en estas cosas, aunque me siento peor escondiéndoselas.
Y hablando del rey de roma...me está llamando.

—¿Diga?—digo como si no supiera quien me llama.

—¿Se puede saber por qué narices no me coges las llamadas?—su tono de voz es exigente y fuerte.

—Em...no las había visto.—eso más bien ha sonado como una pregunta y es la peor excusa que se me ha ocurrido jamás.

—Sí, claro. Y yo nací ayer.—se burla sarcástico.—He estado preocupado por no saber nada de ti. ¿Acaso he hecho algo mal o algo qu te haya molestado?—pregunta confundido.

—¡No, claro que no!—digo de inmediato.

—¿Entonces por qué me estás evitando?—puedo notar su frustración y me doy cuneta de que no me queda más remedio que contárselo. Pero no por teléfono.

—¿Puedo ir ahora a tu casa?—le digo en vez de responder a su pregunta.

Él afirma totalmente confundido por el repentino cambio de tema y quedamos en diez minutos.

***
—Estoy esperando una explicación.—interrumpe mis pensamientos después de unos minutos en silencio.

Nos encontramos en su cocina, de pie con un vaso de zumo en la mano. Supongo que habré estado lo bastante concentrada en ese líquido porque no me he dado cuenta de que se ha sentado en el taburete delante de mí y está esperando contestación.

Dejo ir un suspiro y dejo el vaso encima la mesa antes de empezar.

—Estuve con Marc.—no quiero andarme por las ramas así que lo suelto de golpe.—Pero no es lo que tú crees.—añado rápidamente al ver que se levanta soltando una risa amarga y se pasa la mano por el pelo.

—¿Y que es lo que creo exactamente, Angelique? Porque desde que tu hermano y ese franchuto han llegado apenas has tenido tiempo para dirigirme unas palabras.—no está gritando, pero veo como sus ojos reflejan ira pura y se está agarrando fuertemente al borde de la mesa.

—¿Qué? ¡¿En que momento he dejado de dirigirte la palabra si se puede saber, Leonardo?!—ahora la que explota soy yo, pero no lo hago con tanta gracia como él.

—¡Ayer quería verte y hablar contigo, y tú estabas por ahí con ese...con ese impresentable haciendo quien sabe que!—da un fuerte golpe a la mesa y su voz retumba en las paredes.

—¡Pues habla conmigo ahora!—exclamo con las manos en la cabeza.—No siempre tengo que estar a tu disposición y para tu información ese impresentable nos está ayudando a resolver toda esta mierda que está sucediendo. ¡Así que no te permito que me cuestiones de ese modo!—nos miramos con furia contenida y con las respiraciones agitadas.

—Qué estuvisteis haciendo ayer por la tarde.—su voz a pasado a retumbar en las paredes a ser a penas un susurro, pero un susurro firme y controlado que amenaza en estallar con cada paso que da en mi dirección.

—Estuvimos investigando.—digo firme.

—Sé más clara.—continua susurrando y acercándose a mí.




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