Gracias a la tarde que pasé con Tiago, mi humor ha mejorado considerablemente y el que sea viernes es un plus.
Por primera vez en la vida soy de las primeras en llegar a la empresa y aprovecho esta ventaja para escabullirme hasta la planta de Laura e ir trazando mi plan.
Para empezar, reviso todos su cajones a ver si puedo encontrar alguna pista más sobre su dirección o alguna fotografía o prueba que la relacione, pero nada. Esta mujer sabe donde esconder bien sus pruebas...
Estoy a punto de encender su ordenador para entrar en sus correos cuando empiezo a oír que la gente está llegando, así que de la forma más sutil les dedico una sonrisa cordial cunado nos cruzamos y me dirijo a mi puesto de trabajo.
—¡Vaya, puntual por una vez!—exclama Alex cuando me ve salir del ascensor.
—Hombre gracias.—me hago la ofendida dándole un rápido abrazo.
—¿Te has enterado de las noticias?—me pregunta girando su silla hacia mi.
—¿Qué noticias?—frunzo el ceño claramente desinformada.
—Ay chica, estás tú más perdida que la nueva encargada de los cafés.—interviene una alegre Elena, burlándose de mi ignorancia.
—¿Quién?—cada vez estoy más perdida y esto no me gusta.
Quizá debería pasarme más tiempo por aquí...
—Da igual,—vuelve a intervenir Alex restándole importancia.—resulta que tu querido Leonardo ya se ha dignado, por fin, a aparecer por aquí.
—¡¿Qué?!—chillo casi perdiendo el equilibrio.—¿Cómo sabéis eso?—rezo para que solo sea una broma de mal gusto.
—Ay querida, porque lo hemos visto llegar tan solo cinco minutos antes de que llegaras.—se ríe Elena.—Para la próxima el despertador será puntual.
Mi cara debe ser un poema ninguno de los dos puede para de hacerme bromas con eso de la puntualidad, pero yo ahora no estoy para estos chistes.
Me levanto de la silla aún abrumada y me dirijo a mi mesa para pensar con más claridad.
Si es cierto que Leonardo estaba en la empresa cinco minutos antes de que el resto de los empleados llegaran...¿me habrá visto escabullirme hasta la mesa o de Laura? O todavía peor, ¿me habrá visto rebuscar entre sus cosas?
Estos son los dilemas a los que me enfrento cuando el rey de roma se asoma haciendo acto de presencia. Genial, ¿no podría haber elegido otro momento?
Lleva un traje gris oscuro bien abrochado y con una elegante corbata a juego, pero lo que me llama más la atención es su rostro. Por un lado, su media sonrisa aparenta felicidad y entusiasmo, pero se le nota falsa y tirante. Por otro lado su mandíbula apretada muestra que está tenso y para nada cómodo. Y para terminar, sus ojos normalmente brillantes, están apagados y cansados, como si llevara días sin dormir. Que no es difícil de adivinar si nos fijamos en las ojeras que surcan sus ojos.
—Buenos días a todos.—se para en medio de la sala y todos dejan de hablar y de hacer sus tareas para escucharlo.—Sé que estos días han sido bastante confusos para todos, pero quiero comunicaros personalmente que nuestro preciado proyecto no puede ir mejor y en estos momentos estamos haciendo los últimos ajustes para que se empiece a construir.
Al instante la planta entera estalla en fuertes aplausos que me sacan de mi ensoñación. Veo a todos riendo y celebrándolo, pero yo soy incapaz de moverme de mi sitio y de sonreírle como si nada. Me ha hecho demasiado daño como para olvidarlo, así que me quedo sentada con los brazos cruzados y mirándolo fijamente.
En algún momento en el que estaba absorta observándolo, sus imnotizantes ojos han hecho contacto con los míos y he sido incapaz de apartar su mirada por mucho que he querido. A diferencia de las otras veces en las que nos hemos mirado, no hay expresión que demuestre sentimiento alguno. Lo único que puedo llegar a ver es unos ojos hundidos y caídos por el peso de la vida, puede que lo que haya visto por un instante se parezca al dolor pero ha sido tan leve que puede que me lo haya imaginado.
Dicho el discurso, se vuelve a meter en el despacho y yo me lo tomo como la señal para dejarle los últimos informes y ponerlo al día de todos los avances.
Así que tomo una o dos respiraciones profundas y, con la cabeza bien alta, llamo a la puerta para después adentrarme a la boca del lobo.
—He venido a tráele los últimos documentos.—le informo antes de que él me pueda decir nada.—En la carpeta verde se encuentran los números aproximados de las ganancias y en la carpeta roja están escritos los nombres de los compradores de mayor importancia y estatus.
A medida que voy hablando voy dejándole las carpetas encima la mesa e intento que mi voz suene lo más firme posible. Cosa que consigo, siempre y cuando no lo mire y vea que me está mirando fijamente como ahora.
—Muchas gracias, Angelique.—responde con voz grave.
Doy un respingo al escuchar mi nombre de sus labios. No me lo esperaba y es más duro de lo que yo me había imaginado, así que intento buscar alguna salida.
—Si no desea nada más, será mejor que vuelva al trabajo, señor Gobbi.—lo miro por un brevísimo instante, pero el suficiente para ver su evidente dolor.