Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 65

Me despierto con el cuerpo adolorido y totalmente desconcertada ante tanta oscuridad hasta que recuerdos de anoche me vienen a la mente y empiezo a moverme frenéticamente intentando soltarme de las cuerdas que me atan a lo que parece ser un poste de hierro.

Mientras me retuerzo desesperadamente, mi vista se va acostumbrando a esa tenue luz proveniente de una mísera bombilla al centro del cuarto. No hay ventanas por ningún lado, lo que me da a entender que estoy en un sótano y la humedad me está calando en los huesos.

¿Cuánto tiempo llevo aquí encerrada? ¿Ya será de día? ¿Alguien se habrá dado cuenta de mi desaparición? 

Mi mente no para de reproducir las peores escenas posibles cuando la puerta delante de mí se abre haciendo un estruendoso ruido. Instintivamente cierro los ojos por la inesperada ráfaga de luz que invade la habitación.

—Vaya, vaya. Al parecer la princesita ya se ha despertado de su profundo sueño.—ahora reconocería esa repugnante voz en cualquier parte.

—Así que has sido tú la que me ha estado amenazando desde el principio.—escupo las palabras con absoluto desprecio.

La oigo reírse y tengo que morderme la lengua para no escupirle en la cara.

—Sí y no.—es lo único que se limita a decir antes de volver a cerrar la puerta de un portazo y dejarnos de nuevo iluminadas por la titilante bombilla.

Conforme se acerca puedo apreciarla mejor, y me asusta lo que veo. Esta no es la Laura que conocí una vez. Su pelo sigue siendo negro, pero ahora está completamente descuidado y mal cortado, como si se lo hubiera hecho ella misma.
Sus ojos marrones me dedican una mirada desquiciada y sus pupilas están dilatadas. ¿Va drogada? 

Y su sonrisa...es lo que más miedo me da. No es una sonrisa falsa o seca, no. Esta sonrisa es completamente verdadera, pero de esas que ponen los psicópatas cunado van a matar a alguien.

—Uy, no me digas que tienes miedo...—levanta las cejas y se pone la mano en la boca, pretendiendo que le importa. Pero a los pocos segundos estalla a carcajadas que me hacen temblar.—Pues deberías zorra.

Y sin verlo venir me abofetea con tanta fuerza que me tumba al suelo, aún estando atada de manos en el poste.

—¡Esta es por haberte metido en mi vida!—chilla y me da una patada en las costillas que me quita el aliento.—¡Y esta por quitarme a André!—y vuelve a darme patadas, pero esta vez no se detiene.

Intento con todas mis fuerzas resistirme y levanto las piernas para protegerme las cotillas, que probablemente la mitad ya están rotas. Pero la cabeza queda totalmente desprotegida y aprovecha esa ventaja para cogerme de los pelos y darme un fuerte puñetazo.

Siento que el dolor se convierte en insoportable y la oscuridad se me vuelve a llevar cuando una segunda persona irrumpe en la habitación y detiene a la otra.

—Laura, ya basta.—por su voz es definitivamente una mujer.—No queremos que se muera. Al menos no aún.—su tono es todavía más intimidante que el de Laura y me siento como una hormiga a la que van a aplastar en cualquier momento.

Hago un esfuerzo enorme por abrir los ojos, hinchados por tantos golpes recibidos. Pero lo poco que consigo ver me confirma las sospechas. Katia también forma parte de esto.

—¿Cómo se encuentra mi Leonardito?—me provoca esta poniéndose a mi altura con falsa amabilidad.—Seguramente ya se habrá cansado de ti y te habrá substituido por otra. Como a mí.

—Eres la persona más repugnante que he conocido, no me extraña que Leonardo te dejara al tener la oportunidad.—las palabras salen de mi boca sin poder contenerlas. Graso error.

Su plástica sonrisa desaparece al segundo y me agarra de la mandíbula, ejerciendo presión hasta que resulta tremendamente doloroso.

—Vuelve a hacer uno de tus comentarios de listilla y te pego un tiro, ¿entendido?—aprieta más la mano y yo asiento rápidamente con lágrimas en los ojos.—Bien.

Cuando me suelta, me doy un fuerte golpe contra la pared y noto como me baja un hilillo caliente por la nuca. Me siento tan débil que a penas puedo respirar apropiadamente

—¡Chico! Muéstrale a nuestra querida huésped de lo que se está perdiendo.—chilla Laura hacia la puerta.

Lentamente entra un chico que conozco perfectamente y que hasta ayer creí una buena y sincera persona. Supongo que todos nos equivocamos.

—Matt.—susurro ahogándome con mi propia saliva.

—Sí, es él. ¿Sorprendente, verdad?—se carcajea Katia.—¿Por qué no le cuentas como la hemos podido encontrar?—dice mirándolo con sonra.

—No creo que sea necesario.—habla por primera vez.

En todo momento mantiene un tono de voz bajo y grave, como si no quisiera alterar a nadie de su presencia. Pero ya es tarde, lo he visto con mis propios ojos y me lamento cada segundo que le creí.

—No te lo estoy preguntando.—replica en una amenaza silenciosa.

Lo veo tragar saliva y evitando mi mirada en todo momento, fijando su mirada en mis zapatos.

—He estado colaborando con ellas desde hace unos meses con la intención de secuestrarte y tenerte vigilada.—su voz es a penas un leve susurro, pero debido al silencio que hay se escucha perfectamente




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