Hay momentos en la vida que sientes euforia, otros en los que sientes vértigo y otros en los que sientes tantas cosas a la vez que no sabes como reaccionar. Pues eso es lo que me está pasando ahora mismo. Tengo al amor de mi vida delante de mí cuando creí que jamás volvería a verle los ojos, pero aquí está. Mirándome con sus enormes ojos azules con tanta intensidad que creo que no voy a soportar.
Por supuesto el dibujo en el que minutos estaba tan concentrada, ahora carece de sentido.
Con una sonrisa vacilante en el rostro, se me acerca muy lentamente. Como asegurándose que no voy a salir huyendo, pero lo único que quiero es fundirme en sus brazos de nuevo. Solo que mi cuerpo no responde a las órdenes de mi mente.
—Angelique...—susurra cuando se encuentra lo suficientemente cerca de mí para sentir su calor.
—¿P-pero como...?—balbuceo examinándole frenéticamente el rostro. En busca de alguna señal que me indique que esto es un sueño y que no es real.
—Los médicos dicen que es un milagro que sobreviviera y que mi recuperación ha ido mejor de lo que esperaban.—me informa acariciando lentamente las mejillas con las yemas de sus dedos.
Inconscientemente, cierro los ojos y me inclino en su dirección para acoger la caricia. Siento que estoy en las nubes, su roce me produce escalofríos por todo el cuerpo y tengo que controlarme para no saltarle encima.
—Te he echado tanto de menos...—se me corta la voz en medio la frase y empiezo a llorar. Pero de alegría.
—No sabes las veces que he soñado con poder volver a ver este hermoso rostro.—junta nuestras frentes, de manera que nuestras narices se tocan y nuestros alientos se mezclan.—Con poder volver a tocarte, a oír tu voz...—y es entonces cuando veo que él también está llorando, pero con una gran sonrisa atravesando su rostro. Supongo que igual que la mía.
Lentamente, como atraídos por un imán invisible, nos acercamos más hasta que toda distancia se ha evaporado y siento los labios de Leonardo sobre los míos. ¡El cielo!
Las veces que he soñado con esto, con sus labios, con sus caricias...y ahora está aquí, de verdad, besándome como nunca antes. Es un beso cargado de dulzura y pasión, mezclado con nuestras lágrimas de felicidad.
Su lengua juega con la mía produciéndome miles de mariposas en el estómago y sus labios atrapan los míos con ferocidad contenida. Como por inercia, mis manos se enroscan en sus rizados cabellos y tiro de él. Está más largo que de costumbre.
Mi acto le saca un pequeño gemido y eso es todo lo que necesito para pegarme más a él y con una mano rodearme la cintura para afianzar su agarre mientras la otra se hunde en mi pelo.
—¡Ay, niña! ¿Pero que es esta falta de modales?—nuestro apasionante beso se ve interrumpido por la inoportuna aparición de Diana. Mi jefa.
De inmediato nos separamos, pero no mucho. Leonardo sigue teniéndome agarrada de la cintura y no tengo intención de alejarme.
—Siamo molto dispiaciuti, signora. Non ci vendiamo da molto tempo.—«Lo sentimos mucho, señora. Hace mucho que no nos vemos».
El haberme pasado ya unos meses en Italia me ha servido para aprender un poco de italiano, pero verlo hablar con tanta fluidez y naturalidad es otro mundo.
Al parecer Diana capta la indirecta, porque abre los ojos de par en par y se vuelve loca de alegría.
—¡Oh, ragazza!—«¡Ay, niña!» ¡No me habías dicho que tenias un fidanzati!—«novio». Exclama la señora abrazándome con gran entusiasmo.
No puedo evitar soltar una risita al ver que la mujer esta igual o más feliz que nosotros.
—¿Y que hacen todavía aquí? Venga, ¡váyanse y diviértanse!—prácticamente nos empuja fuera de la tienda y al final nos marchamos riendo.
—Así que es aquí donde trabajas...—habla Leonardo pasándome una mano por los hombros arrimándome más a él para protegerme con el paraguas.
—Si, lo encontré de casualidad mientras paseaba.—le digo pasándole un brazo por la cintura.
Pese al mal tiempo, no podría ser un día más perfecto. Teniendo a Leonardo a mi lado, ¿qué más puedo pedir?
El camino hasta la casa nos la pasamos hablando de nimiedades y riéndonos como dos adolescentes enamorados. Y en parte eso somos, dos enamorados que han pasado demasiado tiempo separados con la esperanza de volver a encontrarse.
***
—Bienvenido de nuevo a la familia, señorito Leonardo.—lo felicita Paulo cuando entramos en casa.
Se dan un fuerte abrazo y los otros sirvientes le dan la misma calurosa bienvenida, pero la que me llama particularmente la atención es Camila. Se acerca con una sonrisa radiante y, un poco tímida, le da un pequeño abrazo antes de acercarse hasta a mi y susurrarme al oído.
—Te dije que las cosas podrían ir mucho mejor de lo que creías.—y tal como lo dice me guiña un ojo y se va, dejándome toda desconcertada.
¿A caso ella estaba al tanto de todo esto? Voy a tener que preguntárselo, pero más tarde. Ahora solo quiero estar con Leonardo.