Doble Nacionalidad

EPÍLOGO

Ya han pasado cuatro años desde la llegada de Leonardo a Italia y no ha podido ser todo más perfecto.

Cuando le conté sobre mis estudios y sobre mis sueños, se alegró mucho y no dudó ni un segundo en brindarme su apoyo. Dijo que siempre supo que conseguiría todo lo que me propusiera, y hasta ahora ha tenido razón. 

Hace menos de un mes me gradué con honores en la Universidad de Bellas Artes en Milán y tuve la oportunidad de ver expuestas algunas de mis pinturas y fotografías en una importante exhibición de arte.

Por otro lado, Leonardo siguió metido de lleno en su empresa y en su soñado proyecto, eso si, manejándolo todo desde nuestra hermosa casa. No voy ha decir que fue fácil en todo momento, hubieron días en los que peleábamos y nos tirábamos los trastos a la cabeza, pero con amor y paciencia logramos solucionarlo.

Cuando mis padres se enteraron que Leonardo y yo habíamos vuelto se emocionaron tanto que cogieron el primer avión hacia Italia y se presentaron con junto con mi hermano, Marc, Violetta, Tiago y Alex. Ese fue uno de los mejores días, nos la pasamos paseando y poniéndonos al día de todo lo ocurrido.

Mi hermano y Marc, por otro lado, decidieron volver a Francia y alquilar un pequeño piso para retomar sus estudios en criminología. No puedo estar más orgullosa de André.

Con respecto a Alex, su relación con Victor no terminó de funcionar y decidieron tomar caminos distintos en la vida. 

Y nosotros...bueno, digamos que nos las sabemos apañar bastante bien. Siempre intentamos afrontar los baches juntos y tratamos de hacernos felices en cada momento. No puedo estar más agradecida por mi vida.

Amore.—entra en la habitación interrumpiendo mis pensamientos.—¿En que pensabas? Te habías perdido en tu mundo.—se acerca y me da un casto beso, sonrío atrayéndole más hacia mi para profundizarlo.

—Mm...pensaba en cuando casi te caíste por las escaleras al intentar llevarme a la cama.—bromeo mirándole provocativamente a sabiendas que odia que se lo recuerde.

—¿Puedes no recordármelo todos los días mujer?—exclama haciéndose el ofendido.—No tiene gracia que casi me rompiera la crisma al intentar hacerte el amor.

Ante su cara consternada no puedo evitar estallar a carcajadas. 

—Tuvo su gracia. Admítelo.—niego sin parar de reír.

«Flash back»

Está será nuestra primera navidad juntos y estoy bastante nerviosa. Quiero hacerla inolvidable. 
Puede que este haya sido el motivo por el les haya dado el día libre a los empleados y me encuentre vestida como una ayudante de Santa, pero sexy. He decidido ponerme una minifalda que a penas me cubre el trasero con unas medias de rejilla y unos tacones de infarto. Que, ciertamente, me están empezando a doler.

—¡Leonardo! ¿Podrías ayudarme con el árbol?—grito desde la cocina a la espera que muerda el anzuelo.

—¡Déjalos, amore! Ya lo decoraremos mañana.—el muy cabezota se niega ha levantarse de la cama, pero tendrá que hacer ese esfuerzo si quiere su premio.

—¡Leonardo!—lo voy ha hacer bajar cueste lo que cueste.

Oigo una exasperación mientras baja las escaleras y entra aburrido a la cocina. 

—¿Dónde está el dichoso...—la protesta muere en su garganta al tiempo que me ve y sus ojos se abren de par en par y me recorre de arriba a bajo. Muy lentamente.

—¿Te gusta lo que ves?—pregunto acariciándome el muslo provocativamente.

—Yo...¿Qué?—su mirada sigue el recorrido de mis dedos, hipnóticos.

—Dime, amour...¿te has portado bien este año?—agito las pestañas y empiezo a andar hacia él de una forma de lo más sensual.

—Espectacularmente, diría yo que mejor imposible.—me responde con la voz ronca después de recuperarse de su sorpresa inicial.

—¿De verdad? A mi me han dicho que has sido malo...muy malo.—me muerdo el labio inferior pintado con un intenso rojo y le acaricio el pecho.

—¿A sí?—sus pupilas se dilatan por el placer y su perversa sonrisa me llega hasta lo más profundo de mi ser.—¿Y qué vamos hacer al respecto?

—Castigarlo. Severamente.—Y sin decir una palabra más estampo mis labios en los suyos y ya no queda espacio para las palabras.

Su lengua inunda mi boca y sus manos hacen estragos en mi cuerpo.

—Este trozo de tela al que tu llamas ropa me está volviendo loco, angelo.—me agarra los muslos y me obliga a rodearle con las piernas.—Tú me vuelves loco.

Mis manos acarician sin dulzura alguna la piel desnuda de su espalda y él hace lo mismo con mi trasero.
Sus hábiles dedos llegan a rozarme mi centro y siento que puedo explotar en cualquier momento. 

—Estás empapada, amore mio...—jadea mordiéndome el lóbulo de la oreja provocando que ahogue un gemido.

—Leo...—lo provoco acercándome más a él, de forma que su erección roza mi feminidad. 




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