Doble Nacionalidad

EXTRA (2)

 LEONARDO:

Han pasado dos días desde mi pelea con Katia y aún no ha dado señales de vida. La he llamado, he ido a su trabajo para interceptarla, la he intentado localizar. Nada

Es como si la tierra se la hubiera tragado y ya no sé qué más hacer. Estoy desesperado y quiero tenerla de vuelta. La echo de menos, más o menos.

No soporto la idea de tenerla lejos por tanto tiempo. Es cierto que esto ya ha pasado unas cuantas veces antes, pero nunca hasta el punto de no volver a casa. Siempre terminaba volviendo, aunque no me hablara y me evitara, estaba en casa.

Hablé con Tiago sobre la situación para que me ayudara, pero no hemos conseguido nada y el muy carbón se empeña en empapelar la calle con carteles de su cara por la calle. Como si fuera un puñetero perro.

Que no se te note que mi mujer no te gusta, amigo.

—Siento decírtelo, colega, pero vas a tener que decírselo a tu padre.—me palmea el hombro sonriéndome con compasión.

—¿¡Te has vuelto loco!?—exclamo levantándome como un resorte y mirándolo como si le hubieran salido dos cabezas.—Ya tengo suficiente con la presión que tengo para solucionar toda la mierda del escándalo como para añadir otro más al saco de mierda.

Y es que esa es otra. La condición para casarme con Katia fue que todo eso fuera en secreto. Que nadie supiera acerca de la boda no de nuestra relación.

No entendí el por qué lo quiso así, pero acepté de buen agrado. Al fin y al cabo estaría casado con el amor de mi vida, aunque meses después mi padre comenzara a introducirme en los negocios de la empresa y decirme que tendría que empezar a asentar cabeza.

—¿Y qué vas a hacer?—se cruza de brazos y pierde cualquier rastro de diversión.—Porque hasta donde yo sé, tu familia no sabe nada y a tu padre no le va ese rollo de las sorpresas.

—No lo sé, estoy muy perdido ahora mismo.—suspiro dejándome caer de nuevo en el sillón y apoyado los codos en las rodillas.—Pero creo que voy a tener que decírselo, no aguanto no saber nada de Katia. ¿Cuantos rincones de esta puta ciudad hay?—maldigo de malas maneras pasándome una mano nerviosamente por el pelo.

—Calma, Leo.—me consuela palmeándome la espalda.—¿Y cuando se lo dirás?

—Hoy me ha pedido que vaya a hablar con él, así que aprovecharé para soltárselo de golpe.—pienso en voz alta. No tengo nada claro y realmente estoy muy temeroso. 

Conozco a mi padre y odia las sorpresas, cosa que creo que heredé de él. 

—¿Alguna idea de lo que quiere decirte?—intenta averiguar, pero yo estoy igual de perdido que él.

Esta mañana me ha llamado solo para decirme que antes de comer necesitaba verme urgentemente en su despacho. No ha hablado mucho más y yo tampoco e intentado alargar la conversación. Su tono no ha dejado entrever nada, era neutral y eso es lo que me da más miedo.

—Seguramente será sobre algún negocio raro o gritarme por el compromiso en el que lo he metido y que ahora tendrá que tirar de los contactos que nunca utiliza.—me convenzo echando la cabeza atrás en el respaldo recordando la primera lección que mi padre me repitió una y otra vez.

«La clave para que tu negocio triunfe es tener muchos contactos, pero no deber favores a nadie. Es mejor que te los deban a ti, pero no dejes que te vean la cara de tonto.»

—Pues ve y díselo sin pensártelo dos veces.—habla como si fuera lo más obvio del mundo y lanzándome la chaqueta en la cara.

—No, no puedo simplemente soltarle la bomba sin más. Tengo que pensar primero en lo que le voy a decir.—gesticulo de forma exagerada con las manos. 

Nunca he sido una persona que le sea fácil improvisar. Siempre me han enseñado a pensar y organizar objetivamente mis pensamientos y creo que, si me dieran esa oportunidad, me daría demasiado miedo. Necesito saber saber en todo momento lo que viene después.

—Claro y de paso hazte un guión con flechas y todo.—se burla carcajeándose en mi cara y le doy una mala mirada, pero eso parece no importarle lo más mínimo.—¡No! ¡Error! Lánzate a la piscina.

—¿Y si no hay agua?—intento agarrarme a lo que sea para alejar el tema, pero Tiago es más tozudo que una mula.

—¡Pues te jodes y bailas!—me sacude por los hombros sin cuidado y le aparto los brazos de un manotazo.—Aprende a vivir con el riesgo, Leonardito.—se mofa imitando la voz de Katia. Menuda forma de animar.

Sabe que oido que me llamen así.

—No me llames así y no sé si te lo han dicho alguna vez, pero eres un puto yonqui de la adrenalina.—le contesto de malas maneras y por ello me gano una gran carcajada.

—Y mira cómo me va.—se señala a sí mismo con orgullo y me guiña un ojo antes de meterse un puñado de patatas en la boca.

Que elegancia tiene el modelo.

***
Decir nervioso es quedarse corto. Me tiemblan tanto las manos que cualquiera que me vea puede pensar que me estoy convulsionando. 

Al salir del apartamento de Tiago, me he dirigido directamente a la empresa de mi padre y aún no tengo ni la más remota idea de como decirle que ya estoy casado sin que me mate.




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