Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 3

El despertador suena a las 7 de la mañana y yo aún no estoy preparada para empezar a vivir. Violetta cree que es buena idea empezar el día con canciones de “Imagine Dragons” a toda pastilla y que retumben las paredes de la casa. A ver, a mi también me gusta la música fuerte pero no ha las 7 de la mañana de un martes, por Dios.

Me rindo y decido salir de la cama para empezar a pensar en que ponerme y darme una refrescante ducha. No soy muy fan de vestir formal, yo soy más de pantalones o de vestidos cómodos acompañados con mis preciadas cintas de pelo. Pero como sé que esto no va a poder ser, me decanto por una falda de tuvo por debajo las rodillas junto con una camisa blanca y medias negras con tacones. 
Cuando voy a peinarme me doy cuenta de que tengo el pelo como un león así que me lo recojo en una coleta alta y me aplico algo de colorete.

Por fin lista me dirijo a la cocina, donde se encuentra Violetta cantando a pleno pulmón y haciendo una especie de baile que, en mi opinión se parece más a un exorcismo. Va dando vueltas sobre si misma hasta que me ve y del susto casi se come la mesa. Yo no puedo evitar reírme ante tal panorama.

—¿Que se supone que estás haciendo?—digo sin poder pararme se reír,—¿Espantando a las moscas?—tengo que cogerme a la mesa si no quiero caerme de la risa.

—Ja, ja, muy graciosa.—dice cruzándose de brazos y mirándome con el ceño fruncido y la cara roja.—a la próxima puedes hacer un poco más de ruido, casi me matas del susto.—ahora soy yo la que me cruzo de brazos sin parar de reír.

—Bueno si no tuvieras la música tan alta y no estuvieras tan concentrada en ese baile satánico tuyo puede que me hubieras escuchado entrar.—digo con ironía mientras cojo una manzana y le doy un mordisco.

—No estoy acostumbrada a tener visitas en casa que me desconcentren de mi baile satánico.—sonríe y apaga la música.—por cierto, ¿no tienes que estar en la oficina a las 8?

—Si.—miro el reloj y empiezo a correr de un lado a otro.—¡merde! ¡Quedan diez minutos para las 8!—me giro y miro acusadoramente a Violetta.—¿No podrías haberme avisado un poco antes?

—¿Yo? Como si el que llegaras tarde fuera mi culpa.—me mira por encima del hombro y sigue sorbiendo su café.

—¡Claro que es tu culpa! Me has hecho entretenerme con ese bailoteo tuyo.—me apresuro a coger el bolso y las llaves. Mierda, el móvil.

—Eso se llama karma. A la próxima no estarás tan pendiente de mí.—dice completamente desinteresada del tema leyendo un libro.

—Gracias por el aviso.—mi tono es de fingido agradecimiento.—Hasta luego rarita.—digo justo antes de cerrar la puerta.

***

Llego a la empresa cinco minutos tarde. Solo espero que no se haya dado cuenta, pero como no, siempre tengo que tener mala suerte. Lo veo salir de su despacho y venir directamente hacia mí, y por su cara no creo que le ha gustado el que haya llegado un pelín tarde. Aparte de su cara malhumorada debo decir que el traje le queda como un guante, lleva la americana abrochada y le aprieta en los sitios adecuados, lo que demuestra su buen cuerpo.
¿Qué? Angie, céntrate de una vez.

—Señorita Leblanc,—dice Leonardo interrumpiendo mis no tan malos pensamientos.—a mi despacho. Ahora.—y tal cómo ha salido, vuelve a entrar a su despacho sin esperar a que le siga. Tiene un buen trasero también. 
Y otra vez pensando en lo bueno que está tu jefe. Cada día vas mejor.

Al entrar en la oficina cierro la puerta detrás mío y me quedo parada allí en medio, esperando a que sea él el primero que hable.

—¿Se puede saber cuál es la excusa de su retraso?—dice frío sentándose en su silla detrás del escritorio.

—Pues verá, justo antes de venir he tenido un pequeño percance con una amiga…—antes de que pueda acabar de darle mi más falsa excusa, se levanta y camina hasta ponerse justo delante mío.

—No quiero ninguna explicación. Le dije que lo que más aprecio es la puntualidad y no ha cumplido. Es su primer día de trabajo, señorita Leblanc, no me haga despedirla.—so rostro no muestra emoción alguna y su mirada es tan gélida como el hielo.—ahora retírese y póngase a trabajar en unos papeles que le he dejado.

Dicho esto se encamina a su escritorio y empieza a anotar cosas.
Me dirijo a la puerta y salgo, pero antes de cerrarla completamente suelto una sarta de palabrotas en francés.

Ce sera cocon! Ce qui est cru. Merde le jour où je voulais dans cette etreprise.—«¡Eres un capullo! ¿Es que acaso no tiene sentimientos? Maldigo el día que acepté este trabajo.» estoy murmurando todo tipo de malas palabras mientras me dirijo a mi cubículo y empiezo a revisar todos los papeles que me ha dejado. Solo espero que no sepa francés.

Me paso toda la mañana ahogada entre papeles y sin tener rastro de Leonardo. Bueno eso al menos significa que no me ha entendido y aún no estoy despedida. Es un buen comienzo.

—Señorita Leblanc,—hablando del rey de roma.—venga a mi despacho con los informes.—tal cómo ha salido, ha vuelto a entrar. Sin mirar a nadie 




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