Lo primero que hago al llegar a casa es encender el ordenador y pasar todas las fotografías de la cámara para verlas mejor.
Son las nueve de la noche y Violetta todavía no ha llegado así que decido prepárame un bol de cereales para cenar.
Media hora después estoy impresionada con los resultados, las imágenes son espectaculares y Tiago es el mejor modelo que he tenido hasta ahora. Estoy terminando de editar algunas de ellas cuando oiga la puerta abrirse y entrar Violetta.
—¡Vaya, si es la desaparecida!—digo girándome en la silla a modo de saludo.
—Pff, las cosas se han alargado en el hotel.—se tira de cara al sofá con los brazos y piernas colgando.—Al parecer poder conseguir ese evento va a ser mucho más difícil de lo me imaginé.
—Seguro que lo consigues.—la animo dándole golpecitos en la pierna.—¿quieres ver las fotos que he hecho hoy? Sale Tiago en ellas.—digo con picardía.
—¿Has estado con Tiago?—se incorpora de golpe para sentarse bien en el sofá.
—Si, nos hemos encontrado por casualidad cuando salía ha hacer unas cuantas fotografías y se ha ofrecido a hacer de modelo.—me encojo de hombros como si nada.—así que a partir de ahora voy ha hacer con él la mayoría de sesiones. ¿Las quieres ver?—digo codeándola y mostrando una sonrisa pícara. Ella rueda los ojos y rendida se acerca para verlas.
—Este es el mejor material que tengo hasta ahora.—le voy mostrando cada una de las imágenes y voy viendo como mi amiga las va observando embobada, y no creo que eso se deba a la buena calidad de mi fotografía.—¿Te gusta?—aún con la vista fija en la pantalla me habla.
—¿Quien?—su rostro muestra interés y sus labios están fruncidos.
—¿Quien va a ser?—digo exasperaba.—¡Tiago! Si te gusta Tiago.—eso parece hacerla reaccionar ya que aparta la vista del ordenador y me mira como si me hubiera salido una tercera cabeza.
—¡Claro que no! ¿De donde sacas eso?—me cruzo de brazos y levanto una ceja a modo de incredulidad.—Vale si, es guapo y atractivo y tiene algo en su mirada… ¡pero eso no quiere decir que me guste!—me señala con el dedo acusadoramente con expresión seria.
—De acuerdo, de acuerdo,—digo con los brazos levantados a modo de rendición.—algún día podrías acompañarme y así lo conoces.
—¿Podemos cambiar de tema, por favor?—pregunta yéndose a la habitación.
—Claro,—sonrío mentalmente sabiendo que en verdad si le gusta Tiago.—este fin de semana mi jefe me ha dicho que me tengo que ir con él a Madrid para una importante conferencia.—apago el ordenador y voy recogiendo mi cena ya terminada.
—¿Tú te vas a ir con Leonardo a Madrid este finde?—se asoma por la puerta de la habitación sonriendo como si supiera algo que yo no sé.
—Eso es lo que he dicho,—me la quedo mirando y ella no quita esa mirada de encima mío.—¿Se puede saber por qué me sonríes así?—pregunto ya cansada por el misterio.
—A Leonardo le gustas.—suelta como si nada.
—¿¡Qué!? ¡Eso es ridículo!—digo sentándome de nuevo en la silla y empiezo a observar mi cámara muy entretenida.—¿Por qué piensas eso?
—Bueno, dado el echo de que llevas solo una semana trabajando en la empresa y un día faltaste, que no tienes ningún título universitario y la mayoría de veces estás discutiendo con él… me da a sospechar.—responde apoyándose en la pared al lado de su habitación con los brazos cruzados.
—Él valora mi trabajo. Eso es todo.—digo sin interés y aún muy concentrada en la cámara apagada.
La verdad es que estoy muy confundida. Primero el que Leonardo me dijera que no quería olvidar lo que pasó en el ascensor, luego la oportunidad de ir a Madrid con él para asistir a una gran conferencia, la historia que me contó Elena durante la comida y, finalmente, sus constantes cambios de humor. No sé que pensar. Si, tengo que decir que es muy atractivo y cada vez que me mira de esa forma con sus hipnotizantes ojos azules tiemblo por dentro y me gustaría sentir su calor. ¡Pero eso no significa que me guste! ¿No?
Y el resto de la noche las tornas se vuelven y ahora es ella la que se ríe de mí y está convencida de que le gusto a mi jefe y que a mí también me gusta. Genial.
***
Por fin ha llegado el preciado viernes, lo que significa haber logrado estar una semana en la misma empresa. Esto es un logro y merece ser celebrado.
Por la mañana Leonardo y yo damos los últimos detalles a los documentos que tenemos que llevarnos a Madrid y me informa de que su chofer me pasará a recoger a las nueve de la mañana y que viajaremos en el avión de la empresa. La verdad es que cada vez se va haciendo menos incómodo pasar tiempo con Leonardo, su actitud hacia mí ha cambiado un poco. Ya no se muestra tan frío y distante, ahora intenta controlarse para no contestarme mal en determinadas ocasiones.
En la hora de comer nos reunimos todos en la mesa, como ya es costumbre y hablamos de temas sin importancia para distraernos de todo el trabajo que hay que hacer.