Al llegar al local nos encontramos con los chicos en la entrada y les presento a Violetta. Para ser una chica tímida me ha sorprendido ver lo bien que la han acogido.
Al entrar lo primero que puedo oír es la música muy alta, pero al parecer es un club de salsa o algo parecido porque son canciones de ese estilo, gracias a dios mi madre me enseñó a bailar. Está todo lleno de gente que se mueve de un lado a otro, en la parte derecha se encuentra la barra y al fondo está el dj con la música.
Nosotros nos dirigimos a unos reservados situados a pocos metros de la pista.
—¡Esto es una pasada!—digo chillando para que se me escuche por encima de la música.
—¡Ya te dije que me lo dejaras a mi!—responde Alex de la misma manera.
Esta noche estamos todos. Violetta, Alex vestido con unos simples tejanos y una camisa con el cuello en forma de V, Elena que no se ha quedado para nada atrás llevando unos pantalones largos de punto negro acompañados con una camiseta transparente. Y finalmente Victor, llevando casi lo mismo que Alex.
Pedimos unas bebidas y nos pasamos las primeras horas jugando al yo nunca, la mayoría de nosotros ya estamos medio borrachos.
—¡Me toca, me toca!—dice Violetta levantando la mano eufórica.—Yo nunca he hecho un striptis en público.
—¡Oh, vamos! ¿De donde ha salido está chica? ¿Del convento?—suelta Elena frustrada por tener que volver a beber. La verdad es que lleva unas cuantas seguidas ya. Pero los demás tampoco nos libramos, Alex, Victor y yo nos toca beber por esta y por unas cuantas más.
Nos la pasamos jugando hasta que Elena dice estar harta de que siempre le toque beber a ella y se va a buscar a alguien para pasar el rato.
—¿Alguien quiere más bebidas?—pregunto levantándome para dirigirme a la barra.
—No, gracias. Tengo que ir al baño o me lo haré encima.—se disculpa Victor sonriendo.
—Yo quiero otra caña, francesa.—me mira coqueto Alex y yo en respuesta le guiño un ojo. Así son nuestras bromas.
—Voy contigo,—responde Violetta levantándose también.—necesito estirar las piernas y quiero otra bebida.
—¡Pero mírala!—grito abrazándola.—¡Si hasta se está divirtiendo!¿Que era eso que decías esta tarde?—acerco mi oreja a su cara para oírla.
—¡Cállate!—me da un pequeño empujón y nos dirigimos a pedir unas cuantas bebidas más.
Estamos esperando a que nos sirvan cuando el camarero me ofrece una bebida que no he pedido.
—Perdone, pero yo no he ordenado esto.—digo confundida devolviéndole la bebida.
—No, ha sido él.—señala detrás mío y es entonces cuando los veo y… ay Dios mío. Son Tiago y Leonardo.
El primero lleva unos pantalones rotos y una camiseta pegada al cuerpo y el segundo trae puestos unos pantalones tejanos junto a una camisa blanca con los primeros botones desabrochados y una chaqueta de cuero que se le amolda perfectamente a su figura. Nunca lo había visto vestido de una manera informal y se ve guapísimo. ¿Es posible verse tan bien?
Regreso a la realidad al ver a Tiago saludándome gritando mi nombre y haciéndonos señas para acercarnos. Cojo a mi amiga por el brazo y la hago seguirme.
—¿Por que vas con esos que te han invitado a una copa? Podrían ser mafiosos.—protesta ella preocupada. Yo no puedo hacer más que reírme al imaginarme al modelo más sexy y al millonario más candente haciéndose pasar por mafiosos.
—Tranquila, los conozco.—la miro intentando relajarla. Frunce el ceño y pide que especifique.—Estos, cariño, son mi jefe Leonardo Gobbi y tu queridísimo Tiago Pardo.—le susurro / grito al oído pillándola por sorpresa. Abre los ojos como platos y me mira asustada. Puede que esto no vaya tan bien.
—Bonne nuit, belle dame!—grita Tiago abrazándome fuertemente.—¡menuda coincidencia! ¿A que se debe esta hermosa sorpresa?
—Unos amigos nos han dicho que este era uno de los mejores clubes y nos han invitado.—respondo sonriendo.
—Y no te mintieron, no.—dirige la mirada hacia donde se encuentra Violetta parada sin decir nada. Ellos dos se quedan mirando y me doy cuenta de que aún no les he presentado.
—Tiago, deja que te presente a mi mejor amiga del alma, Violetta Molina.—digo señalándola.—Violetta, Tiago Pardo, un chico arrogante y bromista.—tan rápido como acabo de decir aquello ellos se enfrascan en una conversación que no entiendo así que decido apartarme un poco para encontrarme de lleno con los ojos de Leonardo, los cuales están recorriendo todo mi cuerpo con una mirada oscura para posarse en mis ojos.
Respiro hondo y me acerco a los sillones en los que está sentado aparentando naturalidad. Su mirada no se aparta de la mía en todo el recorrido y cuando me quedo sentada a su lado estos siguen observándome intensamente.
—¿Y que hace aquí?—pregunto aclarándome la garganta para romper el hielo. Al hacerlo su vista se dirige a mi cuello y lo veo tragar saliva.
—Podría preguntar lo mismo, señorita Leblanc.—responde con la voz gruesa y el rostro serio.