Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 10

Entramos en el hotel bajo la estupefacta mirada de los vigilantes dirigiéndonos al ascensor mojándolo todo a nuestro paso. En algún momento cuando entrábamos, Leonardo ha separado su mano de la mía, provocándome un gran vacío. 

Una vez dentro del ascensor todo el cansancio se me viene encima, de manera que inconscientemente recuesto mi cabeza en su hombro esperando que no se aleje. Lentamente noto que me pasa una mano agarrándome la cintura, dándome permiso para apoyarme completamente en él.

—Angelique, vamos. Ya hemos llegado.—susurra en mi oído. 

Salgo perezosamente con él aún sujetándome por la cintura, supongo que es para asegurarse de que no me estampe contra el suelo. 

—¿Puedes abrir la puerta o prefieres que lo haga yo?—dice divertido riendo junto a mi pelo empapado. Me alejo un poco sonriéndole a modo de disculpa y saco las llaves del bolsillo.

—¿Angelique?—dice bajito. Yo hago un ruidito para hacerle saber que lo escucho mientras intento abrir la puerta.—Gracias.—termina sonriendo agradecido. Me vuelvo hacia él frunciendo el ceño.

—¿Por qué?—pregunto confundida.

—Por haberme hecho divertirme como no lo hacia desde hace mucho.—se acerca a mi y lentamente me da un beso en la frente. Uno que parece durar más de lo normal.

—No hay de que.—susurro sonriéndole dulcemente.—Buenas noches, Leonardo.—digo abriendo por fin la puerta.

—Buenas noches, Angelique.—dice en voz baja y con los ojos brillantes. Se dirige a su habitación y cierra la puerta suavemente detrás suyo pero no sin antes mirarme por última vez.

Una vez en mi cuatro, me dirijo directamente al armario para sacar el pijama que consiste de unos pequeños pantalones y una camiseta que no me llega ni al ombligo.
Me doy una ducha de lo más relajante y pienso en todo lo que ha pasado durante el día.

Primero de todo me encuentro con Leonardo en el parque del Retiro, después se muestra más que amable y me invita a comer con él para luego pasear por las calles de Madrid cómo si fuéramos un verdadera pareja. Me viene a la mente el modo en el que sus ojos me observaban fijamente, el modo en el que el azul de sus ojos parecían verdes cuando les daba la luz del sol y tampoco me puedo sacar de la cabeza como sus labios se curvan en esa arrebatadora sonrisa que quita el aliento a cualquiera. Definitivamente este Leonardo no se parece en nada al hombre frío y sin sentimientos que se deja ver normalmente. Este Leonardo es mucho mejor que el que finge ser.

Una vez relajada y con el pijama puesto, tengo la intención de irme a dormir cuando suena el teléfono.

—¡Desaparecida!—dice una alegre Violetta.—No has dado señales de vida en todo el día, ¿que tal te va todo con el cascarrabias ese?

—Bueno, nada nuevo. Ya sabes, mucho trabajo y mucho estrés. Pero he podido salir un poco a tomar el aire.—decido no contarle que he pasado el día con Leonardo porque, conociéndola, se hará ideas equivocadas y me someterá a un interrogatorio por horas. Lo digo por experiencia.—¿Y tú? ¿Alguna novedad?—cambio de tema rápidamente.—¿Algún avance con Tiago?—le pregunto de manera pícara. La verdad es que me gustaría verlos juntos.

—Se podría decir que he estado hablando un poco más con él.—suena tímida y yo no puedo evitar soltar un chillido de emoción.

—¿Hablar? ¿Que insinúas con hablar? ¿Te parece guapo?—empiezo a atacarla a preguntas. De verdad que estoy emocionada.

—¡Angie! ¡Solo hemos hablado! No me seas pervertida.—me regaña de broma.—Y si. Reconozco que es atractivo, pero no sé si saldría con él.—ya puedo imaginármela toda roja y mordiéndose las uñas nerviosa.

—Ya, claro. Eso dices ahora pero ya verás que vas a terminar con él.—digo pinchándola a propósito.

—Bueno pues yo opino que vas a terminar liada con tu jefe.—replica ella a la defensiva.

—¿Que? ¡Claro que no! Ni me parece atractivo, es más, ¡ni me parece mínimamente guapo!—eso no te lo crees ni tu, miento alzando la voz. Espero que se lo haya creído, miento bien.

—Ya, claro. Haré ver que me lo creo y así me dejas en paz a mi también.—suspira con fingida indiferencia. A lo mejor no miento tan bien.

—Muy graciosa.—le respondo sarcástica.—Te cuelgo que como no me vaya a dormir ya, mañana no me levanto.—bostezo mientras hablo.

—Está bien, descansa ¡y no cometas ninguna locura!—me advierte antes de colgar.

Ruedo los ojos pensando en Violetta y justo cuando por fin voy a meterme en la cama me vuelve a sonar el movil.

¿A caso nadie me va a dejar descansar en paz?

A regañadientes descuelgo sin mirar quien llama.

—Quien sea que me esté llamado, me estás molestando. Y si eres Violetta te voy a colgar.—suelto mosqueada por no poder tener mi sueño de belleza.—oigo una familiar risa al otro lado de la línea y abro los ojos estupefacta.

—Menudo genio tienes por la noche.—se ríe Leonardo.




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