Me despierta el estridente sonido del despertador y, mirando la hora, me doy cuenta que me he dormido y en diez minutos tengo que estar en recepción.
––¡Merde!
Apresurada, me levanto corriendo hacia la ducha cogiendo lo primero que veo en el armario. Me doy una ducha rápida y una vez arreglada con mi falda de tubo gris, mi camisa blanca y los indispensables tacones, salgo pitando de la habitación.
Mi intención era pasar por el comedor antes de ir a recepción a recibir a los socios pero tal y como bajo las escaleras me encuentro con Leonardo mirando su reloj impacientemente. Al verme su rostro se relaja y se yergue poniéndose derecho.
—Llegas tarde.—su voz es dura y no muestra expresión alguna.
—¡Lo siento, lo siento! Me he dormido y he ido lo más rápida que he podido.—me disculpo bajando los últimos tramos de escalera vigilando no estrellarme contra el suelo.
—Vamos, los socios ya estarán por llegar.—contesta indiferente e ignorando completamente mi comentario.
Juntos nos ponemos en marcha a paso rápido hasta llegar a recepción. Cuando entramos ya se encuentran la mayoría de los inversores esperando, charlando entre ellos.
-–Buenos días a todos,—interrumpe Leonardo con voz firme y fuerte.—sentimos la demora.—se yergue y adopta una pose muy formal.—Será mejor que pasemos a la sala de reunión.—Les indica el camino y yo me espero con él al final de todo.
Esta reunión resulta ser todo un éxito, los inversores se muestras satisfechos y dispuestos a participar en el proyecto. Leonardo mantiene una actitud muy profesional y seria. No deja mostrar ningún tipo de emoción a lo largo de las dos horas, no cómo cuando estábamos los dos solos. Este es el millonario hombre de negocios del que habla todo el mundo, no la persona que me ha dejado ver.
Una vez terminada la sesión, Leonardo y yo nos quedamos un rato más recogiendo los papeles que se han quedado esparcidos por encima la mesa, todo en un completo silencio, solo dirigiéndonos rápidas miradas de tanto en tanto. Ninguno de los dos se atreve a decir nada por miedo a la reacción del otro.
—Disculpad,—nos sorprende una voz desde la puerta.—¿Tu eres Angelique Leblanc?—es un hombre moreno de unos veinticuatro años, más o menos.
—Si, soy yo.—digo confundida.—¿quien eres tu?—a medida que el chico se acerca puedo apreciar en su pelo unos reflejos rubios y unos enormes ojos marrones. Es bastante alto y desde aquí se le notan unos brazos bien trabajados.
—Soy Marc Vial.—responde con una sonrisa tendiéndome la mano a la espera de que se la estreche.—He venido de parte de André.
—¿André? ¿Mi hermano André?—suelto incrédula estrechándole la mano.
—Si, soy un buen amigo suyo y me pidió si podía venir a echarte una mano con el tema del dinero.—me lo quedo mirando por unos segundos y compruebo que no me esté engañando.
—Savez-vous quelle situation traverse ma famille?—«¿sabes que situación está pasando mi familia?» le pregunto en francés para comprobar que es de verdad quien dice ser y que de verdad conoce a mi hermano. Además, para que Leonardo no pueda entender.
—Je connais mauvaise situation économique dans laquelle il se trouve à cause de Laura, sa femme.—«Sé acerca de la mala situación económica en la que se encuentra por culpa de Laura, su esposa.» Su acento es prácticamente perfecto y el haberme hablado de Laura me ha acabado de convencer de que dice la verdad.
—¿Esto te lo ha admitido él o te lo han dicho mis padres?—inquiero alzando una ceja.
—Me lo ha admitido él en cierto modo.—responde riendo. Cuando estoy a punto de volver a hablar, se escucha un carraspeo a mis espaldas proveniente de Leonardo. Me había olvidado completamente que se encontraba ahí.
—Oh, este es Leonardo Gobbi, me jefe.—reacciono señalándolo como si nada.—Leonardo, este es Marc. El mejor amigo de mi hermano.—esté último le tiende la mano amablemente y Leonardo se la queda mirando con desconfianza. Ruedo los ojos y cojo a Marc por el brazo para apartarlo un poco. No quiero peleas aún.
—¿Como sabías que estaba en Madrid?—le pregunto girándome para verlo mejor. Ahora que lo pienso, nadie sabía donde estaba exceptuando a Violetta y a mis compañeros de trabajo. Pero doy por sentado que no han sido ninguno de mis compañeros así que deduzco que ha estado hablando con ella.
—Al parecer André llamó a tu amiga para preguntarle.—frunzo el entrecejo confundida. No sabía que se hablaran.—Él no se ha atrevido a venir por todo lo que pasó.—ha dicho lo último en voz baja con la intención de que Leonardo no lo oyera, pero dado que nos encontramos los tres solos en una sala en silencio, sé perfectamente que nos ha oído. Y lo confirmo cuando lo miro de reojo y lo veo mirándome con la frente arrugada.
—Ya, tampoco hubiera pasado nada.—me siento un poco frustrada. Mi hermano no se atreve a verme por miedo a como pueda reaccionar. Decepcionante.