Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 12

La gala de inauguración del proyecto no empieza hasta las diez de la noche, así que me paso las dos horas siguientes pasando todas las fotografías de la cámara al ordenador. 
Mientras las voy pasando las observo y me quedo mirando una en particular. Es esa aparece Leonardo de perfil sonriendo ligeramente y, aunque no se note mucho su sonrisa, en sus ojos se puede llegar a ver un brillo que normalmente no se ve.

En otra salgo yo apoyada en una pared marrón sujetando un helado y riéndome a carcajada abierta por alguna broma que habría dicho Leonardo. 
No estoy acostumbrada a ser la fotografiada, siempre he estado detrás de las cámaras. Será por eso que se me hace raro ver imágenes donde me encuentre yo sola, pero debo admitir que las fotos son bastante buenas. Me gustaría poder volver a repetir ese día, disfruté como nunca y en ningún momento fue incómodo o raro. Las cosas fluyeron y realmente parecíamos una feliz pareja. 
Sonrío recordándolo y sigo observando todas y cada una de las imágenes que tomó.

Casi sin darme cuenta ya son las seis y media y tengo que prepararme para la dichosa gala. Esta noche quiero impresionar, no solo a los socios más importantes de la empresa, sino también a Leonardo. Tiene la tendencia a pensar que no voy a poder manejar ciertas cosas y me aparta, pero hoy voy a demostrarles a todos que puedo hacer esto y mucho más y, que aunque no tengo ningún título universitario, soy tan capaz como ellos.

Encuentro el vestido que me traje especialmente para ese evento y entro en el baño para empezar a arreglarme.
Me doy una buena ducha y, por fin despabilada, me seco el pelo cuidadosamente para que queden todas las ondas en su sitio. Delicadamente me enfundo en el vestido, es de un azul cielo descubierto por los hombros y con una abertura en la pierna izquierda que llega hasta la cadera. Es considerablemente apretado en la parte de arriba y cae suelto hasta el suelo. Elijo unas sandalias plateadas de tacón alto y decido maquillarme muy sutilmente, solo un poco de sombra de ojos azul con un poco de rímel haciendo que mis ojos verdes resalten y brillo de labios. Termino aplicándome un poco de rubor y, cogiendo un pequeño bolso también plateado me dirijo hacia el ascensor.

He decidido no llamar a la habitación de Leonardo porque supongo que ya habrá bajado, llego diez minutos tarde pero lo mejor se hace esperar. Sonrío ante el pensamiento y con el corazón martilleando fuertemente salgo del ascensor y me dispongo a bajar las escaleras.
Lo hago con la vista clavada en el suelo. Uno, para vigilar no tropezarme con el vestido y dos, porque me intimida la gran cantidad de gente que hay en la sala. No esperaba que se presentara tanta gente.

Una vez bajadas las dichosas escaleras me armo de valor y levanto la vista para enfocar a todas las personas presentes. Es entonces cuando me doy cuenta de que más de uno se me ha quedado mirando curioso y me siento incómoda.

—Estás preciosa.—me sobresalta la voz de Leonardo a mis espaldas. Me giro para encontrármelo completamente arreglado con un traje negro con corbata que se le ajusta perfectamente a su cuerpo y los rizos que normalmente están despeinados, peinados de una manera sexy hacia atrás. Me doy cuenta de que mientras yo le estaba haciendo un repaso, él también me lo estaba haciendo a mí. Me sonrojo inmediatamente.

—Gracias,—le agradezco repentinamente cohibida.—tú tampoco estás nada mal, señor Gobbi.—digo volviendo a echarle una rápida repasadita para terminarla en sus hermosos y brillantes ojos azules. Sonríe con suficiencia ante el comentario y me ofrece su brazo para apoyarme en el. Yo encantada acepto su oferta y me engancho a su brazo cómo si mi vida dependiera de ello. Por ese gesto me gano las miradas enrabiadas de ciertas mujeres. Que pena, buscaos algo mejor que hacer.

—¿Nerviosa?—pregunta inclinándose un poco hacia mí y acariciándome la mano que tengo apoyada en su antebrazo. Asiento aferrándome a él aún más si es posible.—Tranquila, no lo estés. Sé que puedes manejarlo, pero si en algún momento te sientes sofocada o agobiada, búscame. Estaré cerca todo el rato.—agradecida, le sonrío un poco más relajada y, tomando aire, nos adentramos bajo la atenta mirada de la multitud.

Primero se nos acerca un señor mayor ya con canas para felicitar a Leonardo por su logro. El tipo parece muy amable y a veces me pregunta cosas directamente, por lo que me siento incluida en la conversación.

—Con permiso, será mejor que vuelva con mi esposa o empezará a pensar que me escondo de ella.—bromea haciéndonos reír y se despide educadamente.

—Este era uno de los mayores socios de la empresa y uno de los mejores amigos de mi padre.—me explica en voz baja.—¿Te apetece beber algo?—pregunta tomándome por la cintura.

—Si, por favor.—asiento sedienta. Nos conduce a la barra y le sirven dos copas de champán. Le doy un sorbo a la mía para aplacar los nervios y me voy fijando en todos los invitados. Algunos de ellos se encuentran hablando entre ellos, otros se ríen sutilmente de la gente y otros aún me siguen observando con una mezcla de desconfianza y envidia por parte del sexo femenino y miradas deseosas y cautelosas por parte del sexo masculino.




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