Despierto sintiendo un calor procedente de unos fuertes brazos que me rodean. Medio adormilada me doy la vuelta y me acurruco sobre lo que parece ser una almohada bastante dura. Extrañada por ese hecho, abro los ojos enfocando la vista hacia donde proviene ese calor y me encuentro de lleno con la cara dormida de Leonardo.
Abro los ojos como platos intentando controlar mi pánico y lentamente me voy separando cogiéndole por las muñecas que siguen rodeando mi cintura. Estoy a punto de conseguir soltarme de su agarre cuando se remueve haciendo que me quede completamente quieta, asustada por despertarlo.
—Cinco minutos más.—ronronea con la cabeza escondida bajo mi cuello. El esfuerzo que he hecho por apartarlo no ha servido de nada y ahora me encuentro como al principio. Con Leonardo prácticamente aplastándome con sus enormes brazos.
Aún con la cara en mi cuello suspira relajadamente provocando que mi piel se erice a causa de su aliento.
—Leonardo,—digo con las manos en sus hombros y evitando tocarlo mucho.—Leonardo, despierta.—segundos después noto sus brazos tensarse y apartándome de golpe mirándome primero a mí y luego a la habitación, cómo si no supiera donde está.
—¿Que ha pasado? ¿Que hago aquí?—pregunta apresuradamente a la vez que se levanta como una flecha. Yo me quedo tumbada en la cama pudiendo, por fin, respirar libre.
—Seguramente te habrás quedado dormido después de ver las fotos.—digo con total indiferencia todavía sin mirarlo.
—Dios, lo siento. Tienes razón.—murmura pasándose las manos nerviosamente por el pelo.—¡Merda!—da un fuerte golpe a la silla sobresaltándome. Me siento en la cama mirándolo sin comprender su reacción. Que yo sepa no hemos hecho nada malo.
—¿Estás bien?—mi pregunta lo ha pillado por sorpresa porque se ha girado repentinamente en mi dirección y me mira incrédulo.
—¿¡Que si estoy bien!?—grita como un energúmeno. ¿Que narices le pasa ahora?—¡Pues no, no estoy bien! Resulta que me he despertado en la cama de mi secretaria cuando mi intención solo era hablar para aclarar las cosas que pasaron con mi padre.—se tira tanto del pelo que parece que se esté haciendo daño, pero si es así no lo demuestra para nada. Se sienta el pequeño sillón con los codos en las rodillas y la cara entre las manos.
Apiadándome un poco de él decido levantarme de la cómoda y caliente cama para acercarme sigilosamente hasta el sillón y agacharme delante suyo para quedar a la altura de su cara.
Le aparto las manos de esta para poder verle a los ojos.
—Leonardo, escúchame.—susurro dulcemente. Él sigue negando con la cabeza sin prestarme atención así que le cojo la cara con firmeza, obligándolo a mirarme.—Leonardo, mírame. No pasa nada, solo hemos dormido. Te quedaste hasta tarde y sin querer te dormiste. Esto no es un delito, a cualquiera puede pasarle.—insisto para que no piense que ha sido su culpa o que ha cometido un error. A mí me ha ocurrido alguna que otra vez.
—Tu no lo entiendes, Angelique.—habla muy bajito apartando su mirada de la mía.—Mi padre ya piensa que tu eres una aprovechada y que yo soy un desagradecido por habernos visto besando, ¿que crees que va a pensar ahora?—frunzo el entrecejo extrañada. ¿Acaso le preocupa lo que su padre opine de mí?—Además no quiero darle más motivos para que me deteste, ya lo hice una vez y no quiero volver a pasar por eso.—a medida que va hablando su voz va disminuyendo hasta convertirse en un leve susurro.
Por primera vez lo veo sin ningún tapujo, sin ninguna coraza que lo proteja y sin esconder sus emociones. No sé lo que ha podido pasar para que diga eso, pero realmente se ve mal.
—No digas eso. Tu padre no te detesta.—lo consuelo tratando de no hacerle sentir peor.—sus motivos tendrá para decir lo que dijo. No lo estoy defendiendo en absoluto,—agrego rápidamente al ver la mirada de incredulidad que me dedica.—pero a lo mejor deberías hablar con él y contarle cómo te sientes con respecto a eso.—sé por experiencia que hablando con la persona que tienes un problema te puede ayudar a resolverlo.
—No es tan fácil.—dice con la mirada clavada en la alfombra del suelo, como si fuera muy interesante.—en el pasado hice cosas de las que ahora no estoy orgulloso y casi arruino a mi familia.—siendo curiosa como soy, estoy muriendo por saber que es ese error tan grave que cometió el empresario más famoso de España.
—Tu mismo lo has dicho. En el pasado. El pasado se queda en el pasado y tu avanzas hacia el futuro. Eso no quiere decir que vayas a olvidar lo vivido pero si a aprender de los errores y mejorarlos.—recuerdo a mi abuela cuando me decía que no existen las malas personas, sino que existen las malas decisiones que toma la gente y los lleva por malos caminos.
Estoy intentando mostrarle a Leonardo que no tiene por qué pasarse la vida mirando hacia atrás y lamentarse, sino hacia el futuro y procurar no cometer los mismos errores.
—¿Desde cuando te has vuelto tan sabia?—pregunta levantando la cabeza de golpe y dedicándome una sonrisa torcida.