Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 15

Me dirijo a la oficina de Leonardo con el corazón en la boca pensando en el mensaje que acabo de recibir hace menos de media hora. No sé que pensar de eso. Por un lado quiero creer que se trata de una broma de mal gusto por parte de alguna de las mujeres celosas de la fiesta pero, ¿de donde habrá conseguido mi número?

Cuando estoy a punto de llamar a la puerta del despacho unas manos me tapan los ojos impidiéndome mover.

—¿Quien es esa fea que tengo delante?—bromea Alex en mi oído.

—¿Quien es esa zanahoria que me está poniendo las manos encima?—río girándome para poder verlo. Él también sonríe y me da un abrazo de oso.

—Por fin has vuelto. Estos días han sido muy aburridos sin ti.—le devuelvo el abrazo feliz.

—Tampoco exageres, han sido solo dos días.—contesto divertida deshaciendo el abrazo.—Además, ha sido un fin de semana.—ríe y me pasa un brazo alrededor de los hombros.

—Ya pero ha sido un fin de semana aburrido.—dice poniendo cara de fastidio.—Marcos y Claudia  se la han pasado juntos en una casita perdida en no sé donde, Elena se fue a visitar a sus padres y con Victor estamos peleados.—frunzo el ceño extrañada. La última vez que los vi en la fiesta estaban bien.

—¿Que ha pasado con Victor?—pregunto curiosa. Alex se cruza de brazos y baja la vista.

—En la fiesta me confesó por accidente que estaba enamorado de mí y me lancé, pero él se separó y me lo tomé como un rechazo. Después por despecho me acabé acostando con una chica que vi.—se nota por el tono de voz que está arrepentido. Yo intento cerrar la boca o decir algo pero por la impresión no puedo hacer nada más que quedármelo viendo con los ojos abiertos. ¿Porque yo no sabía nada de eso?

—¿Que? ¿Victor es gay?—es lo primero que me viene a la mente. Alex lo confirma asintiendo, lo que provoca que de un pequeño gran chillido de alegría y me abalanzo a abrazarlo fuertemente.—¡Esto es maravilloso! ¡Tenéis que salir juntos, os veríais adorables!—mi emoción es máxima y él se ríe de mi reacción.

—¿Adorables? ¿Pero tu que te piensas, que somos ositos de peluche?—replica con indignación fingida arrugando la frente.

Justo cuando iba a responder la puerta se abre súbitamente para dejarme ver a un Leonardo bastante enfadado. Inmediatamente nos separamos sorprendidos.

—Señorita Leblanc, señor Martinez. No les pago para que estén aquí perdiendo el tiempo hablando de cosas sin importancia.—su voz es dura y nos mira de manera mortífera. Si las miradas matasen yo ya estaría más que muerta y enterrada.

—Lo siento señor Gobbi.—se disculpa rápidamente Alex y me da un abrazo de despedida susurrándome que no haga enfadar mucho más a Leonardo. Sonriendo por el comentario le veo irse y me giro hacia mi jefe.

—No había necesidad de esta bienvenida.—replico entrando en el despacho intentando no fijarme en lo bien que le sientan esos caros trajes.

—Esto no es el bar de al lado. Aquí se viene a trabajar.—dice seco cerrando la puerta y sentándose en su silla. Pero yo ya he dejado de escuchar lo que dice, ahora estoy plantada cerca de la salida mirando a su padre, que se encuentra sentado en una de las sillas delante del escritorio.

—Buenas tardes, señorita Leblanc.—dice con una voz gruesa y seca, al igual que la de su hijo.

—Buenas tardes.—mi voy suena firme pero cautelosa, como esperando el primer ataque.

—Mejor empecemos ya. La señorita Leblanc ya nos ha hecho retrasar las cosas.—auch. Que yo sepa no he llegado tan tarde, y más teniendo en cuenta que hoy su querido hijo me había dado el día libre.—Supongo que habrá traído los papeles.—dice con burla. No me cree capaz de poder sobrellevar este trabajo, pero le voy a demostrar que está muy equivocado. 

—Si, señor. Los he traído todos.—le dedico la sonrisa más falsa que puedo y él me la devuelve de la misma manera.

—Perfecto, ahora ya puede irse.—su padre me coge los papeles y, sin mirarme, empieza a comprobar que todo esté en orden. «Si lo llego a saber le engancho un chicle para que se le peguen los dedos»

—¿Disculpe?—replico sintiendo como me voy enfadando. No voy a consentir que nadie me trate así.—Mi trabajo me obliga a estar presente, así que para ser más eficiente en mis tareas tengo que estar aquí.—intento decir lo más tranquila posible y no soltarle unas cuantas cosas.

—¡Tonterías!—suelta enfadado con un tono medio elevado.—Usted no es nadie en esta empresa para estar aquí y menos para discutir ese tipo de temas.—su voz está cargada de veneno y no se reprime en darme una mirada llena de desconfianza. Pero yo no me quedo atrás.

—¡Basta! ¡Los dos!—Leonardo pega un golpe en la mesa y su voz retumba por las paredes del despacho. En ese instante tanto su padre como yo nos quedamos callados, pero aún mirándonos con sospecha.—La señorita Leblanc va a quedarse aquí participando en el asunto, se acabó.—dejo de mirar a su padre para mirarlo a él totalmente sorprendida. No me esperaba que me defendiera, es más, pensaba que me iba a echar pero de nuevo estoy equivocada. Su padre está a punto de protestar pero al ver a Leonardo desiste y resoplando se recuesta en la silla. 




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