Lo primero que hago al despertarme es darme una buena y relajante ducha para despejarme la mente. Esta noche no he podido pegar ojo y ahora estoy agotada y tengo unas ojeras que me llegan hasta el suelo.
Como un zombie voy al armario para vestirme de trabajo y me preparo un café con una tostada con mermelada. Salgo de casa y me meto en el coche, pienso en el extraño comportamiento de Leonardo la noche pasada y también pienso en el escalofriante mensaje que recibí. Tengo miedo de lo que está pasando y tengo miedo ante la posibilidad de que alguien me esté observando justo ahora y sin yo saberlo.
Al llegar, la empresa parece un torbellino de movimiento. Veo a gente correr de un lado a otro con las manos llenas de papeles, a gente gritándose cosas desde diferentes mesas.
«Genial, justo cuando necesito un poco de calma esto parece la quinta avenida en hora punta».
—¡Angie!—grita Elena acercándose corriendo hacia mí. Me da un abrazo tan rápido que a penas me da tiempo a responder y me deja una pila de documentos en los brazos.—Me alegro mucho de verte y quiero que me cuentes todo con lujo de detalles pero si paro ahora me van a cortar la cabeza.—me cuesta un poco entenderla porque habla con el turbo puesto. Me da un rápido beso en la mejilla y desaparece entre el batiburrillo de gente.
Dejo la montaña de papeles en la mesa y cuando voy a encender el ordenador una mujer me detiene y me indica que Leonardo me quiere ver a su despacho lo antes posible. Me pongo nerviosa, no sé como voy a mirarlo después de lo de anoche y del mensaje. Por una parte quiero decírselo para no sentirme tan sola y poder hacer algo al respecto pero otra parte, la más fuerte, me dice que no debería confesárselo y callármelo para mí durante un tiempo más.
Llamo sutilmente a la puerta y la voz firme de Leonardo me indica a pasar.
—Como habrás visto hay mucho trabajo que hacer,—no me dice ni los buenos días, solo habla mientras se desplaza de un lado a otro de su despacho buscando no sé qué cosas.—quiero que te lleves estos documentos y los revises detalladamente para comprobar que no hay ningún error y me traigas toda la información de los posibles competidores.—me pasa un archivo lleno de contratos y hojas sueltas para que las revise. Su tamaño me intimida pero lo cojo firme de sus manos, sin mostrar ninguna debilidad.
—Perfecto.—abro el archivo y empiezo a hojear las páginas tranquilamente.—¿algo más, señor Gobbi?—levanto la vista y la fijo en sus ojos directamente. Me obligo a permanecer fría y no perderme en el mar azul de su mirada.
—No, nada más.—vacila y frunce el ceño. Parece desconcertado por mi actitud pero necesito evitarlo. No quiero que mis sentimientos hacia él se vuelvan más fuertes. Decidida, me dirijo a la salida.—Angelique, espera.–-no sé en qué momento se ha acercado tanto a mí disminuyendo prácticamente toda la distancia que nos separa. Posa sus enormes manos en mis hombros dándoles un ligero apretón.—¿pasa algo?—su voz ahora es suave y se encuentra justo detrás mío.—Te noto rara.—sus dedos de mueven produciéndome un escalofrío e inmediatamente me tenso. Él parece notarlo y me hace darme la vuelta, de modo que quedamos cara a cara.
—No pasa nada, señor Gobbi.—no me atrevo a mirarlo a los ojos y mentirle y tampoco me apetece estar aquí con él y esta es la única solución que se me viene a la mente. No puedo. Al parecer mi voz no ha sonado del todo convincente porque levanta una ceja y la mirada que me dirige me lo dice todo.—Con permiso.—necesito salir de aquí cuanto antes así que lo aparto para poner un poco de distancia y me falta el tiempo para salir huyendo.
Intento centrarme sólo en el trabajo que tengo que hacer pero al parecer mi mente tiene otros planes y no para de repetir el misterioso mensaje. Cada vez tengo más dudas, ¿que debería hacer? ¿Debería decirle todo a Leonardo y que él ya se encargue? ¿Debería guardarlo en secreto? Pero la pregunta del millón es, ¿Leonardo conoce a la persona que me está acosando?
Intento evitar continuamente a Leonardo pero hay veces en las que es imposible y lo que hago es responder lo más breve que pueda y marcharme rápido. No pensé que podría llegar a ser tan difícil pasar de él pero la vida me está dando otra bofetada. Al principio parecía más extrañado que otra cosa pero a medida que va pasando la mañana he notado que mi actitud lo está molestado de sobremanera, pero no voy a echarme para atrás. Necesito mantener un poco las distancias. No quiero meterle en un lío y si seguimos como hasta ahora, tengo la sensación de que los mensajes van a ser más continuados.
Durante la última reunión de la mañana me la paso en el otro extremo de la sala, lo más lejos que puedo de Leonardo, tomando apuntes. Pero cuándo termina estoy haciendo los últimos retoques a los apuntes cuando noto una presencia justo delante mío. No me hace falta levantar la vista para saber quién es.
—Señor Gobbi.—digo lo más tranquila que puedo cerrando la libreta.
—¿Me puedes explicar que es lo que está pasando para que tengas esa actitud?—susurra de forma que solo yo pueda oírle, suena imparcial y autoritario. Está enfadado.