Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 17

Estoy completamente paralizada en el sitio, no soy capaz de moverme y eso lo enfurece aún mas.

—He dicho que dejes eso donde pertenece.—aprieta la mandíbula y habla entre dientes.—¡O es que estás sorda!—pego un salto por su grito que seguro se ha escuchado en toda la oficina, con las manos temblorosas dejo la libreta despacio en la mesita.

—No hace falta que me grites, te he oído.—mi voz es apenas audible pero intento que suene lo más firme que puedo.

—No me digas lo que tengo que hacer.—se acerca muy lentamente y yo por instinto retrocedo. En sus ojos no hay nada más que furia y eso me asusta mucho.—¿Que hacías tocando mis cosas?—continúa acercándose y yo retrocediendo sin encontrar las palabras.—¡Quién te ha dado permiso para pasearte como si esta fuera tu casa!—choco contra la pared y él se posiciona justo delante de mí. Prácticamente gritando. 

—Yo…yo quería darte unos pap…unos papeles y co-como no estabas te he esperado.—he perdido toda la firmeza y confianza en mi voz y ahora lo único que quiero es encogerme en la pared y desaparecer ante la fulminante y furiosa mirada de Leonardo.

—Y piensas que eso te da derecho a husmear en mis cosas.—suelta una risa seca. Sus cambios de humor me asustan más.

—N-no señor, ha sido un accidente. No he leído nada.—intento excusarme hablando en voz baja y lo más rápido que puedo. Deja su risa sarcástica a un lado y se acerca tanto a mi que nuestras narices casi se tocan. Cuando habla su voz es veneno.

—No ha sido un accidente. Tú querías cotillear en mis cosas y encontrar algo con lo que chantajearme.—sus brazos hacen una cárcel alrededor de mi cuerpo. Niego rápidamente sacudiendo la cabeza.—Querías hundirme a mí y por ende a mi empresa.—su tono cada vez es más bajo y más amenazante.

—No.—estoy sacudiendo la cabeza férvidamente. Tengo la voz temblorosa y aprieto las manos a los lados de mi cintura para evitar que se note el temblor. 

—Sí. Tú querías arruinarme. Querías que cayera en tu juego y, ¿sabes qué? Hubo un tiempo que me creí tus mentiras. Hubo un tiempo que te defendí incluso de mi padre.—sus dientes están tan apretados que tengo miedo de que se rompan.—Pero ahora ya me he dado cuenta de tus manipulaciones.

—No. No es verdad.—sueno desesperada y muerta de miedo pero en serio no quiero que piense así de mí. No puedo evitarlo cuando Leonardo me está culpando de todo eso.

—No eres diferente a las otras putas ofrecidas que solo buscan su beneficio y van detrás de mi dinero.—sus labios se dirigen a mi oreja y me estremezco por su cercanía, pero sus palabras son como dagas que se clavan en mi corazón.—No vales ni un centavo y ahora te exijo que te vayas de esta empresa y no vuelas nunca más.

—Por favor, no. Necesito el trabajo.—ya me da igual perder mi dignidad suplicando por el trabajo siempre y cuando mi familia pueda vivir pero Leonardo sigue imparcial.

—Si te vuelvo a ver por aquí van a haber consecuencias. Al final mi padre tenía razón, no vales la pena.—intento contener las lágrimas tanto como puedo pero sus palabras me duelen más de lo que me gustaría admitir. Presa de la ira y el profundo dolor, lo empujo lo más lejos de mí posible y hablo con un control que me sorprende.

—Algún día te vas a dar cuenta de que estás cometiendo un error.—se ríe con malicia y yo lo apunto con el dedo.—Puedes decirme y hacerme todo lo que quieras. Insúltame, grítame, pero cuándo sepas la puta verdad y descubras que tienes al enemigo más cerca de lo que crees, acuérdate de mí y de este momento.—veo su rostro pasar de furia desbocada a notoria sorpresa. Seguro que no se esperaba que lo encarara de esa manera. Sigo asustada pero la rabia es mayor.—Me voy de aquí, me voy de tu vida que, para serte sincera, me ha traído más problemas que otra cosa. Me estás haciendo un gran favor al echarme aunque tú todavía no lo sepas, ahora a mí me van a dejar en paz y se van a centrar en su maldito objetivo. Tú.

Dejándolo aún impresionado le golpeo el hombro y paso de largo hacia la puerta, pero su voz me detiene.

—¿Que estás diciendo? ¿De que objetivo hablas?—está desconcertado y con la cara desfigurada por la ira, todavía latiente. Sonrío con un poco de malicia y decido que si no me va a volver a ver en su vida, lo menos que puedo hacer es hacerle saber lo que está pasando.

—Como usted ha dicho antes, señor Gobbi, hay alguien que lo quiere hundir y verlo sin nada, pero se ha equivocado en acusarme de ello. Ahora será mejor que empiece a vigilar de cerca a todas las personas que le rodean, porque yo me voy y no lo haré más por usted.—dejándole completamente perplejo le tiro los papeles de mala manera sobre la mesa y salgo del despacho con el corazón en un puño intentando controlar todos los sentimientos que estoy experimentando.

Meto todas las cosas a presión en el bolso con lágrimas en los ojos. Intento ser lo más disimulada que puedo pero seguramente la mitad de la empresa habrá oído los gritos de Leonardo así que Alex y Elena se acercan al ver que algo va mal.




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