Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 18

Ayer ignoré los mensajes de Leonardo y por eso me llamó la atención que me llamara prácticamente exigiéndome que hoy vaya a la empresa porque se siente arrepentido y quiere hablar. ¡Pues que se quede con su es tupido arrepentimiento y se lo meta por donde le quepa! No soy el títere de nadie para hacer lo que quieran conmigo.

Para empezar ya me he levantado tres horas tarde, por lo que aún menos me voy a presentar a la oficina. Me levanto tranquilamente y me preparo unos cereales con toda la calma del mundo mientras compruebo las notificaciones del movil. Veo que tengo dos llamadas perdidas y cinco mensajes de Leonardo pero decido pasar de ellos. Él se lo buscó, en verdad puedo ser cabezota cuando me lo propongo. 
Ahora que lo pienso, debería empezar a buscar otro trabajo porque mi familia y yo no nos vamos a mantener del aire, pero lo puedo hacer mañana. Hoy solo quiero disfrutar un poco de la calma.

Después de desayunar y ver un poco la televisión decido que ya que tengo el día libre voy a aprovecharlo para salir y dibujar un poco más.
Decido ir a la playa, por lo que me pongo unas mallas negras y una sudadera corta roja, me calzo las zapatillas y mi preciada cinta de pelo y salgo.

Es casi mediodía pero para mí esto es la mañana así que disfruto del buen tiempo que hace. Puede que Barcelona peque de muchas cosas pero el clima definitivamente no es una de ellas.

Caminando por el paseo marítimo me sorprendo a mi misma por la cantidad de gente que hay un martes por la mañana. ¿La gente no trabaja? 
Me adentro en la arena y me siento en una pequeña montaña de tierra, ofreciéndome mejores vistas del mar, abro el cuaderno y empiezo a dibujar.

Me paso lo que queda de mañana hasta la hora de comer dibujando a una niña con un chico que parece ser su hermano mayor jugando en la playa. Me recuerdan mucho a mi hermano y a mi cuando éramos pequeños.

*Flash back*

—¡Andé, Andé!—con seis años no sé pronunciar su nombre.—¡Quiero un helado!—estamos en los Champs Elysées y mi hermano me está enseñando a ir en bici.

—No vas a poder comer con la bici, ange.—así suele llamarme. Para él soy su ángel y para mi es mi modelo a seguir. Se agacha a mi altura y me habla dulcemente.

—¡Si que puedo! ¡Puedo hacerlo todo!—pongo los brazos como un boxeador provocando la risa de mi hermano. Le hago pucheros y lo miro tiernamente.

—No me pongas esa cara, mon ange. Sabes que no te puedo decir que no con esa carita.—yo sigo haciendo pucheros y finalmente mi hermano acaba rindiéndose.

—Está bien, vamos a por tu helado. Pero como después no comas no me hago responsable del castigo de mamá.—me advierte apuntándome con el dedo y yo niego rápidamente la cabeza. Soltando un suspiro, coge la bici en una mano y me sujeta a mi con la otra.—¿De que sabor lo quieres, Ange?—miro todos los sabores y señalo el de fresa. André aprovecha para comprarse uno de oreo.

—¡Este, este!—el hombre de los helados me sonríe y mi hermano le paga ofreciéndome el helado. Me voy dando saltitos feliz con mi hermano siguiéndome por detrás.

*Fin flash back*

Sonrío con nostalgia ante ese recuerdo y pienso en todos los momentos felices que compartimos antes de que todo se fuera a la mierda. Todo por una mujer.
Salgo de mis pensamientos al notar que algo me cae en la cabeza, provocando que caiga en la arena y levante la mirada furiosa intentando localizar al culpable.

—¡Lo siento!—veo al chico que he estado dibujando corriendo hacia mí preocupado.—Mi hermana no tiene muy buena puntería que digamos.—se disculpa con una media sonrisa.

—Tranquilo, estoy bien.—me sacudo la sudadera que se ha ensuciado un poco de arena y me acaricio el golpe en la cabeza.—Pero yo diría que sí ha tenido bastante buena puntería.—le correspondo la sonrisa, lo que provoca que él sonría aún más.

—Soy Matt, por cierto.—se presenta ofreciéndome la mano. 

—Angie.—digo aceptando su mano y estrechándola. 

—Bonito nombre.—su sonrisa no se borra de su bronceado rostro y me empieza a poner un poco nerviosa.—Y bonito dibujo el que has hecho.—bajo la vista al cuaderno dándome cuenta de que lo tengo abierto por el dibujo que estaba dibujando de él y su hermana. Me pongo roja y lo oigo reír.—No te preocupes, me gusta.—levanta repentinamente la cabeza y me guiña un ojo para después darse la vuelta y empezar a andar hacia su hermana. Me quedo observando como su pelo rubio se revuelve por el viento y se agacha para coger a su hermana y empezar a hacerle cosquillas.

 Sonrío por el panorama pero esa tranquilidad es interrumpida por el sonido del movil, ¿es que nadie me puede dejar en paz por día?

—¡Que!—contesto de mala gana. No me gusta que interrumpan mis momentos de calma.

—¿Por que no has venido hoy a la empresa?—oigo la voy dura de Leonardo. Ruedo los ojos cansada de su actitud.

—Porque tú me despediste, ¿recuerdas?—demuestro un interés nulo en la conversación esperando que se canse y se olvide de mí.




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