Esta semana se me ha hecho corta, supongo que el no trabajar ayuda bastante en eso. Es increíble que llevando toda la semana buscando trabajo no haya encontrado ninguno decente, en serio quiero volver a trabajar y cada vez me siento más tentada a aceptar la oferta de Leonardo y volver a su empresa.
Leonardo… no sé que pasó ayer pero sorprendentemente me gustó el tiempo que pasé con él, no nos peleamos, ni discutimos, solo hablamos y reímos como personas civilizadas. Tengo la sensación de que nos hemos acercado un poco más y él no me ve como su secretaria y yo no lo veo como mi jefe, en parte es por eso que no quiero volver, no quiero echar a perder esto. La otra parte es, obviamente, los misteriosos mensajes.
Como ya se me ha hecho costumbre, me visto casual con unos pantalones negros y una blusa corta gris, unas zapatillas negras y poniéndome bien la cinta salgo a la calle y empiezo a buscar empleo. Me niego a creer que no haya nada que pueda hacer.
Me paso la mañana de un lado a otro otra vez sin suerte así que decido volverme a casa y mirar la tele. No es que la idea me vuelva loca pero ya me estoy dando por vencida y si sigo siendo rechazada o sin encontrar nada me voy a deprimir.
Caminando por la calle empiezo a pensar en mi vida y me doy cuenta de que no he recibido ningún mensaje del anónimo desde el martes en la playa, fue el que me dejó más asustada pero el echo de que no me haya molestado más puede significar que se piensa que Leonardo y yo ya no nos vemos. Mejor así.
Lo primero que hago al llegar a casa es prepararme unos macarrones con tomate y croquetas que ya vienen preparadas, voy a buscar el ordenador del escritorio y me lo traigo al sofá para ver la tele y editar las fotos.
De nuevo, la sesión que tuve con Tiago fue un éxito. Es un modelo y amigo increíble y estoy muy feliz de haberlo conocido.
***
No recuerdo el momento en el que me he quedado dormida pero me despierto de repente cuando me caigo de culo del sofá. Joder, si que es duro el suelo este.
Acariciándome el trasero adolorido alcanzo el movil y compruebo la hora. Las cinco y media de la tarde y no he hecho prácticamente nada, a parte de dormir claro. Cada día te superas más, Angie.
Estoy repasando los mensajes del teléfono cuando me topo con los que me mandó Leonardo ayer por la noche.
LEONARDO: Ha sido una sorpresa agradable, me lo he pasado muy bien. Deseo poder repetirlo.
¿A que se ha referido con eso? ¿De verdad quiere que nos volvamos a ver? Siento una curiosidad repentina seguida de un hormigueo en el estómago por comprobar si me lo vuelvo a encontrar en el claro. De modo que me arreglo un poco la ropa arrugada por culpa de la siesta que me he echado y me paso la mano por el pelo para no parecer un león. Y, claro, no me olvido de la cámara y el blog.
Durante todo el camino hasta la montaña estoy nerviosa y ansiosa, es una sensación agridulce porque quieres que pare pero a la vez te sientes bien con ella. Siento cosquillas por todo mi cuerpo a medida que me voy acercando más y más al claro pero cuando llego toda esa emoción se va para dejarme sola con una gran decepción.
Allí no hay nadie, está todo completamente en silencio. Solo se oye el cantar de los pájaros y el viento que acaricia las hojas de los árboles y el agua que cae con fuerza desde el acantilado. No puedo evitar decepcionarme, me hubiera gustado encontrármelo como ayer. Aquí sentado ensimismado escribiendo Dios sabe qué en su libreta, pero ninguno había dicho nada así que él no tiene la obligación de venir si no quiere.
Soltando un suspiro de frustración, me siento en una pequeña roca cerca del lago y empiezo a pintar el paisaje que se contempla desde ahí ignorando la punzada de dolor que me invade el pecho.
Me concentro en las sensaciones y vibraciones que me rodean, toda paz y toda la tranquilidad que solo este lugar puede darme. Mis dedos empiezan a moverse solos a través del papel creando una sombra enorme que se va transformando en el profundo lago que tengo bajo mis pies. Es este momento el que me gustaría capturar, en el que me encuentro yo sola rodeada de naturaleza y no más ruidos exteriores que los de mi carboncillo desplazándose por la hoja.
Pego un salto enorme acompañado de un grito, que seguramente se habrá escuchado asta en Suecia, cuando siento que algo me aprieta un poco el hombro. Todos mis dibujos salen disparados hacia cualquier lado y yo, por segunda vez en el día, termino de culo al suelo.
Todo pasa muy rápido pero identifico a la persona cuando se empieza a destornillar de la risa.
—¡Serás hijo de fruta!—grito poniéndome la mano en mi acelerado corazón.—¡No tiene gracia. Casi me matas del susto, Leonardo!—mi indignación parece causarle todavía más gracia porque se dobla por la mitad y tiene que aguantarse de sus rodillas para mantener el equilibrio.
Me apresuro a levantarme y sacudirme la ropa de las hierbas que se me han pegado al jersey.
—¡Dios! ¡Deberías haber visto tu cara!—intenta imitar mi cara de espanto pero vuelve a estallar en carcajadas.—A sido épico, ¡debería haberlo grabado!—se lamenta aún sin poder contenerse y yo me acerco a él y lo empujo para que caiga al suelo.—No me había reído tanto desde hace mucho tiempo.—lo dice riéndose pero su voz a adquirido un matiz de nostalgia. No puedo evitar sentir un poco de pena pero eso es sustituido cuando veo todo el desastre que ha provocado.