Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 22

Estoy nerviosa por volver a la empresa, tengo muchas ganas de trabajar pero no puedo evitar preocuparme por cómo va a desarrollarse esta especie de relación que hemos establecido Leonardo y yo. De verdad que quiero que esto funcione, me lo he pasado muy bien estos últimos días y no quiero que se estropee.

Una vez enfundada en mi falda de tubo, los tacones y maquillada decentemente, me sirvo una taza de café y tranquilamente salgo de casa. Por primera vez con tiempo. Estoy llegando a la empresa preparada para darles una sorpresa a los chicos, pero la verdad es que se me olvidó decírselo.

Salgo del ascensor y ando hasta ponerme delante de la mesa de Alex y Elena haciendo que los dos levanten la vista y se me quedan mirando con asombro.

—¿Me habéis echado mucho de menos?—sonrío de broma y abro los brazos para recibir el gran abrazo que sigue a mis palabras.

—¡Angie!—chilla una emocionada Elena.—¡Has vuelto!—río por su felicidad y me separo un poco para respirar oxígeno.

—Espera, ¿que has hecho para volver?—Alex es el primero en separarse y mírame de forma sospechosa.—Río y me sonrojo a partes iguales.—¡Oh por Dios!—pega un chillido que casi nos deja sordas.—No me digas que te has acostado con él.—susurra no tan bajito y la gente que pasa alrededor se nos queda mirando raro. Lo mando a callar de una.

—¿Que? ¡Claro que no!—digo indignada.—¿por quién me tomas?—me cruzo de brazos mirándolos a los dos con una ceja alzada.

—Bueno Angie, no culpes a unos pobres curiosos por hacer suposiciones.—se encoge de hombros si se acerca un poco más a mi para que nadie a parte de nosotros tres lo oiga.—La verdad es que se nota que ha Leonardo le gustas, no sé cómo nadie más lo ha visto.

—Seguramente porque no es cierto. Además, ¿que pruebas tienes de eso?—estoy a la defensiva y no sé el por qué. Vale, puede que si lo sepa, pero nadie sabe los besos entre Leonardo y yo a excepción de Violetta. Alex solo sabe una parte, pero eso no.

—Bueno, el echo de que estés aquí ahora mismo lo prueba.—frunzo el ceño aún sin comprender.—Nadie ha vuelto a la empresa después de ser despedido.—aclara con una sonrisa socarrona pintada en la cara.

—Señorita Leblanc, un gusto volver a verla.—dice la voz de Leonardo a mi espalda. Me giro para saludarlo de vuelta y me lo encuentro de nuevo bien formal, con su traje caro y sus rizos medio controlados. Me sonrojo de inmediato y oigo una risita por parte de Elena.—Acompáñeme al despacho, por favor.—me sorprende que haya pedido algo por favor, esto sí que es un gran avance. Al parecer Alex y Elena también lo han notado porque cuando me despido los dos están con la boca abierta, seguramente no están acostumbrados a que Leonardo pida las cosas con amabilidad.

—Y después de esto aún me dice que me imagino cosas.—escucho como Alex le dice a Elena. Niego con la cabeza intentando sacarme esta estúpida idea de la cabeza y entro en su despacho. Todo está igual que el último día que estuve aquí, como si no hubiera pasado nada. «Es que no ha pasado nada, Angie» Me digo mentalmente.

—Me alegro mucho de que estés aquí.—me sonríe ligeramente desde detrás del escritorio y yo le sonrío de vuelta, aliviada de que no haya vuelto a ser el frío hombre que conocí el primer día.

—Y yo me alegro de volver a estar aquí.—digo sinceramente sentándome en la silla delante de él. Se me queda mirando fijamente durante un largo rato y empiezo a removerme en el asiento un poco incómoda por su intensa mirada. Parpadea saliendo del trance y carraspea.

—Toma. Estos son los papeles de la siguiente reunión, quiero que redactes algunos informes y que estén listos para mañana. ¿Entendido?—mueve mucho las manos y en ningún momento me vuelve a mirar. No sé si siento alivio o tristeza.

—Si, señor.—tal como digo eso me levanto rápidamente y me dirijo a mi mesa se trabajo. Parece como si hubiera pasado una eternidad desde que estuve aquí.

***

La mañana se pasa volando, por lo visto mi despido ocasionó que se acumulara mucho trabajo así que estoy hasta arriba de tarea. Por lo que se refiere a Leonardo, hoy lo he visto más que en todos los días que trabajé en un principio. Se pasa por mi zona de trabajo para ver como van las cosas o para mirar algunas cosas en el ordenador, argumentando que el suyo no va bien. Que extraño.

Estoy tan a gusto con él que ya ni me importa que se quede diez minutos en el ordenador y hablando conmigo, pero el hecho que mis compañeros de trabajo y por ellos me refiero a Alex, estén observándonos cada vez que estamos juntos, es un poco incómodo.

—Angelique, ¿me estás escuchando?—vuelvo a la realidad al oír la voz de Leonardo llamándome desde el otro lado de la mesa.

—¿Eh? Si, si, te estoy escuchando.—me quito las gafas que llevo puestas y me paso las manos por la cara.




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