Me despierto acurrucada en una posición bastante incómoda con únicamente una manta y mi ropa interior tapando mi cuerpo. Asustada, me incorporo y me encuentro con los ojos adormilados de Leonardo, e inmediatamente me viene a la mente lo que pasó ayer.
El lago, nosotros tirándonos al agua con ropa, Leonardo quitándose la ropa mojada en el coche, yo haciendo lo mismo... Dios mío que vergüenza.
Intento esconder la cara en la manta, pero sé que Leonardo ya me ha visto.
—Buenos días, Angelique.—me saluda recostado en el respaldo del asiento.
—Buenos días.—digo a través de la manta y oigo a Leonardo reír.
—¡Oh vamos! ¡Tan horrible es la vista que te doy?—su tono de voz juguetón me desconcierta y me bajo la manta de los ojos para verlo mejor. Es entonces cuando me doy cuenta de que ya está vestido y su manta ha quedado doblada en el asiento del copiloto.
—¿Hace cuanto estás despierto?—pregunto apretando más la manta contra mi pecho. Él ya está completamente vestido y yo estoy aún en ropa interior. Genial.
—Hace como media hora, pero al ver que seguías dormida he preferido no despertarte.—me explica a la vez que se pone los zapatos.—Deberías vestirte, tu ropa ya debe estar casi seca.—me tiende las prendas y yo la cojo tímidamente.
—Gírate.—le ordeno. Él solo ríe y hace lo que le digo. Al menos no tengo que preocuparme por que sea un pervertido.
Me visto lo más rápido que puedo y noto las prendas frías y húmedas pegarse a mi cuerpo, es una sensación un tanto desagradable pero hay que hacer lo que hay que hacer.
Una vez ya decente nos pasamos al asiento delantero y aprovecho el espejo para peinarme los pelos de loca que llevo.
—Tranquila, así ya estás perfecta.—dice Leonardo al verme pelear con mis rizos. Suavizo mis tirones y refugio mi cara en ellos para que no vea que su comentario me ha hecho sonrojar.
—No era mi intención quedarme dormida, lo siento.—intento cambiar de tema y le pido disculpas por mi descuido, espero que no esté en problemas por mí. Aunque ahora que lo pienso, la que va a estar en problemas voy a ser yo por no avisar a Violetta, me doy una palmada mentalmente.
—¿Estás de broma?—responde girándose para mirarme incrédulo. Al ver mi cara y darse cuenta de que no estoy bromeando habla.—Esto ha sido lo más divertido que he hecho desde...bueno desde hace muchísimo tiempo.—su voz suena animada y sus ojos desprenden un brillo especial.—En serio, ha sido fantástico.—me tranquiliza poniendo una mano en mi rodilla y dándole un pequeño apretón. Le sonrío agradecida y vuelve a fijar la vista en la carretera.
El viaje pasa entre conversaciones triviales sin importancia. Leonardo me anima a hablarle acerca de mis dibujos y como van las fotografías. Al principio me muestro un poco reacia a contarle sobre mis dibujos pero, para relajarme más, empieza él contándome un poco más acerca de su pasión por escribir.
—No recuerdo muy bien el momento en el que me enamoré de la escritura, sólo sé que pasó y ahora mismo no sé qué haría sin ella.—en todo momento mira al camino pero noto la serenidad y tranquilidad que le da al hablar de ello.—Siento que tengo las palabras atascadas dentro de mí y si no las escribo me van a consumir.—Cada vez comprendo más y más a Leonardo así que yo hago lo mismo. Dejo que me conozca un poco más, ya no tengo tanto miedo a hablar con él de mis pasiones, tengo la sensación que él me entiende y en ningún momento me ha juzgado. Incluso cuando vio sus retratos, eso aún me sigue preocupando un poco.
Cuando el coche aparca delante de mi casa nos despedimos con un beso en la mejilla y entro al apartamento intentando no hacer ningún ruido.
—¿Se puede saber en donde te habías metido?—la voz de Violetta me hace pegar un grito de sorpresa y tirar mis zapatos al suelo. Me giro lentamente encontrándomela con los brazos cruzados y su expresión inquisitiva.—No has vuelto en toda la noche, así que donde has estado y no me digas en casa de Alex porque lo llamé y me dijo que no estabas con él.—lo que me faltaba, ahora también tendré que darle explicaciones a él.
Suspirando me siento en el sofá y tomando aire le respondo.
—He estado con Leonardo.—susurro bajo pero lo suficientemente fuerte para que ella lo oiga.
—No me impor...¡¿que?!—chilla corriendo para sentarse a mi lado mirándome con los ojos como platos.—¿Leonardo? ¿Leonardo Gobbi? ¿Tu jefe?—su expresión es muy graciosa pero sus preguntas me exasperan un pelin.
—No, un Leonardo que conocí en una fiesta y ayer me intentó secuestrar. ¡Claro que me refiero a Leonardo Gobbi!—digo sarcástica. No me extraña que tenga esa reacción, pero ni siquiera yo sé lo que está pasando.
—¡No me lo puedo creer!—aplaude sin caber de la emoción, dando saltitos y palmadas. Ruedo los ojos intentando ignorar sus insistentes preguntas pero la cosa se alarga hasta prácticamente la hora de comer.