Los días pasan y llega el fin de semana. En la empresa está todo relativamente tranquilo, pero Alex después de enterarse de lo ocurrido con Leonardo, bueno, mejor dicho de exigirme una explicación del por qué no estuve en casa en toda la noche, no para de hacerme señas cuando está cerca. Por otro lado, he notado que Leonardo me observa más de lo habitual y cada vez que lo pillo mirando en mi dirección aparta la mirada disimuladamente.
Nuestra relación es un poco extraña, durante el trabajo nos intentamos tratar con el máximo profesionalismo, pero a veces no podemos evitar echarnos algunas miraditas, y eso Alex y Elena lo han empezado a notar.
Con Tiago nos vimos el otro día para hablar y ponernos al día de todo, al parecer Leonardo se está comportando de una forma muy rara y me quería preguntar si sabía algo al respecto.
Al principio me hice un poco la loca, pero lo notó y me vi obligada a contarle lo que pasó hace unos días.
—¡Ahora lo entiendo todo!—dice exasperado recostándose en el respaldo de la silla del bar.
—¿Qué es lo que ahora entiendes?—sueno desconfiada y entrecierro los ojos mirándolo de forma sospechosa.
—El por qué Leonardo ha estado actuando tan raro estos últimos días.—se rasca la barbilla mientras sigue mirándome.—Se ha vuelto ha enamorar y no sabe que hacer.—responde pensativo para después soltar una gran carcajada.
—¿Que?—me atraganto con el batido de chocolate.—Eso es mentira, ¿de donde has sacado eso?—intento recuperarme de la sorpresa y empiezo a toser.
—Lo conozco mejor que nadie, créeme cuando te digo que Leonardo se ha enamorado de ti.—me da unos golpecitos en la espalda para que deje de convulsionarme como una foca.
—Estás loco.—no entiendo por qué me ha molestado el comentario, supongo que es el hecho de que no sea verdad y yo quiero que sea verdad. «Ya basta Angie, él nunca se va a enamorar de ti» Intento convencerme a mi misma de ese pensamiento pero no sé por qué eso me produce un dolor en el pecho.
—Vamos a hacer una apuesta.—me dice inclinándose por encima de la mesa acercándose a mi lado.
—Yo no hago este tipo de apuestas.—miento. En verdad sí que he hecho este tipo de apuestas, pero en otras personas.
—Me da lo mismo, la haremos igual.—sonríe y me habla bajito.—El viernes que viene hay una fiesta en la casa de los Gobbi para recaudar dinero para una buena causa.—frunzo el ceño sin comprender que pinto yo en todo eso. Tiago capta mi desconcierto y se explica.—Quiero que vengas como mi acompañante. Y así veremos quien de los dos tiene razón.—sonríe pícaro, a lo que yo me niego inmediatamente.
—¡No!—exclamo sin dudar.—No voy a ir a una gala organizada por su familia contigo para que, ¿darle celos?—no soy muy fan de este tipo de acciones. No voy a negar que alguna vez lo he hecho pero preferiría no hacerlo.
—¡Si!—insiste entusiasmado.—Pareces estar muy segura de que a Leonardo no le gustas, y yo estoy seguro de que sí. Así que la mejor forma de comprobarlo es dándole celos.—mi cara muestra disconformidad pero él insiste.—Solo un poco de celos, nunca vienen mal.—hace pucheros y yo acabo rindiéndome porque sé que no habrá cosa que lo haga cambiar de idea.—¿Si?—veo su sonrisa llegar hasta donde le empieza a crecer el pelo.
—De acuerdo, está bien.—va a abrazarme pero pongo la mano para detenerlo.—Pero, si tengo yo razón y tu plan fracasa, vas a olvidar toda esta tontería.—lo apunto con el dedo avisándolo.—¿Compris?—levanta sus manos ha modo de defensa con una expresión divertida.
—Si, si. Crompris.—niego con la cabeza preocupándome lo que va a salir de todo esto. No creo que sea nada bueno.
***
Volviendo a la realidad, me descubro mirando las fotografías que le tomé a Leonardo en Madrid y en el claro sin que él se enterara. No entiendo lo que me está pasando últimamente con este hombre, desde la conversación con Tiago no hago más que pensar en él y tenerlo que ver cada día en el trabajo como jefe no ayuda en nada.
Ya se nos ha hecho costumbre encontrarnos por las tardes en el bosque y pasarnos las horas hablando y hablando de cosas sin importancia, pero también hay veces que nos quedamos en silencio, cada uno ensimismado en sus cosas, él escribiendo y yo pintando o fotografiando. No voy a negar que alguna vez he pensado en hacer zoom a la cámara para poder leer lo que escribe con tanto esmero, pero al final me acabo arrepintiendo y vuelvo a mis cosas. Cada vez mi curiosidad es más grande.
La mayoría de fotos que tengo de él son escribiendo o fijando la vista muy concentrado mordiendo el bolígrafo que siempre lleva con él. Aprecio sus bellos rasgos, en cómo sus labios se curvan al escribir y su entrecejo fruncido por la concentración. Su pelo parece una mata de rizos negros rebeldes que brillan a causa del sol y sus ojos tan cristalinos como el agua más limpia del mar.
¿Por qué no puedo para de pensar en él? ¿Que me hace no poder sacármelo de la cabeza? ¡Dios, es frustrante!