Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 27

Al final resultó que la comida familiar se alargó y Leonardo no pudo venir por la tarde.

—En serio lo siento.—oigo su voz arrepentida desde el auricular del movil.—De verdad me hubiera gustado poder ir pero la cosa se ha alargado.—suspira sonoramente y ya me lo puedo imaginar pasándose la mano por el pelo. 

—Tranquilo, no te preocupes.—no puedo evitar desilusionarme, ya que había planeado pasar la tarde con él. Y el hecho de no verlo me desilusiona.—Ya nos veremos otro día.

—Mañana.—dice enseguida. Sonrío por su impaciencia y acepto.—A la misma hora de hoy.

—Mañana, y sé puntual.—lo regaño medio en broma, pero en el fondo lo digo en serio.

—A sus órdenes, capitana.—dice con su tono firme y yo río.—Nos vemos mañana, hasta entonces Angelique.—lo último lo dice más bajito y de forma dulce.

—Adieu, Leonardo.—y cuelgo.—Genial, y ahora que hago yo.

Al final paso la tarde entera tirada en el sofá sin hacer nada, mirando películas. Y cuando viene Violetta le cuento todo el asunto de Leonardo, me dice que no me lo va a prohibir para nada, pero que vigile con él. «Como si no lo supiera…»


***

Ahora mismo me estoy preparando para nuestra “cita” diaria. Me decido por unos pantalones rotos combinados con una camiseta blanca abierta de hombros y abrochada por delante con una cuerda, mis fieles zapatillas blancas y mi inseparable cinta de pelo.

Gracias a la tarde de ayer que pasé sin hacer nada, se me me han ocurrido unas ideas para empezar con “el proyecto Leonardo” como yo lo llamo, que consiste básicamente en enseñarle a disfrutar de la vida, al menos hasta donde yo sé.

ANGELIQUE: Antes de que salgas de casa, necesito que traigas un poco de comida :)

Quiero prepararle un picnic y qué mejor opción que esa para hacer lo que tengo en mente. Espero que le guste.

LEONARDO: ¿Para que necesitas la comida?

ANGELIQUE: Tú solo haz lo que te pido. No falles😋

LEONARDO: Creo que me estoy arrepintiendo de haber propuesto esto…

ANGELIQUE: Tarde😁

Aún con la sonrisa tonta en la cara, entro a la cocina y cojo algo de la comida que sobró de la cena de ayer. Si, así vamos, con sobras. Lo meto todo en una cesta que he encontrado entre los armarios y con todo lo necesario salgo de casa.

Me doy un poco de prisa porque he salido un poco tarde y ahora no quiero ser yo la impuntual. 

—¡Aquí estoy!—digo corriendo hasta alcanzarlo. Él ya se encuentra sentado en la roca vestido de manera informal y con una mochila a su lado. Supongo que será la comida que le he pedido que lleve.—¡Siento la demora! El metro iba con retraso.—suelto las cosas en la hierba y me paro a respirar un poco.

—Si claro, el metro.—le doy una mirada de advertencia y me dedica una  sonrisa mordaz a la vez que se baja de la roca y mira mi cesta con curiosidad.—¿Que traes aquí dentro?

—Bueno, he pensado que para empezar con tu aprendizaje, lo podríamos hacer con un picnic.—de repente me siento cohibida y no sé si he hecho bien en hacerlo. Pero todas mis dudas se desvanecen cuando veo sus labios curvarse en una enorme sonrisa que le llega a los ojos.

—¿Es en serio?—me mira entusiasmado y yo asiento lentamente.—¿Que has traído?—se acerca rápidamente a la cesta y cuando la va a abrir se la cierro en las narices.—¡Eh, quiero verlo!—refunfuña como un niño pequeño. 

—Lo verás cuando lo preparemos todo.—tal como digo eso ya tengo a Leonardo sacando la manta de cuadros que he traído y estirándola en el suelo con esmero. No me puedo creer que el  hombre que tengo delante sea mi jefe o, básicamente, un hombre serio.

Primero saca toda la comida que se ha llevado y quedo impresionada por la cantidad. ¿Es que a caso pensaba que nos íbamos de expedición o algo parecido?

—De acuerdo, creo que me estoy dando cuenta que me he pasado un poco.—se rasca la nuca mirando toda la cantidad de comida y yo me río estando de acuerdo con él.—Bueno, ahora quiero ver lo que has traído.—se pone de rodillas y espera impacientemente a que saque mis cosas.

—Tienes suerte de que yo no haya traído tanta cosa.—digo a la vez que le paso el recipiente con pollo y patatas fritas y arroz con tomate. Lo veo casi babear encima del bol y, apiadándome de él, le doy permiso para que empiece a comer. Sin dudarlo me hace caso.

Se lleva un trozo de pollo a la boca y cierra los ojos haciendo un sonido raro con la garganta saboreando la comida.

—Esto definitivamente es el cielo.—habla con la boca llena y metiéndose otro trozo. 

—Dale las gracias a Violetta, yo no sé cocinar.—río uniéndome también a la comida. Al final ha sido buena idea lo del picnic.

Le pregunto acerca de su comida familiar de ayer y me dice que estuvo muy bien en general, exceptuando ciertos momentos de tensión con su padre. Pero su hermana pequeña hizo la tarde más llevadera.

—Suelen tener ese efecto los hermanos. Cuando crees que no aguantas, allí están para ti sin darse cuenta.—hablo recordando mis momentos con André y lo hecho de menos, Leonardo asiente de acuerdo conmigo y se fija en los dos potes de cristal vacíos que hay en la cesta.




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