Doble Nacionalidad

CAPÍTULO 39

—No puede ser tan malo.—digo soltado una media risa.

Nos encontramos sentados en la hierba, bajo el gran árbol haciéndonos sombra. Después del maravilloso beso, Leonardo ha insistido en hablar y, pese a mi descontento, no ha habido manera de persuadirlo. No quiero estropear este reencuentro.

—He hecho cosas de las que no estoy orgulloso, Angelique.—dice mirándome directamente a los ojos.—Pero antes que nada, quiero que sepas que intento rectificar mis errores e intento ser mejor persona por ti.

—No quiero que cambies tu forma de ser o tu persona, Leonardo, y menos por mi.—respondo seria cogiéndole la mano y dándole un cariñoso apretón.

Veo como toma una profunda bocanada de aire y fija la vista en un punto fijo del jardín.

—En mi último año de carrera conocí a una hermosa chica,—en el momento que empieza a narrar, contengo la respiración, recelosa a lo que va a contar.—Katia se llamaba. Fue amor a primera vista y decidimos intentarlo. Pasó el tiempo y cada vez los dos estábamos más enamorados, o al menos eso creía yo.—suelta una risa amarga y yo le aprieto la mano para infundirle fuerzas.—El caso es que cuando cumplimos veintiún años le propuse matrimonio.

—¿Que?—mi voz apenas es un susurro. Mi cerebro se ha quedado en blanco y no reacciona. ¿Leonardo estuvo casado?

—Ella me dijo que sí, pero con una condición.—sigue narrando sin hacer caso de mi interrupción y me obligo a prestar atención a lo que está diciendo y dejar a un lado la imagen que me viene a la mente de Leonardo casado con otra mujer.—Que la boda fuera en secreto y que no quería a la prensa ni a nadie detrás suyo. Yo en ese momento estaba locamente enamorada de esa mujer, por lo que acepté las condiciones sin dudar.—deja ir un risa amarga y, pese a que se mantiene sereno, puedo ver el dolor y la culpa a través de sus ojos. Me rompe el corazón verlo así.

—Fue entonces cuando todo empezó a desmoronarse.—baja la vista a mis dedos y empieza a juguetear con los de él.—Nadie sabía acerca de nuestro matrimonio, ni mi padre, ni mi madre, ni incluso Tiago.—alzo las cejas sorprendida. Pensaba que con Tiago compartían todo.—Me prohibió hablar sobre nosotros a nadie. En ese tiempo mi padre estaba al mando de la empresa y tenía mucho trabajo que hacer, por lo que siempre me pedía ayuda. Me pasaba días enteros encerrado en la oficina e incluso varias veces me quedé dormido allí.

—¿Tú? ¿Dormido en una dura silla sin un buen colchón que te acompañe?—pregunto sarcástica para quitarle hierro al asunto. Al parecer funciona porque lo veo soltar una pequeña risita.

—Aunque no lo creas no soy tan delicado.—me mira pícaramente y le devuelvo la mirada entrecerrando los ojos.

—Lo que tu digas, mon beau.—palmeo suavemente su brazo y dejo que continúe.

—El caso es que a Katia esto no le hizo mucha gracia, pero podía mantenerla a raya. Fue cuando mi padre me empezó a forzar que me casara con la hija de un buen amigo suyo cuando todo se salió definitivamente de control.—Dios mío, ¿pero en que siglo vivimos? ¿Aún se lleva eso de casarse por conveniencia? No puedo creer que su padre le obligara a hacer algo así. Bueno, rectifico, si que me lo puedo imaginar.

—Intenté hablar con él y hacerlo razonar, pero no hubo manera. Por un lado mi padre me amenazaba con desheredarme y quitarme todo los logros conseguidos si no aceptaba y por otro lado Katia y yo cada vez teníamos más y más problemas, discutíamos y nos peleábamos por todo. Una noche, discutimos muy fuerte y ella me echó de casa y me dijo que no volviera hasta que hubiera entrado en razón y en vez de hacerle caso como debería haber hecho, me fui a un bar y me emborraché.—se pasa una mano temblorosa por la cara y yo me quedo quieta, esperado a que siga.
—No recuerdo prácticamente nada de aquella noche, solo sé que me desperté en una cama que no era la mía y con una mujer que tampoco era la mía. Tuve miedo de las consecuencias que esto podría traer y salí corriendo de allí con la intención de refugiarme en la casa de Tiago para desahogarme por fin y pasar unos días. Al contarle acerca del asunto casi me mata.—ríe irónico.

—Normal, y tienes suerte de seguir aún con vida. Yo no te habría dejado escapar.—río con él.

—Pero mis planes no salieron según lo esperado y al día siguiente tenía presentes en el salón de la casa de Tiago a mi padre y a Katia pidiéndome una explicación del por qué salía fotografiado en una revista entrando a una casa con una mujer de madrugada y saliendo por la mañana.—su mirada se ha vuelto sombría y ya no queda ni rastro de su preciosa sonrisa. Me llevo una mano a la boca impresionada.—Ella estaba fuera de sus casillas y en un ataque de furia le conté todo a mi padre, el cual se limitó a observarme y negar con la cabeza, decepcionado. No volví a ver a Katia hasta tres días después, no volvió a casa y cuando lo hizo ni me dirigió la palabra. No sabía que hacer, quería arreglarlo pero no sabía como, así que intenté recurrir a mi padre, pero no me quiso ayudar, él quería que me casara con la chica que salía conmigo en el periódico. Que resultó ser nada más y nada menos que la hija del presidente de recursos humanos.—en este momento mi cerebro hace un clic y las cosas empiezan a encajar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.