El silencio en la habitación del hospital era palpable, solo interrumpido por el suave zumbido de las máquinas que monitoreaban el frágil estado de Amanda. El doctor Terry seguía sentado a su lado, su mano aún sosteniendo la de ella con una firmeza reconfortante. Las palabras de Amanda habían quedado flotando en el aire, como un secreto que ya no podía ser ignorado.
— Amanda —dijo el doctor Terry finalmente, con voz suave pero cargada de emoción—, lo que sientes… no es algo que debas ocultar. Pero debemos ser conscientes de la situación en la que estamos. Yo soy tu médico, y mi principal responsabilidad es tu bienestar. No quiero que esto se convierta en algo que te cause más dolor.
Amanda lo miró, con lágrimas brillando en sus ojos.
— Lo sé, doctor Terry. Y no quiero complicar las cosas. Pero… no puedo evitar lo que siento. Usted ha sido mi apoyo, mi luz en medio de todo esto. No sé cómo explicarlo, pero cuando está cerca, siento que puedo seguir luchando.
El doctor Terry suspiró, pasándose una mano por el cabello canoso. Su expresión era una mezcla de conflicto y ternura.
— Amanda, yo también he sentido algo por ti desde hace tiempo. No es algo que haya planeado, ni algo que haya buscado. Pero verte luchar con tanta fuerza, con tanta determinación… es imposible no admirarte. No solo como paciente, sino como persona.
Amanda sintió cómo su corazón latía con más fuerza, como si esas palabras le hubieran dado una nueva energía.
— Entonces… ¿qué hacemos? —preguntó, con voz temblorosa.
El doctor Terry se inclinó hacia adelante, mirándola a los ojos con una intensidad que la hizo contener la respiración.
— Lo que hacemos es seguir adelante, pero con cuidado. No podemos ignorar lo que sentimos, pero tampoco podemos dejar que esto interfiera con tu tratamiento. Eres mi prioridad, Amanda. Tu salud, tu bienestar… eso es lo más importante.
Amanda asintió, sintiendo cómo las lágrimas caían por sus mejillas.
— Entiendo, doctor Terry. Y estoy de acuerdo. Pero… ¿podemos al menos ser honestos el uno con el otro? No quiero esconder lo que siento.
El doctor Terry le sonrió, con una expresión que transmitía más que palabras.
— Podemos ser honestos, Amanda. Y podemos apoyarnos mutuamente. Pero debemos recordar que esto es complicado. No solo por nuestra relación médico-paciente, sino porque… —hizo una pausa, como si le costara decir las palabras— porque tu situación es delicada. No quiero que esto te lastime más de lo que ya estás.
Amanda cerró los ojos, sintiendo cómo el peso de sus palabras la golpeaba. Sabía que el doctor Terry tenía razón. Su situación era frágil, y cualquier distracción podía ser peligrosa. Pero también sabía que lo que sentía por él era real, y que negarlo sería como renunciar a una parte de sí misma.
— Lo sé —dijo finalmente, con voz firme—. Y no quiero que esto se convierta en un problema. Pero… ¿podemos al menos permitirnos esto? ¿Podemos permitirnos sentir, aunque sea por un momento?
El doctor Terry la miró, con una expresión que transmitía más que palabras.
— Sí, Amanda. Podemos permitirnos sentir. Pero debemos ser cuidadosos.
Amanda asintió, sintiendo cómo una oleada de alivio la invadía. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, pero también sabía que no estaba sola.
— Gracias, doctor Terry —dijo, con voz quebrada—. Gracias por ser honesto conmigo.
El doctor Terry le apretó la mano, con una fuerza que transmitía más que palabras.
— No hay de qué, Amanda. Y quiero que sepas que, pase lo que pase, estaré aquí para ti.
Amanda cerró los ojos, sintiendo cómo el calor de la mano del doctor Terry la reconfortaba. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, pero también sabía que no estaba sola.
Aún sigo soñando.
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Editado: 19.03.2025