El doctor Terry se inclinó hacia adelante, acercándose lentamente a Amanda. El aire entre ellos parecía cargarse de electricidad, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese pequeño espacio entre sus labios. Amanda contuvo el aliento, sintiendo cómo el tiempo se detenía.
— Amanda —susurró el doctor Terry, su voz apenas audible, pero llena de una intensidad que la hizo estremecer—, no puedo seguir fingiendo que esto no es real.
Amanda lo miró, con los ojos llenos de lágrimas que aún no se atrevían a caer.
— Doctor Terry… —murmuró, con voz temblorosa—, no sé si esto está bien.
Él le acarició suavemente la mejilla, como si temiera que pudiera romperse.
— No sé si está bien tampoco —admitió, con un tono sincero—. Pero sé que no puedo seguir negando lo que siento por ti.
Amanda cerró los ojos por un momento, como si intentara encontrar fuerzas en algún lugar dentro de sí.
— ¿Y si esto complica todo? —preguntó, con voz quebrada—. ¿Y si lastimamos a alguien?
El doctor Terry suspiró, pero no apartó su mirada de ella.
— Lo sé, Amanda. Lo sé. Pero… ¿y si no lo intentamos? ¿Y si nos perdemos esto por miedo?
Amanda abrió los ojos, y en ellos se reflejaba una mezcla de miedo y esperanza.
— No quiero perderme esto —confesó, con voz apenas un suspiro—. No quiero perderme… a ti.
El doctor Terry sonrió débilmente, como si esas palabras hubieran roto una barrera dentro de él.
— Entonces déjame hacer esto —dijo, acercándose aún más—. Déjame mostrarte lo que siento, aunque sea solo por un momento.
Amanda asintió lentamente, sin poder encontrar las palabras. Sus labios estaban a solo un suspiro de distancia cuando el doctor Terry murmuró:
— Esto no es solo compasión, Amanda. Esto es… más de lo que puedo explicar.
Y entonces, sus labios se encontraron.
Fue un beso suave al principio, como si ambos temieran romper el frágil momento. Pero pronto, la ternura se convirtió en algo más profundo, algo que transmitía todo lo que no habían podido decir con palabras. El doctor Terry inclinó ligeramente la cabeza, acercándose aún más, mientras Amanda respondía con una entrega que la sorprendió a sí misma.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento. Amanda abrió los ojos lentamente, como si despertara de un sueño.
— Eso… —susurró, con voz temblorosa—, eso fue…
— Real —interrumpió el doctor Terry, con una sonrisa tierna pero firme—. Tan real como tú y yo.
Amanda sonrió, aunque las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.
— ¿Y ahora qué? —preguntó, con voz quebrada—. ¿Qué hacemos con esto?
El doctor Terry la miró, con una determinación que no había mostrado antes.
— Lo que sea necesario —dijo, tomando su mano con firmeza—. Porque esto… esto vale la pena.
Amanda asintió, sintiendo cómo el calor de su mano la reconfortaba.
— Entonces… no nos escondamos más —dijo, con una voz que ganaba fuerza—. Hagamos esto juntos.
El doctor Terry sonrió, y en ese momento, supo que no importaba lo que viniera después. Porque, por primera vez en mucho tiempo, se sentía vivo.
— Juntos —repitió, acercándose de nuevo, como si no pudiera resistirse—. Siempre juntos.
Y esta vez, el beso fue aún más dulce, como si ambos supieran que, pase lo que pase, habían encontrado algo que valía la pena luchar.
Y tal vez, solo tal vez, eso no era suficiente.
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Editado: 19.03.2025