Doctor Corazón

Capítulo 16 El Regreso a Casa

El alta médica llegó de manera inesperada. Después de semanas en el hospital, lidiando con los efectos agotadores de la quimioterapia y las emociones encontradas que surgieron entre ella y el doctor Terry, Amanda finalmente recibió la noticia de que podía volver a casa. Aunque el tumor no había desaparecido, su cuerpo había mostrado una resistencia inesperada, y los médicos consideraron que estar en un entorno familiar podría ser beneficioso para su recuperación emocional y física.

Sin embargo, volver a casa no significaba que la batalla hubiera terminado. De hecho, era solo el comienzo de una nueva fase en su lucha.

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El viaje de regreso fue silencioso. Amanda iba sentada en el asiento trasero del auto de sus padres, mirando por la ventana mientras las calles familiares pasaban lentamente. La casa que tanto había extrañado ahora parecía un lugar lejano, como si perteneciera a una vida que ya no era suya.

— ¿Estás lista, cariño? —preguntó su madre, con voz suave pero llena de preocupación, mientras estacionaban frente a la casa.

Amanda asintió, aunque en el fondo no estaba segura. Sabía que volver a casa no sería fácil. Las paredes que una vez la protegían ahora parecían guardar recuerdos dolorosos, y cada rincón le recordaba lo que había perdido: su salud, su independencia, su vida tal como la conocía.

Al entrar, el olor a hogar la golpeó con fuerza. Era un olor familiar, reconfortante, pero también le recordaba lo frágil que era todo. Su habitación estaba tal como la había dejado, con sus libros favoritos en la estantería, sus fotos en la pared y su piano en la esquina. Pero ahora, todo parecía diferente.

— ¿Quieres descansar un poco? —preguntó su padre, con una expresión de preocupación en el rostro.

Amanda negó con la cabeza.

— No, papá. Quiero sentarme en el sillón de la sala. Quiero sentir que estoy en casa.

Sus padres la ayudaron a sentarse en el sillón, cubriéndola con una manta suave. Amanda cerró los ojos, sintiendo cómo el cansancio la invadía. Pero también sentía algo más: una determinación que no había sentido en semanas.

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Los días siguientes fueron una mezcla de emociones. Amanda luchaba por adaptarse a su nueva realidad. El dolor seguía presente, pero ahora era más manejable. Sin embargo, la batalla no era solo física. Cada mañana, al despertar, se enfrentaba a la incertidumbre de lo que el día le depararía.

Una tarde, mientras estaba sentada en el jardín, disfrutando del sol en su rostro, recibió una visita inesperada.

— Amanda —escuchó una voz familiar.

Era el doctor Terry.

Amanda lo miró, sorprendida.

— Doctor Terry, ¿qué hace aquí? —preguntó, con voz temblorosa.

El doctor Terry se acercó, con una sonrisa suave en los labios.

— Vine a ver cómo estás. No podía dejar de preocuparme por ti.

Amanda sintió cómo el corazón le latía con fuerza.

— Estoy… luchando —dijo, con voz quebrada—. Pero estoy aquí. Eso es lo importante.

El doctor Terry se sentó a su lado, tomando su mano con suavidad.

— Eres increíble, Amanda. No dejas de sorprenderme.

Amanda lo miró, sintiendo cómo las lágrimas caían por sus mejillas.

— Gracias, doctor Terry. Gracias por estar aquí.

El doctor Terry le sonrió, con una expresión que transmitía más que palabras.

— No hay de qué, Amanda. Y quiero que sepas que, pase lo que pase, estaré aquí para ti.

Amanda cerró los ojos, sintiendo cómo el calor de la mano del doctor Terry la reconfortaba. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, pero también sabía que no estaba sola.




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