Hoy fui a buscar a mi hermana al aeropuerto. Acababa de regresar de Francia, donde había estado estudiando en un intercambio de estudiantes. El aeropuerto estaba lleno de gente, y con lo pequeña que es, no la encontraba entre la multitud. Pero, por suerte, era bastante gritona, así que la escuché al instante.
—MIFUU, MIFUUU, ¡LLEGUEEE!
Sí, Mifu me llamaba mi hermana, aunque nunca le encontré mucho sentido. Lo hizo desde que tenía dos años, y por alguna razón, lo siguió haciendo.
—Si, ya te vi, Nabi. Has crecido más desde la última vez que te vi.
Me daba risa lo pequeña que seguía siendo con 21 años. No pude evitarlo, pero traté de que no se notara lo graciosa que me parecía. A menudo la miraba, pero ese día no tenía mucha energía para burlarme de ella.
—Oye, no soy tan baja, apenas me llevas cuatro años. ¿Mamá está en casa?
Eso me pareció raro. Nunca hablaba de mamá tan casualmente, siempre más seca, o con menos emoción. Tal vez me había perdido algo. O tal vez estaba tan aislado que simplemente no me interesaba.
—Sí, aunque está ocupada. Su jefe la ascendió en el trabajo y la llenó de tareas.
—Uy, pobre mamá. Bueno, ¿nos vamos? Quiero ir a verla.
Le asentí con la cabeza. No me sentía cómodo, sentía que alguien me observaba desde que llegué. Ya quería llegar a casa... ¿Casa? ¿Desde cuándo le llamo "casa"? Hace demasiado tiempo que no la veía como tal.
Decidí apartar esos pensamientos y centrarme en Nabi, quien me miraba con curiosidad, como si quisiera leerme la mente. Era demasiado ansiosa, y cuando no cumplía lo que me pedía, me miraba de manera incómoda, aunque nunca lo conseguía.
El viaje en auto fue tranquilo y silencioso. Nabi hablaba por teléfono con un tal Francis. ¿Quién era Francis? Al parecer, lo había conocido en el intercambio y se hicieron muy unidos. Aunque no me interesaba mucho, empecé a sacar conversación sobre él.
—¿Cuántos años tiene? ¿Su color favorito? ¿Dónde vive? ¿Qué...?
—Elías, para! No es mi novio, y no seas tan compulsivo.
—Pero...
—¡Pero nada! No seas pesado, y presta atención al frente.
Al llegar a casa, sentí esa misma sensación incómoda de que alguien me observaba. Apuré a Nabi para que bajara del coche y entrara rápido. Al entrar, mamá nos esperaba con lasaña. No tenía mucha hambre, pero igual me quedé a comer.
—Ay, Nabi, no sabes cuánto te he extrañado, tesoro. Desde la última conversación que tuvimos siento que somos cada vez más unidas.
¿Qué conversación?
—Eh, siento que me he perdido de algo importante, ¿no, madre?
—¡Ay, Elías, por Dios! Soy tu mamá, deja de hablarme tan formal.
—Sí, Elías, desde que papá se fue, le has estado hablando a mamá muy diferente. Has cambiado mucho.
—¿En serio le dices a ese hombre "papá" como si nada? Hablan de él como si fuera el mejor hombre del mundo, pero no recuerdan todo lo que nos hizo.
—Ay, Mifu, pero eso fue hace años. Él se fue, y todo mejoró. Ya olvídalo.
Me levanté de la mesa sin mediar palabra y fui directo a mi habitación. Me tiré en la cama y cerré los ojos. Al abrirlos, tenía una notificación. Era de Timothy, mi mejor amigo de la infancia. Siempre estuvo cuando lo necesité.
Notificación: Timothy😎
Timothy😎:
- Hola capo, como estas?
( 20 segundos después...)
Elías:
- Supongo que bien.
(5 minutos después...)
Timothy😎:
- Te conosco Elías, otra vez te pusiste mal por el verdad??
( Dudé un poco en si decirle o no pero preferí no decirlo..)
Elías:
- No es eso.. Es que.. No lo se déjalo.
Timothy😎:
- Porfavor Elías soy tu mejor amigo, cuentame que pasó ahora, es sobre el verdad?
(10 minutos después...)
Elías:
- Si.. Es que mi hermana quiere que me olvide de todo como si fuera fácil.
(30 segundos después...)
Timothy😎:
- Sinceramente estoy de acuerdo con ella, ya no lo ves hace 5 años, no es como si fuera a volver amigo.
Elías:
- De acuerdo, iré a domir un rato, nos vemos mañana Timy.
(20 minutos después...)
Timothy😎:
- Adiós hermano 💅 jajajajja, saluda a tu hermanita por mi😏
(1 hora después...)
Elías:
-🙄
Las conversaciones con Timothy siempre me alegraban, pero esta vez... no me sentía tan cómodo. Me incomodó el hecho de que le diera la razón a mi hermana. El pensarlo me hizo sentir como si lo que yo sentía no importara, como si todo el sufrimiento que había pasado no tuviera valor.
Me quedé mirando el techo durante unos minutos... o quizás horas. Pensé en todo lo que había pasado ese día. El cansancio comenzó a apoderarse de mis párpados y de cada parte de mi cuerpo. Poco a poco, el sueño me alcanzó. Tal vez era lo mejor. Dormir un rato, desconectarme por unas horas, quizás me calmaría.