Dolor y sangre

Primer día de trabajo

Me acomodé la corbata y me dirigí a la enorme entrada de cristal del edificio. Me sentía demasiado nervioso... Tragué saliva y decidí entrar.

Un fuerte aroma a café me envolvió al instante. ¿Se podía tomar café en estos lugares? Bueno, al menos hoy mi camisa no corría peligro. Sonreí levemente ante el pensamiento y caminé hacia el interior.

Mi jefe no tardó en aparecer. Me mostró las instalaciones y me llevó hasta mi estación de trabajo. El murmullo de teclados y voces mezcladas me resultaba extraño. Intenté interactuar con algunos compañeros, pero estaban tan absortos en sus tareas que fue imposible obtener más que un asentimiento distraído.

Cuando llegó la hora del almuerzo, decidí buscar la cocina, donde supuestamente había una máquina de café y algunos bizcochos. Mientras avanzaba por el pasillo, choqué levemente con alguien que venía en dirección contraria.

—Oh, discúlpeme... —murmuré sin pensar, levantando la mirada.

El aire se me atascó en la garganta. Esos ojos.

Isabella.

Su expresión reflejaba la misma sorpresa que yo sentía. Parecía nerviosa, más que la primera vez. Pero antes de que pudiera procesarlo, bajé la mirada hacia mi camisa. Otra vez. Otra vez el café.

Fruncí el ceño.

—Al parecer te encanta derramarme café en mi camisa, ¿verdad?

Su rostro se tornó aún más rojo, y rápidamente sacó unas servilletas.

—Discúlpeme, se lo compensaré, estuve esperando que me contactara, pero nunca lo hizo. Permítame limpiarlo.

Extendió la mano con las servilletas y, por reflejo, me alejé un poco. No estaba cómodo con la idea de que me tocara. Ella se quedó inmóvil un segundo antes de bajar la vista, avergonzada.

—Lo siento —dijo en voz baja, entregándome las servilletas para que me limpiara yo mismo.

Antes de que pudiera decir algo más, unos pasos firmes se acercaron por el pasillo.

Mi jefe.

Nos miraba con una media sonrisa.

Diablos, mi primer día y ya me estoy metiendo en problemas.

—Deveraux, a mi oficina. Ahora —dijo en tono neutral, haciéndome un gesto para que lo siguiera.

Un escalofrío recorrió mi espalda. El único que solía llamarme por mi apellido era mi padre, y escuchar ese tono serio me puso tenso por instinto. Tragué saliva y lo seguí sin pensarlo demasiado. Entramos en su oficina. Sí, de seguro me va a despedir.

—Deveraux, siéntese...

Segui sus órdenes y lo mire intentando esconder lo nervioso que estaba, las manos me susaban y no sabía que hacer.

- Mire señor Deveraux, lo estaba buscando porque necesito que haga algo por mi, ya veo que ya conoció a la señorita Sinclair...

Espera un momento, ¿estaba hablando de la Mancha camisetas tres mil?

Digo, ¿Isabella?

- Debido a que usted es nuevo dudo que sepa, pero la señorita Sinclair es su gerente y ella pidió tener una reunión general mañana, esto se lo comunicó yo ya que ella estaba muy ocupada y no lo conocía de rostro.

Genial, ¿la persona que manchó mi camisa favorita dos veces en menos de 48horas es mi superior? Esto debe de ser una broma.

- ¿Entonces ella es mi gerente?

- Si, como ya le eh dicho, la reunión será a las 8:30, espero verlo ahí, buena tardes ya puede retirarse.

- Muchas gracias señor, buenas tardes.

Salí de su oficial con el corazón a mil, estaba seguro que me echaría la bronca pero al final no, ¿así que ella es mi gerenta, eh? Mientras no vuelva a manchar mi camisa, la frase resonó en mi cabeza y mire hacia mi camisa en un segundo, oh, mierda, tenía que cambiarme ya.

Salí del baño con una nueva camisa. Acomodandome las mangas maldiciendo internamente.

Espero esto no se vuelva una costumbre porque ya estaba siendo molesto.

Di unos cuantos paso y al alzar la vista la ví, ahí caminando hacia mi dirección con un.. Café.

Alce mis brazos como si fuera a parar una acatastrofe.

-Quédate quieta, Sinclair- Advertí con el ceño fruncido - Si vuelves a tirar una gota mas de café sobre mi camisa, haré que prohíban el café.

Me miro con incredibilidad y me dedicó una pícara sonrisa.

- ¿Ah si, Deveraux ? ¿Y que pasa si me acercó? ¿Me despediras?

Me miro picaramente pero yo frunci aún más el ceño. Le dedique una mirada de advertencia y pase por su lado sin responderle, no hiba a darle el gusto de seguir con sus jueguitos.




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