Dolor y sangre

¡Bienvenido Elías!

Al llegar a la casa de Isabella sentía una extraña sensación de que no tenía que estar ahí.

La casa era enorme y muy bonita, me paré frente a la puerta y decidí tocar el timbre con los dedos temblorosos por la pelea con mi madre.

El trayecto a la casa había sido horrible, toda la situación de ese día no había parado de retumbar en mi mente. No debí tocar por segunda vez el timbre porque se abrió la puerta, ahí estaba parada ella, con unos shorts Rosas y un buso polar violenta, su pelo estaba despeinado, al parecer estaba durmiendo.

-Bienvenido, siéntete como en tu casa...

Su voz se sentía segura y tranquila, lo contrario a la mía que daba hasta pena.

- Gracias, Isabella , disculpa la molestias no sabía que estabas durmiendo.

Se miróde arriba a bajo y se ruborizo como si no se hubiera dado cuenta de lo desarreglada que estaba. Ingrese al interior de la casa, era cálida y acogedora, muy moderna al parecer.

-¿Quieres que te muestre tu habitacion?

Asentí sin mediar palabra, estaba muy agotado por todo lo que pasó. Subimos unas escaleras y nos dirigimos por un pasillo, entramos a una habitación, la cama estaba bien tendida, tenía una ventana que tenía una hermosa vista y tenía un baño propio muy amplio.

- Espero te guste, nunca la he usado, nunca tengo visita sinceramente

- Gracias por todo..

Me senté en la cama la cual estaba bastante cómoda.

-¿Tienes hambre? Hice lasaña por si quieres un poco...

- No gracias, no tengo hambre.

Mentí, aunque me rugía el estómago decidí no comer.

- Esta bien, cualquier cosa mi habitación esta en frente.

Cerro la puerta tras ella, me recosté en la cama y mire el techo. No podía creer todo lo que había pasado. ¿Había sido una buena decisión venir aquí? Bueno eso ya no importa. De un momento a otro me gano el sueño y me quedé dormido.

Al día siguiente desperté con el sol en mi cara. Debería pedirle a Isabella que compre unas cortinas.

Me cambié de ropa y me dirigí al piso de abajo. Entré a la cocina y ahí estaba ella, con un moño desarreglado, tomando un café mientras leía un libro.

—Buenos días...

—Oh, buenos días, Elías...

Sentí que quiso decirme algo más, pero no encontraba las palabras.

—¿Cómo dormiste?

—Bien, hace semanas que no dormía tanto.

Dije mientras me preparaba un café.

—Me alegro.

Ella me miraba con cautela, como si quisiera leer mi mente.

—Oye, Elías, si quieres hablar o algo, estoy para ti.

Se veía que se me notaba la angustia y el cansancio, aunque hubiera dormido por horas.

—Es complicado...

Sentía la necesidad de contárselo, no podía seguir cargando con ese peso, y... algo en ella me hacía sentir bien conmigo mismo. Intenté buscar las palabras para decírselo, pero era imposible.

—Mi padre... regresó y mi madre... y todo era un asco... Necesitaba salir de ahí.

Tomé una bocanada de aire, y mi voz empezó a quebrarse.

—Solo quiero... no ser traicionado por todos...

Me miró como si entendiera cada palabra que dije, que ni yo entendí. Me rodeó con un brazo para intentar tranquilizarme.

—De acuerdo, Elías, si no quieres contármelo, está bien. Si así te sientes cómodo.

—Lo siento, te prometo que algún día te lo contaré.

Forcé una sonrisa y seguimos desayunando.

El resto del desayuno fue en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Como era sábado, no había motivo para apresurarnos a nada. Ella seguía leyendo su libro pero de a momentos me observaba para comprobar que estuviera bien.

Ya había terminado mi cafe hace unos minutos así que decidí levantar y llevarlo al fregadero para lavarlo.

—Oye, Elías... No sé si te gustaría la idea de acompañarme al cumpleaños de una amiga. Tal vez te ayude a despejarte un poco, pero si no quieres, puedes quedarte aquí.

La mire sorprendido por la propuesta y lo pensé un momento. Aunque no me sentía de muy buenos ánimos, era cierto que algo de aire fresco me haría bien y un poco de distracción me vendría bien.

—Está bien, iré.

—Perfecto, la fiesta es a las 9, así que prepárate. No está muy lejos y vamos en mi auto, así que nos vemos aquí a las 8.

—Muy bien, nos vemos entonces a las 8, si no te molesta ahora iré a mi habitación a descansar un poco, además tengo que elegir que ponerme.

Me dirigí a mi habitación y me eché una siesta.

Al despertar decidí darme una ducha y ponerme un traje informal pero elegante, arreglé mi cabello y fui al living donde me encontraría con ella.

Al bajar ella estaba ahí mirando hacia la ventana, llevaba su pelo levemente rizado y un vestido ajustado que marcaba bien su figura, era un azul oscuro que sinceramente le quedaba muy bien, hacía que sus curvas se acentuaran, ¿cómo era que un simple vestido le pudiera quedar tan bien?

Literalmente quede con la boca abierta y no le podía sacar la mirada de encima, se veía preciosa,¿cómo nunca me di cuenta que Isabella era tan bonita?

Me repetí una y otra vez que solo era un vestido pero en serio tenía un magnífico cuerpo, se que no estaba bien que la mirara de esa forma pero no podía evitarlo. No sabía si era el vestido... o si era yo quien empezaba a verla de otra manera.

Ella debió notar la impresión que causó su vestimenta en mi ya que me observó y esbozó una leve sonrisa.

- ¿Ya estás listo?..

Parpadee varias veces para desviar mi vista de lo que fuera que estuviera mirando.

-S-si, ¿ya nos vamos?

Nos dirigimos al auto, el transcurso del viaje fue tranquilo, no intercambiamos palabra, pero ella puso música. No tenía mal gusto la verdad, no tardamos tanto en llegar. Al llegar aparcó en una casa enorme, parecía una mansión . ¿En serio tenía tales contactos?




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