Dolor y sangre

"No estás sola"

A la mañana siguiente, Timothy ya se había ido y habíamos acordado que no habría más secretos ni mentiras entre nosotros.

Estaba revisando unos papeles del trabajo cuando tocaron el timbre. Normalmente, Isabella avisaría si alguien venía, así yo me encerraba y evitaba el contacto innecesario. Pero esta vez no fue el caso.

Me levanté algo irritado y fui a abrir. Isabella no estaba, así que no tenía otra opción.

Al abrir la puerta, me encontré con un chico bajo, rubio y con una motita que parecía querer parecerse a una barba.

—¿Está Isabella? —me preguntó con cara de idiota, como cualquier tipo que le arruina la vida a una chica y vuelve de la nada cuando quiere.

—No, no se encuentra. ¿Y quién se supone que sos?

—Yo soy David Ferrer, su... ex.

¿Ex?... Claro, ya entendía por qué desde que lo vi me empezó a arder la sangre. Lo miré de arriba a abajo.

—¿Y tú quién sos?

—Elías.

—¿Un amigo?

Esbocé una pequeña sonrisa y me recosté en el marco de la puerta para que le fuera imposible ver el interior. Le iba a decir que era su compañero de trabajo o cualquier otra cosa, pero no tenía ganas.

—Vivo con ella.

Su mirada se congeló unos segundos y levantó las cejas por reflejo al escuchar lo que le dije. Genial, le dolió.

—Ah —fue lo único que pudo formular, como si todavía lo estuviera procesando—. No sabía que Isabella tuviera... compañía.

—Hay muchas cosas que no sabés sobre ella.

Se hizo un silencio incómodo entre ambos. Lo miré a los ojos.

—Pero supongo que por algo sos su ex, ¿no?

Él forzó una sonrisa, mirándome con furia. Quería decirle algo más, algo que lo dejara sin palabras, y ahí fue cuando salió:

—Hay muchas cosas que no sabés sobre ella, pero claro, no todos pueden darse cuenta. Siempre hay que saber mirar para ver el encanto de una bella dama. Es inteligente y ama su trabajo; trabaja hasta el cansancio para lograr sus sueños. No sabés lo que le encantan los libros y lo hermosa que se ve leyéndolos, cómo se emociona cuando hay una escena que le encanta o cómo llora cuando algo la entristece. Lo que le encanta cocinar. Lo que ama hacer.

Miré unos momentos hacia abajo, y los ojos se me humedecieron al darme cuenta de todo lo que había dicho. Él me miró sorprendido e incómodo; al parecer, no sabía nada de eso.

—Disculpame por regresar. Ya veo que ella tiene a alguien más y va a ser inútil intentar usarla de nuevo —dijo David, con una sonrisa provocadora.

No me dio tiempo ni para pensar. Mi cuerpo se movió solo.

—¿Qué carajos dijiste? —espeté, agarrándolo por el cuello de la remera horrenda que tenía y empujándolo contra la pared de la entrada.

David se rió nervioso, pero sus ojos temblaban.

—¿Te dolió? Bueno, aprendé a compartir, hermanito.

Suficiente.

Mi agarre se hizo más fuerte y mi mandíbula se tensó. Apreté con fuerza mi puño para golpearlo.

—¡NO SABÉS NADA DE ELLA! Ella vale más que toda tu miserable vida. ¡No vuelvas a hablar así de ella!

—¡Elías!

Me giré bruscamente con la sangre hirviendo.

Isabella estaba en el portal, con el bolso colgando torpemente del hombro y la respiración acelerada. Tenía una expresión helada en la cara, como si hubiera escuchado más de lo que hubiera querido. No sabía hace cuánto estuvo ahí, pero sabía que había escuchado demasiado.

Solté al imbécil bruscamente, con el cuerpo aún tenso, y él, intentando recomponer el aire, se acomodó la camisa. Decidió irse tranquilamente, como si quisiera demostrar algo, pero ninguno le prestaba atención. Isabella no me sacaba la mirada de encima, y eso me asustaba.

Se dirigió hacia mí y, con ironía, preguntó:

—¿Es verdad todo eso que pensás de mí o solo era un discurso que se te ocurrió para herirlo?

Me miró fríamente, aunque sus ojos brillaban con intensidad.

—No tendrías que haberte arriesgado al intentar golpearlo. Podrías terminar en la cárcel. Yo sé protegerme sola.

La miré suavemente y apoyé mi mano sobre su hombro, acariciándolo.

—Ya lo sé. Y sé que sos muy capaz de muchas otras cosas, pero solo quiero decirte que ya no estás sola.

Ella esbozó una pequeña sonrisa tímida, tras todo su enojo. Me aparté de la puerta y ella se dirigió al interior de la casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.