Sofía aún seguía con Luciel tomando una taza de café junto una rebanada de pastel.
Comiendo despacio su trozo y sorbiendo poco a poco su taza de té con mucho degustación pues es el que le encantaba.
Luciel lo contrario a Sofía él pidió un café americano junto a unas galletas.
Sus temas de conversación eran tribales no hablaban en específico de algún tema asta que a Luciel se le ocurrió preguntar.
- Oye Sofía eres casada? - la melodiosa risa de Sofía dejo de escucharse repentinamente, viendo en un punto fijo solo respondió.
- Si lo estoy.
No dijo mas, el ambiente se puso un poco tenso debido a la pregunta y al silencio de la chica.
- Como lo supiste? - pregunta relajada, pero en su voz se escuchaba tan triste, un sonido tan lastimero que con solo escucharlo te provoca un gran nudo en la garganta.
- Pues mire tu sortija de matrimonio - la vista de Sofía callo a su mano izquierda directo en el dedo anular donde en el se encontraba una sortija de oro brillando a todo su esplendor.
Luciel solo veía a la chica como el semblante feliz que traía se apagaba lentamente asta escurrirle una lágrima, pero este solo se reía por dentro mientras que por fuera él hacía cara de lastima y comprensión.
Llevando su mano a la de Sofía donde tenía su vista, tomando por sorpresa a esta y haciendo que se sobresalté u alzará sus ojos a Luciel.
- Luciel - dijo en un murmullo - pero qué haces - trato de quitar sus manos del tacto que sentía por parte del chico.
Poniendo el mejor rostro en forma de compasión solo atino a decir - no te alteres bella dama - sus palabras llenas de cinismo y burla, pero disfrazadas de comprensión y cariño le hicieron caer ante los encantos de Luciel.
Este se percató de lo que provoca en la pequeña chica y él solo ríe de ella internamente y nada más piensa.
Hemos empezado a jugar Sofía
Mientras ese pensamiento cruzaba por su retorcido pensamiento Sofía sufría delate a sus ojos.
*****
Mientras tanto Ernesto estaba sentado en el sofá de su habitación viendo como su mujer dormía plácidamente en la cama donde debería de estar su esposa, la que desde un inicio le negó el paso a este cuarto.
Su mente no le dejaba de reproducir aquella imagen de Sofía en sus brazos nunca la había tocado y el sentir de la pequeña cintura de ella le volvió loco por unos instantes.
Su boca se comenzó a secar y decidió ir por un vaso de agua, bajando las escaleras una por una.
Solo se escuchaba el eco de sus zapatos, no paso tanto tiempo cuando llegó al último escalón.
La puerta se escuchaba que sería abierta no entendió la razón pero quería que la persona que fuese a abrir la puerta fuera Sofía.
Pero este deseó se quedó como eso un deseo que no se cumplió pues la persona que entró fue cuquita la cosinera.
Sus esperanzas de esfumaron cual cigarrillo.
Regreso a la cocina a tomar un vaso de agua cuando escucho que abren la puerta ve el reloj y son casi las 12:00, camino a paso lento a la puerta y vio a Sofía son un tipo que no conoce hablan como si fueran amigos de años la abrazo, sintió que el cólera se apodera de él, su sangre comienza a hervir bajo su piel, siente que en cualquier momento le explotara la cabeza.
Parado frente a la puerta de la cocina donde se ve perfectamente todo en la puerta de entrada ve como se despide con un beso en la mejilla, ve como ella le sonríe de una manera única, ve como en sus ojos encuentra un brillo qué ase mucho lo dejo de ver.
Ella voltea al lugar donde se encuentra Ernesto, las miradas se conectan, el rostro de Sofía se deforma ante la presencia de él, su ceño se frunce pues le parece inadecuado que el este hay, pero no sé detendrá a preguntarle, con la autosuficiencia que tiene ella y la poca dignidad que le dejó ese hombre camina con la frente en alto a las escaleras, solo se escuchaba el golpeteo de sus tacones, uno tras otro lento, con gracia y glamour.
Siente que su paso es detenido pues le tomó del brazo el tipo dueño de su corazón como tambien de su llanto y dolor.
Volteando el rostro a él solo pregunta - ¿Qué es lo que quieres Ernesto? - el tono que utilizo no fue más que un tono frío sin compasión tosco, un tono fúnebre sin emoción alguna.
Ernesto al escuchar su tono y más aparte ver el rostro que acompaño la voz de la chica la suelta, su cara y voz le provocaron un poco de escalofríos que le recorrieron la espina dorsal asta la punta de los pies, un sudor frío que recorrió su cuerpo y solo sintió miedo, un miedo que es indescriptible, un terror un pánico tan profundo. No creía que Sofía provocará tanto miedo con solo su voz y rostro.
Ella elevó una de sus cejas esperando respuesta - Ernesto, te pregunte algo contesta - pero lo que recibió de él fue silencio estuvo tan absorto en su pensamientos que no se dio cuenta cuando ella comenzó a subir los escalones.
Estuvo tanto tiempo que solo escucho el sonido de los zapatos, regresando a la realidad ve que Sofía iba por la mitad de las escaleras que solo pronuncia - Sofía - ella por supuesto escucha pues hablo lo bastante alto y claro para que es sonido entrará por sus oídos.
-¿Qué? - suelta deteniendo su paso con un sonido brusco que hace que Ernesto baje la mirada ante la impotente voz de su esposa.
- Bueno yo...- no sabía cómo preguntarle, en ese momento entraron a flote sus nervios, nervios que no sabía que tenía, esos nervios que con solo escuchar sus palabras llenas de coraje y dolor hacen que se doblesca - solo quería preguntarte algo.
- ese algo es - pregunta Sofía dando la vuelta en su propio eje mientras alsa una de sus cejas volteando lo a ver.
Hay es donde Ernesto se perdió de nuevo, si vista se posó en los labios de ella un pensamiento cruzo por su tan descontrolado pensamiento "A que sabrán esos dulces labios" una pequeña voz en su cabeza "besala, besala".
Editado: 05.09.2020