Beatriz se había ido a su habitación, pero María necesitaba seguir recorriendo ese lugar. ¡Las instalaciones eran maravillosas! La luz inundaba todas las salas, y los pequeños destellos del sol creaban fantásticas figuras de colores. Era como un precioso sueño del que no quería despertar.
Caminó como una niña dando pequeños saltitos por el pasillo hasta que su mirada se posó en la joven que había dado el discurso. Su larga y lisa cabellera negra se movía sutilmente mientras paseaba. Llevaba de forma ágil una pesada carpeta que, en sus delicadas manos, parecía que se elevaba. ¿Por qué no podía dejar de mirarla?, ¿qué era lo que tenía que provocaba ese magnetismo?
De pronto, un joven de complexión alta y delgada tiró fuertemente del brazo de Nicole. María lo observó detenidamente, el pelo del joven era oscuro y rizado. Parecía algo mayor que ambas, pero tampoco mucho más. Su oreja izquierda estaba repleta de pequeños pendientes que le daban cierto toque rebelde e intrigante. María lo miró curiosa, quería saber más. No le sonaba haberlo visto durante los discursos, aunque, a decir verdad, no le sonaba casi nadie de los que se paseaban por allí, pero aún así quería saber más sobre esos dos.
El chico la abrazó fuertemente y ella correspondió su abrazo. Parecían amigos, o, quizás, algo más. La cara de ambos estaba completamente iluminada. Daba la impresión de que hacía mucho que no se veían. Los siguió observando mientras trataba de que ellos no se percatasen. La verdad, no fue difícil. Estaban inmersos el uno en el otro. Siguió mirándolos tratando de enterarse de algo.
El pasillo estaba abarrotado y, por mucho que lo intentaba, no lograba escuchar la conversación. No es que fuese una cotilla. Bueno, un poco sí. Pero esta vez no era por eso, era porque había algo magnético que la obligaba a mirar. Era imposible apartar la mirada de esos dos.
La conversación no duró mucho. El joven miró para todos los lados, apretó el hombro izquierdo de la muchacha de forma firme y se fue a toda prisa. Nicole prosiguió su camino y María se quedo pensativa mordiéndose el labio inferior curiosa, ¿quién sería ese chico?
—Tú, llevo un buen rato buscándote.
María se giró confusa, ¿quién la buscaba? Si apenas conocía a nadie. Para su sorpresa se topó con el rostro de Claudia. Miró hacia todos los lados. Desde luego, a ella no podía estar dirigiéndose a ella.
—Eh, tú. Sí, tú. Te estoy hablando—insistió Claudia moviendo su mano por la cara de la chica para llamar su atención.
María extrañada preguntó si era a ella. Claudia suspiró aburrida.
—Sí, la directora me ha propuesto un trato. Si cuido de ti este fin de semana soy libre, así que ven conmigo, pero no me hables —dijo con una desgana más que evidente—. Ni tampoco a nadie de mi entorno —añadió.
La joven sentía tal pavor en su cuerpo que ni siquiera fue capaz de rechistar. La siguió rumbo a la cafetería. De nuevo allí, pero esta vez sabía que un café no se pediría. La verdad es que no tuvo ni la oportunidad de pensar qué quería.
Caminaron hasta la mesa donde se encontraba el chico al que había estado mirando antes. ¿Podía llamarse Bruno? Ese era el nombre que Beatriz había dicho, ¿no? Junto a él estaba Nicole mordisqueando un trozo de tarta red Velvet y Nathaniel, quien pasaba la manzana de una mano a otra. Tomó sitio junto a Claudia.
—Oh, venga ya hermanito. Primer día, ¿y tomas una manzana?—se burló Claudia.
—Ya sabes como es tu hermano Clo. Nate es sano, sano —dijo Nicole arrastrando las dos últimas palabras entre risas.
Todos reían excepto Nathaniel que estaba escribiendo algo en una servilleta.
—Eh, tú eres la de antes.
La voz sobresaltó a María. Ni siquiera se le había ocurrido que el chico de antes fuese capaz de reconocerla. El problema era cuál sería la imagen que se habría formado de ella.
—¡Ya has encontrado a la chica! —dijo Nicole entusiasmada.
—Sí, os presento a la anormalidad, pero no hace falta hablarle. Solo voy a ser su canguro este fin de semana —Hizo una pausa—. Mejor cuéntame, ¿hay algo que yo debería saber? —preguntó a Nicky con una pícara sonrisa.
¿Otra vez con lo de anormalidad? Ese termino ya le estaba cansando, pero desde luego no era capaz de enfrentarse a Claudia, y menos con su grupito de amigos ahí respaldándola.
Nicole soltó una risa nerviosa.
—Los chicos evitan a mi hermanita. Le tienen bastante miedo —se burló Bruno, y Nicole golpeó su brazo.
—¿Y el chico de antes?
Nada más decirlo María supo que debía haber cerrado su gran bocaza. Bruno miró seriamente a la chica. Nathaniel dejó de lado su papel para mirar a Nicole mientras apretaba fuerte el lápiz, parecía que de un momento a otro acabaría rompiéndolo.