Domadores | #1 |

Capítulo 10. Una mentira piadosa

Nathaniel caminaba mosqueado rumbo a la habitación de Nicole, ¿qué le pasaba a Bruno?, ¿por qué era tan amable con la anormalidad? Sin duda su mejor amigo tenía un problema con los bichos raros. Esa chica solo iba a traer problemas. De hecho, ya los estaba trayendo. Por su culpa no había podido terminar el ensayo, más bien ni lo había empezado y él siempre era el primero en entregar todas las cosas de clase. Su nota nunca bajaba del sobresaliente, era el estudiante perfecto, y que la anormalidad afectase a su calificación, aunque estaba claro que sí lo iba a hacer. ¿Por qué tenía que estar ella en su grupo? No pensaba seguir cargando con ese lastre durante todo el curso tan solo porque a Bruno le ocurriese algo con ella. Ese no era su problema.

Caminó hacia la habitación de Nicky, sabía que ella lo entendería perfectamente. Tenía ese no se qué mágico que hacía que siempre supiese lo que le pasaba al joven. Ella era esa persona especial en su vida. Sin embargo, no podía reconocerlo. Y no solo por el miedo de que para ella tan solo fuese un juego y que al declararse la perdiese, sino porque Bruno jamás le perdonaría que se hubiese enamorado de ella. Para su mejor amigo Nicky era intocable, era su hermanita pequeña, alguien a quien ningún chico podía acercarse y si se enteraba de lo que sentía por ella se lo tomaría como la peor de las traiciones.

Llamó a la puerta y, como de costumbre, entró sin esperar la respuesta. Dentro su hermana y Nicole estaban a plena carcajada con los papeles tirados por la cama sin ningún orden. Parecía que ellas tampoco habían avanzado mucho con el trabajo.

—¿Interrumpo? —preguntó el chico a sabiendas de que la respuesta no sería afirmativa.

Las chicas se giraron y Nicole golpeó suavemente un trozo de la cama que estaba junto a ella para indicarle que se sentase.

—No me digas, ¿habéis terminado ya el trabajo y la anormalidad es toda una experta en el tema? —se burló Clo.

Nate miró asqueado a su hermana, y eso provocó que ella comenzase a reírse.

—No seas mala. Sabes que a tu hermano le encanta ayudar. Si hasta tiene un cartel en la puerta invitando a los nuevos a que pasen y realicen sus consultas.

Las jóvenes siguieron riendo mientras Nate las miraba esperando a que terminasen.

—¿Suficiente, o hay alguna burla más? —preguntó el chico.

Las chicas asintieron con la cabeza mientras aguantaban, a duras penas, las carcajadas.

—Vamos a salir un rato al Potts, ¿te animas? —preguntó Claudia a su hermano.

El Potts era un pequeño bar situado justo al salir del campus del Morsteen, al que solían acudir alumnos, profesores y ex-alumnos. Sin duda era un buen lugar para echar unos tragos. Un poco oscuro y tétrico, pero tenía mucho éxito.

—Clo, ya conoces a tu hermano. Él no sale si mañana hay clase—se apresuró a responder Nicole.

Las palabras de Nicky hirieron el orgullo de Nate. Él no era ninguna rata de biblioteca. Es verdad que era bastante responsable, pero también sabía divertirse, y se lo iba a demostrar.

—Sí que me apetece hermanita. Muchas gracias por el ofrecimiento.

La cara de Nicole se quedó completamente blanca. Lo que menos se hubiese imaginado es que él aceptaría. De hecho, no podía aceptar. Ella había quedado con Cesar en el Potts a sabiendas de que Clo enseguida ligaría y la dejaría sola. Nate no podía verla con Cesar.

—No te sientas obligado Nate. Podemos salir el fin de semana todos juntos —dijo abrazándolo y esperando que él se echase atrás, pero el joven no pensaba ceder tan fácilmente.

—¿A qué hora habéis quedado?—preguntó.

—¡Ese es mi hermanito! —exclamó Clo emocionada—. Pasa a las once a por nosotras.

Nicky esbozó una falsa sonrisa de alegría. Genial, ahora a ver qué hacía. Ya no podía cancelar la cita con Cesar, pero Nate no podía enterarse. Tan solo le quedaba una cosa. Había que recurrir a la artillería pesada.

—Todos fuera que antes de quedar hay muchas cosas que ir haciendo —Les echó Nicole amablemente.

Era la hora de jugar su último cartucho. Salió de su habitación y avanzó velozmente hasta el despacho del Sr. Quemada. Entró sin llamar, y ahí estaba él sentado en su sillón leyendo un libro.

—Óscar, necesito tu ayuda.

—Señorita Jaquinot, aquí no puede llamarme así, y lo sabe.

—Óscar, no tengo mucho tiempo. Necesito que le pidas a Nate que haga algo esta noche. No me importa el qué, pero mantenlo ocupado.

No tenía tiempo para muchas explicaciones. Necesitaba ese favor, y sabía que él la ayudaría.

—Nicole, no sé que jueguecitos raros te traes esta vez, pero no cuentes conmigo —respondió olvidando ya las formalidades.

—Es tu hermano. He quedado con él esta noche y Nate piensa aparecer.

Óscar negó con la cabeza. Hacía años que no veía a su hermano y odiaba que Nicole se viese con él. Sabía que era una mala influencia para ella.



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En el texto hay: internado, romance, magia

Editado: 09.09.2018

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