Claudia miraba atentamente su armario sin apenas pestañear. Nada le gustaba. Comenzó a sacar y a tirar al suelo todos sus vestidos, que no eran pocos. Era la primera fiesta de este año y tenía que causar una impresión inolvidable. Llamar la atención no era suficiente para ella. Debía dejarlos a todos embelesados con su aparición.
Tras mucho rebuscar logró dar, al fondo de su armario, con uno que se había comprado en el verano durante su estancia en Cancún. Era un vestido de palabra de honor con escote de corazón que se ajustaba perfectamente a su cuerpo evidenciando sus curvas. El color rojo burdeos hacía juego con su pintalabios, y los zapatos, negros con un tacón de escándalo, la hacían parecer una auténtica modelo. Fuese donde fuese sabía que ella siempre acaparaba todas las miradas. De hecho, se esforzaba mucho por conseguirlo.
Ella no era una de esas chicas que iban de mosquitas muertas y fingían que no les encantaba gustar a los demás. Claudia no tenía ningún reparo en admitir que a ella sí que le apasionaba que todos se girasen a su paso y que no pudiesen cerrar la boca mientras la contemplaban.
Se trenzó su larga y dorada cabellera y caminó con pasos firmes hasta la habitación de Nicole. Ella le abrió la puerta con unos vaqueros rasgados, una camiseta básica morada y una cazadora de cuero negra. Claudia negó con la cabeza, sería su mejor amiga, pero tenía un estilo horrible.
—¿Aún estás sin preparar? —preguntó la rubia golpeando suavemente su muñeca para indicar que no tenían mucho tiempo.
Nicole se miró, tampoco iba tan mal. Era cierto que no se había arreglado en exceso como su amiga, pero bueno, no es que fuese necesario. Iban a salir a tomar algo al bar de al lado. Además, nadie se arreglaba nunca tanto como Clo...
Al comprender lo que estaba pasando Claudia la empujó bruscamente dentro de la habitación y rebuscó en su armario, no podía dejar que su mejor amiga fuese así vestida a la fiesta. Veinte minutos después ya se había decidido.
—Ponte esto.
Nicole miró el vestido negro ajustado con la espalda al descubierto y las transparencias en la zona del escote.
—¿Cómo me voy a poner eso? ¡Sabes que me lo compré por obligación!
La joven jamás se lo había puesto. Ese no era su estilo, era más bien el de Claudia. Tan solo se lo había comprado porque una amiga de la familia los diseñaba.
—Póntelo —insistió la rubia.
Nicole sabía que era inútil discutir con su amiga, así que acabó cediendo. No quería pegarse toda la noche discutiendo con ella.
—¡Perfecta!—exclamó Claudia—. Ahora, a ver que hacemos con tu pelo...
Nicky negó con la cabeza. Por ahí sí que no. No pensaba estarse tres horas esperando a que Claudia la peinase.
—Liso y suelto está perfecto. Venga, vayámonos.
No estaba del todo convencida de que le gustase como llevaba el pelo su mejor amiga, pero esa vez no le replicó. Ya había conseguido que se cambiase de ropa, estaba satisfecha.
Una vez dentro del bar, en seguida notaron que el ambiente estaba muy cargado. Parecía que no eran las únicas que habían tenido esa idea.
—¡Vamos a tomar algo! —gritó Claudia, y acto seguido se fue a la barra a pedir un par de bebidas.
Pasaron los minutos y Claudia no volvía. Nicole lo tenía claro, era el momento de comenzar a buscar a Cesar.
—¡Te encontré!
—Cesar, que puntual —exclamó Nicky algo sobresaltada.
—En realidad llevo aquí un par de horas —dijo mientras sorbía un trago de su copa—. ¿Quieres?
Ella negó con la cabeza.
—No estamos aquí para eso.
—Tú tan paciente como siempre —respondió el chico con una amplía sonrisa.
—¿Qué coño haces con este gilipollas? —Se escuchó justo detrás de ellos.
No hacía falta girarse. Nicole sabía perfectamente quién era. Pero, ¿cómo se habría librado de Óscar?
—Eh, sin faltar —dijo Cesar mientras seguía bebiendo de manera despreocupada.
—Por eso el profesor me ha pedido que le ayude con esa mierda del inventario... No me puedo creer que se lo hayas pedido tú —manifestó Nate dolido.
No hacía falta ser muy espabilado para notar su enfado.
Una cuarta persona se acercó a ellos. Se trataba de un hombre de unos veinticinco años con tez oscura, pelo negro rizado y ojos verdes. Se acercó a Cesar y lo abrazó por detrás.
—Bueno tortolitos, yo tengo cosas que hacer. Nicky, si me necesitas ya sabes cómo contactar conmigo —Se despidió Cesar.
Nate lo miró confuso, no se esperaba que fuese gay, aunque debía reconocer que eso le provocaba un profundo alivio, al menos no había nada entre esos dos.
—¿Quién te crees para meterte así en mi vida? No te equivoques Nathaniel, tú no decides sobre mí —chilló molesta Nicole.
Por su culpa había perdido la oportunidad de hablar con Cesar. Llevaba tiempo tratando de conseguir esta quedada para que él se abriese y le contase aquello que ella tanto anhelaba conocer.