—Se la quiere tirar.
La voz de Claudia sonó firme, pero despreocupada, como quien dice buenos días al cruzarse con alguien. Nathaniel se giró de forma brusca hacia su hermana.
—¿Qué?—preguntó de forma brusca.
—¿No te has dado cuenta? El profesor Quemada está loco por ella desde hace tiempo—respondió Claudia señalando a Nicole.
Nathaniel negó con la cabeza. Eso era una completa y absoluta locura.
—Nicky nunca haría nada con él —comentó él en un tono muy seguro.
—Yo no lo tengo tan claro. Siempre ha dicho que es muy guapo —respondió ella mientras repasaba al Sr. Quemada de arriba abajo.
Su pelo rubio alborotado, sus ojos color miel y su sonrisa perfecta volvían loca a Claudia, pero no en un término amoroso ni muchísimo menos, sino de una forma más bien sexual.
Nathaniel los miró preocupado. Ambos se reían mientras realizaban la práctica, ¿habría en verdad algo? ¡No!, no podía ser...
—No importa, no lo haría —dijo Nate tratando de sonar seguro, pero ya no lo estaba tanto.
—Pues tiene un buen polvazo —exclamó Clo sin dejar de fijar la mirada en el profesor
—¡Clo, soy tu hermano! No me digas esas cosas, es repugnante.
Ella se encogió de hombros, ¿qué problema había en hablar de esos temas? La gente era demasiado sosa en ese internado.
—Bueno, ¿vamos a pasar a algo más complicado o vamos a estar toda la clase con esta tontería? —preguntó Nathaniel para provocar que el profesor y Nicole se separasen.
—Señor Calonge, tiene usted toda la razón. Por favor los Aquas colóquense a la derecha y los Domadores a la izquierda.
En ese preciso instante la puerta se abrió y María y Bruno entraron por ella.
—Me alegro de que haya decidido honrarnos con su presencia señorita Bergasa—dijo el señor Quemada con un tono algo burlón—. Señor Jaquinot, colóquese junto a sus compañeros—Se giró hacia María—. Usted venga aquí ya que, por ahora, no puede participar.
El señor Quemada aguardó a que todos estuviesen en su sitio y en silencio. No fue necesario esperar mucho ya que era uno de los profesores más temidos. Cuando la gente veía el kraken de su cuello solían acatar sus órdenes sin rechistar. Nadie quería molestar a alguien a quien un kraken le respaldaba.
—Bien, ahora quiero que los Aqua creéis una barrera de agua lo suficientemente fuerte para que aguante los ataques de los Domadores, ¿entendido? —ordenó el profesor.
—¿En serio? Menuda tontería. Yo solo podría destruir esa barrera —comentó Nathaniel con voz desganada.
—Vaya señor Calonge, que seguridad tiene en sí mismo. Le propongo un reto. La señorita Jaquinot será la encargada de crear una burbuja que la proteja, y usted deberá de destruirla, ¿acepta?
Bruno y Nathaniel pensaron lo mismo: ¿por qué metía a Nicky en todo?
—¿Y bien?—insistió.
Nathaniel y Nicole se miraron con una divertida sonrisa y se posicionaron uno frente al otro. El agua del pozo comenzó a rodearla hasta formar una burbuja a su alrededor. María miró boquiabierta la escena, ¡era asombrosa!
—¡Vamos Nicky! —animó Claudia.
Nathaniel se giró hacia su hermana, ¿en serio? Ella se encogió de hombros, adoraba a su hermano, pero estaría bien que por una vez él no fuese el mejor en todo. Quería que su mejor amiga le diese una buena paliza para bajarle esos humos.
—Estoy lista —aseguró Nicole.
Nathaniel se quedó unos segundos mirándola. La mejor forma de romper esa burbuja era con ráfagas de viento. Se concentró y fuertes ventoladas comenzaron a golpear la burbuja. Nicole aguantó con fuerza.
Él incrementó su poder. Las hojas y materiales de la clase comenzaron a volar. El profesor creó una fuerte burbuja para proteger al resto. Nicole levantó los brazos a la altura de pecho y con las palmas abiertas intensificó su burbuja.
Ambos estaban dando lo mejor de sí mismos. La burbuja se movía, pero no llegaba a romperse. Estaban agotados, el poder que requería aguantar la fuerza del otro era inhumano.
—Chicos, es suficiente. ¡Enhorabuena a los dos! Ha sido todo un placer poder verlos en acción —dijo el profesor mientras deshacía su burbuja.
Nicole se tambaleó. Nathaniel, Bruno y el Sr. Quemada corrieron a cogerla, pero Nate fue el primero en llegar y por tanto en sostenerla.
—Chicos, dejad espacio —dijo el profesor—. Nicole, ¿estás bien? Ven que te llevo a la enfermería.
¿Nicole? Bruno estaba a punto de golpear a ese tipo. No le importaba que fuese su profesor, no podía tomarse esas confianzas. Nathaniel, mientras tanto, seguía sosteniéndola fuertemente y la miraba preocupado.
—Estoy bien chicos, de verdad —dijo incorporándose—. Ha sido un pequeño mareo —añadió y avanzó hacia Claudia quien la abrazó.