Claudia y Nicole estaban sentadas en la cama de la habitación de la segunda.
—¿Estás bien?—preguntó preocupada la rubia.
Había sido una pelea intensa, su mejor amiga lo había dado todo contra su hermano, ¡se sentía muy orgullosa!
—Sí, Clo, ya te he dicho veinte veces que sí. Tranquila —respondió Nicky algo cansada.
Claudia sin embargo no estaba del todo convencida de cuan ciertas eran las palabras de su mejor amiga..
—Has estado genial de verdad. Tenías que haber visto la cara de mi hermano. En serio, ¡estaba rojo! —exclamó entre risas—. Le has dado una buena lección.
Nicole también rió, aunque con pocas fuerzas. Estaba agotada, para poder frenar los ataques de Nathaniel había gastado casi toda su energía.
—Bueno, en realidad ha sido un empate —reconoció la chica de cabello castaño.
—¡Eh! No me quites la ilusión. Para una vez que me puedo burlar de él —respondió Claudia con una sonrisa de oreja a oreja.
Nicole soltó una pequeña risita. Adoraba a Claudia y esa manera tan particular que tenía de ver y vivir la vida.
—Voy a dormir un poquito —dijo Nicky.
—Claro, nos vemos a la hora de comer.
Clo le dio un beso en la frente y se marchó de la habitación.
Minutos después sonó la puerta. Nicole abrió los ojos lentamente.
—Pasa —dijo con voz cansada.
¿Ya era la hora de comer? Qué rápido había pasado el tiempo, aún se sentía cansada.
Nathaniel asomó la cabeza por la puerta. Qué extraño, él nunca esperaba antes de entrar, era algo que hacía prácticamente desde que habían entrado en el Morsteen.
—¿Puedo?
Ella asintió mientras se incorporaba de la cama y le hacía un hueco para que se sentase a su lado.
—¿Cómo te encuentras?
Nicky sonrió, ¡qué tierno! Se le veía realmente afectado.
—Muy bien —respondió ella tratando que no se le notase.
No quería darle la satisfacción de que supiese que le "había ganado". Al fin y al cabo, después del combate ella estaba prácticamente agotada y el seguía lleno de energía. Tenía que reconocer que eso la molestaba hasta límites insospechados, pero bueno, nadie nunca ganaba al perfectísimo Nathaniel Calonge.
—Me alegro —respondió él.
Ella sonrió y se quedó unos instantes mirándolo.
—¿Has venido solo para eso? —preguntó burlona—. Oh, que mono, si estaba preocupado por mí.
Él se mosqueó, no le gustaba evidenciar sus sentimientos.
—No, he venido para otra cosa.
—Ya, claro —respondió ella entre risas.
Él la miró serio, no pensaba dejar que ella notase que estaba preocupado.
—Venía a hablarte del profesor Quemada.
Nicky lo miró confusa. ¿De Óscar?, ¿por qué?
—¿Qué pasa con él?—preguntó ella.
—¿No crees que te tiene demasiada confianza?
Ella arqueó una ceja. ¿Y a él qué? No tenía muy claro si le molestaba por alguna razón específica, o si , simplemente, le parecía inadecuado. Conociendo a Nathaniel podía ser cualquier cosa.
—¿Y qué hay de malo?
Él la miró asombrado. Que ¿qué había de malo? ¡Que era su profesor! y, sobre todo, que no soportaba ver como se acercaba a ella, pero eso no podía decírselo.
—Tú sabrás con quién te vas juntando —dijo él mirando hacia otro lado.
Esas palabras molestaron a Nicky de manera sobrehumana, pero ¿quién se creía? ¿No se atrevía a estar con ella, pero no permitía que estuviese con otros? La vida no funcionaba así.
—¿Perdona?, ¿tienes algo que decir al respecto? —preguntó ella seria.
Nicky esperaba con todas sus ansias que dijese algo, que le dijese que la quería y que no quería que nadie se le acercase, pero sabía que eso no sucedería, y, efectivamente, no sucedió. Silencio. Tan solo silencio.
—Es lo que suponía, así que si eso era todo puedes irte —comentó Nicole con evidente rencor en sus palabras.
Él se levantó bruscamente de la cama y se marchó dando un fuerte portazo. Al salir María y Beatriz, que estaban en el pasillo, se le quedaron mirando.
—¿Qué?, ¿es que no tenéis algo más interesante que hacer que mirar a los demás? —preguntó con una voz que haría temblar a cualquiera.
—No te estábamos mirando. De hecho, estamos aquí antes que tú —respondió Beatriz tratando de que no se notase el nerviosismo de su voz.
Si alguien le daba miedo de los Domadores era Nathaniel. Puede que todos temiesen a Claudia, pero ella sabía que él era mucho más peligroso.
Nathaniel se sentía demasiado cabreado como para pensar y pagó todo su enfado con ella. Beatriz comenzó a notar cómo le faltaba el oxígeno, su garganta se cerraba y no lograba obtener más. Cayó de rodillas al suelo. María chillo con todas sus fuerzas al ver a Bea así, pero él seguía concentrado.