—Bruno, necesito hablar contigo.
El joven miró a su padre sorprendido. ¡Qué novedad! Normalmente guardaban las distancias. De hecho si hablaban alguna vez era por hacer feliz a su hermana o porque a esta le ocurría algo. Arqueó una ceja y esperó a que su padre comenzase a hablar.
Javier miró a todos los lados, cogió a su hijo del brazo y le arrastró hacia un bosque cercano al Morsteen. Ahí podrían hablar sin que nadie los escuchase.
—¿Qué tal te ha ido el entrenamiento?
El joven suspiró. ¿Para qué tanta tontería? ¿Por qué no iba directo al grano?
—¿Qué quieres?
Le dolía esa distancia que había entre su hijo y él, pero en el fondo sabía que se la había ganado. Desde que su mujer murió se había separado mucho de sus hijos y se había refugiado en su trabajo para no tener que sufrir la pérdida. Sin embargo ahora sabía que el remedio había sido mucho peor que la enfermedad. Nicole se lo había perdonado y le quería, pero Bruno... Bruno era más parecido a él, y eso significaba que no daría su brazo a torcer.
—Hijo, las cosas fuera no están bien. Se supone que no puedo decirte nada, pero vamos perdiendo. No sé cuánto más los podremos detener antes de que lleguen aquí —le confesó.
¿Qué? No podía ser cierto. ¿Tan mal iban las cosas? No... Un par de repudiados no podían vencer a la élite de los Domadores. No tenía ningún sentido.
—Pero los repudiados no tienen conexiones. ¿Cómo pueden estar venciéndoos?
Bruno se sentía casi ofendido. ¿Los mejores de los mejores no podían con un par de ex-domadores sin criaturas? Era bastante patético.
—Hijo, las cosas ya no son como tú crees. Son demasiados, y ya no son solo ex-domadores sin conexiones. Algunos lograron escapar antes de que les quitásemos su conexión y poseen magníficas criaturas —hizo una breve pausa —. Además varios Naturas, Aquas y Ventus se les han unido. Nos triplican en número.
Bruno trataba de asimilar toda la información que le estaba llegando. ¿Cómo podían haberse escapado esos repudiados antes de que les quitasen la conexión? Era imposible...
—No debería decirte esto, pero debéis saberlo. Tened mucho cuidado, no os fiéis de nadie. Según nuestros últimos informes ya han llegado aquí.
—¿Qué? —exclamó Bruno.
¿Que estaban en el Morsteen? No, eso no podía ser cierto.
—Hijo, los repudiados tienen espías aquí desde hace tiempo —le advirtió —. Por eso hay tanta urgencia de que os graduéis. Tenemos que sacaros de aquí cuanto antes. Estáis en peligro.
¿Algunos de sus compañeros o profesores estaban aliados con los repudiados? Seguía sin poder creérselo. No tenía ningún sentido. ¿Quién iba a hacer eso, y por qué?
—Una cosa más hijo, no desprecies a ningún guerrero sea del grupo que sea. La guerra se avecina y tenéis que estar preparados. No sé cuánto tiempo más aguantaremos, y cuanta más gente sepa luchar y pelee de nuestro lado más posibilidades tendremos.
Eso era algo que los Domadores jamás habían entendido. Siempre habían despreciado a los Aquas, Ventus y Naturas porque su magia de combate era muy inferior, pero no habían tenido en cuenta que eran mucho más numerosos y que en batalla también tenían habilidades que se podían aprovechar.
—Recuerda lo que te he dicho. Haz aliados y entrénalos. Los vais a necesitar.
—¿Javier?
La voz de Angélica les interrumpió la conversación. Javier posó la mano sobre el hombro de su hijo y se fue velozmente. No quería que Angélica sospechase.
Bruno se quedó sin saber muy bien qué decir. La información lo había dejado helado. Se avecinaban tiempos difíciles para el internado y los alumnos no estaban preparados para hacerles frente...