Un tentáculo sacó a la joven del lago y la colocó a los pies de Óscar.
Todos miraron al kraken boquiabiertos. Nate y Bruno corrieron hacia Nicky. María se sentó en el suelo, estaba agotada.
—Yo mejor os espero aquí —dijo entre bostezos.
Óscar se arrodilló y comenzó a hacerle el boca a boca a Nicole que seguía en el suelo sin dar signos de vida.
La joven comenzó a toser y a expulsar toda el agua que había tragado. Nathaniel y Bruno se sentaron junto a ella y la sostuvieron. No podían creer que casi la hubiesen perdido por un anillo...
—¡Sois unos malditos irresponsables! ¿Cómo se os ha ocurrido participar en esta mierda? —preguntó furioso.
En ese momento se había olvidado por completo de los formalismos y de que era su profesor. Solo quería que su kraken los devorase y no tener que volver a verlos.
—¡Y tú, Maiko, entrégame el anillo y clausura este concurso ya! —ordenó al dueño del Potts.
—No seas así Óscar, venga ya... Ha sido una tontería. Somos amigos.
—¿Una tontería? ¡Casi matas a la hija de Javier Jaquinot! ¿Quieres que se lo cuente y que él juzgue?
La cara de Maiko palideció. No tenía ninguna intención de meterse en problemas con Javier Jaquinot. Entregó el anillo y se fue a toda prisa del lugar. Los presentes comenzaron a protestar, el kraken golpeó el suelo con uno de sus largos tentáculos y todos salieron despavoridos.
El profesor se guardó el anillo en el bolsillo, cogió a Nicole en brazos y comenzó a caminar de vuelta al Morsteen.
—Que alguien coja a la anormalidad —añadió mirando a María que seguía sentada en el suelo mirando al cielo.
Nate quería exigirle que la soltase, que no se atreviese a tocarla, pero no se sentía con el valor de hacerlo. Óscar tenía razón, jamás debió permitir que Nicky se metiese en el lago...
Nada más llegar al internado la directora los esperaba con una seria mirada en su rostro. La siguieron hasta su despacho.
—Domadores, ¿cómo han podido? El otro día les expliqué la delicada situación en la que nos encontramos y ustedes toman la decisión de salir de fiesta y poner sus vidas en peligro... ¡Deberían estar descansando para los entrenamientos de mañana! —gritó furiosa.
Nunca antes la habían visto así.
—Hablando de descasar... Yo no soy Domadora, ni me gradúo este año, así que ¿me puedo ir a la cama? —preguntó María entre bostezos.
Nathaniel y Bruno se giraron sorprendidos. Hasta ellos temían a la directora. ¿Cómo se había atrevido a interrumpirla?
La directora resopló.
—Váyase señorita Bergasa, obviamente sigue afectada por las drogas. Ya hablaremos mañana usted y yo seriamente. Y respecto a ustedes, me siento avergonzada... No sé cómo han podido. ¿Tantas ganas tienen de morir? No logro comprender qué se les ha pasado por sus mentes. De verdad que me siento terriblemente decepcionada.
Óscar colocó una manta sobre los hombros de Nicole que aún seguía tiritando.
—Si esto es lo que piensan hacer con sus vidas les ruego que mañana mismo abandonen el Morsteen, pero si mañana se presentan en los entrenamientos los quiero al cien por cien —dijo abriendo la puerta y señalando que era la hora de irse.
Bruno fue a coger a su hermana, pero Óscar se interpuso.
—Ya has hecho suficiente por hoy. Yo la acompañaré —le advirtió el profesor.
Nate avanzó de forma brusca hasta Nicky, no iba a permitir que este tipo la llevase a su habitación, pero Bruno lo sujetó del brazo.
—Vámonos.
¿Qué? ¿De verdad se lo iba a permitir? No entendía qué le pasaba a su amigo.
—No. Nicky se viene con nosotros.
—Nathaniel Calonge, ya ha escuchado al profesor Quemada. ¡Vayan a sus habitaciones inmediatamente!
Los jóvenes salieron y la directora miró a Nicole. Claramente no estaba en condiciones de seguir la conversación, así que comenzó a hablar con Óscar.
—¿Crees que los repudiados han tenido algo que ver?
Óscar afirmó con la cabeza. Menos mal que los había seguido.
—¿Cómo? —preguntó la directora preocupada.
—No lo sé, pero sabían que nuestros alumnos participarían en el concurso. Los han drogado para reducir su poder, estoy seguro.
—¿Crees que Maiko...?
No pudo terminar la frase.
Óscar negó. Maiko era un pobre imbécil, además era demasiado cobarde como para atreverse a meterse con los hijos de Javier o Angélica y, por otra parte, no era tan inteligente como para haber ideado aquello.
—¿Entonces?
—Alguien de aquí le debió proponer la idea y ya sabes como es. Cualquier cosa por el espectáculo. La persona que le dio el anillo Domus es a quien buscamos —respondió mientras sacaba el anillo y lo dejaba sobre la mesa del despacho.