Nathaniel avanzaba rápido entre los árboles con María arrastras, debía llegar cuanto antes a pedir ayuda, pero justo en ese momento vio a Nicky adentrarse hacia el pozo. Lo había olvidado, ella también debía estar allí.
Soltó a María que impactó contra el suelo. Por suerte no estaban a mucha altura y solo se raspó las palmas de las manos y las rodillas. Ella lo miró desconcertada, ¿qué hacía? Tenían que buscar ayuda para Bruno.
Corrió hacia Nicole.
—¡Nicky, espera! —gritó.
La joven lo miró cansada. No quería discutir más con él. De hecho, si estaba allí era porque se lo había prometido a su hermano, pero lo que menos le apetecía era pasar más tiempo con Nate. No podía seguir así toda su vida.
—Nate, finjamos que nada ha pasado, ¿vale? Estoy aquí por mi hermano, no por ti.
Siguió caminando, pero él la agarró fuerte del brazo.
—Nicky, ¡para! —le exigió—. Nos han emboscado. Tu hermano está ahí solo. Ve a pedir ayuda y yo iré con él.
Nicole no terminó de escuchar la frase. No iba a dejar a su hermano allí. Comenzó a correr hacia el pozo.
—¡Mierda! —exclamó y se giró hacia María—. ¡No te quedes ahí parada! ¡Corre y pide ayuda!
María estaba algo dolorida por la caída, pero no lo pensó dos veces y avanzó lo más veloz que pudo hacia el Morsteen. Sabía que la vida de los tres Domadores estaba en sus manos. Nate corrió tras Nicole.
Bruno estaba de rodillas con la ropa rasgada. Un enorme huargo mordía su brazo ferozmente y una salamandra y un estirge esperaban su turno para atacar. Los cinco repudiados contemplaban divertidos la escena.
—Para ser un Jaquinot no nos has puesto demasiada resistencia. Que decepción...
Una bola de fuego impactó de lleno en el huargo que soltó el brazo de Bruno y retrocedió. Quizás no fue la decisión más inteligente, pero Nicky no podía pensar con claridad, solo quería apartar al enorme lobo de su hermano. Corrió hacia él y trató de socorrerlo.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó con una mezcla de preocupación y enfado—. ¡Vete! —exigió, pero la joven no pensaba hacerle caso.
Nicky miró las heridas de su hermano y comenzó a crear pequeñas bolsas de aire y agua para curarlas.
—Vaya, vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Pero si es la pequeña de los Jaquinot. Es idéntica a su madre, ¿no os parece? —preguntó uno de los repudiados en tono burlón.
En realidad Nicky no era la pequeña, Bruno y ella eran mellizos, pero aún así todo el mundo siempre la trataba como la hermana menor...
—Cierto, una pena tener que volver a matar a una belleza tan exquisita —respondió el del medio.
Al parecer él era el líder y el que tenía la conexión con el estirge.
—¡No te atrevas a acercarte a ella! —amenazó Nathaniel colocándose delante de Nicole.
—Como quieras, no me importa mataros a los tres —respondió encogiéndose de hombros y ordenó a las tres criaturas que atacasen.
Nathaniel creó una barrera de aire que aguantó el primer golpe, pero no lograría contener a las criaturas mucho más. Nicky se levantó dejando a su hermano en el suelo, en esas condiciones poco podía hacer él.
—¿Qué quieres que haga? —le preguntó.
Nathaniel siempre era el que tenía la situación bajo control. Él tenía que saber qué debían hacer.
El joven la miró apenado. Odiaba no poder darle una respuesta, pero estaba completamente perdido. ¿Qué debía decirle? Lo único que quería era que ella se fuese y se pusiese a salvo, pero la conocía lo suficiente como para saber que no lo haría.
—Aguanta la barrera conmigo —le pidió.
Su única esperanza era que María lograse encontrar ayuda y que llegasen a tiempo.
Ella utilizó toda su fuerza para reforzar la barrera que Nate había creado, pero no era suficiente. El fuego de la salamandra la estaba resquebrajando.
Una vez rota el huargo miró a su dueño y se abalanzó sobre Nicky, le tenía ganas por la bola de fuego. Nathaniel la empujó con todas sus fuerzas y se puso en medio.
—¡No! —chilló ella desesperada.