Nathaniel y Óscar estaban discutiendo a pleno pulmón, ambos culpaban al otro de lo que había sucedido. A María le daba miedo intervenir, pero sabía que debía ser valiente, la situación lo requería, así que reunió todo el valor posible y se dispuso a hablar.
—¡Basta ya! El internado está siendo atacado.
Los chicos se giraron hacia ella, ni siquiera se habían percatado de su presencia. Un momento, ¿qué acababa de decir?
—¿Cómo que estamos siendo atacados? —preguntó Óscar algo confuso.
Eso era imposible. El Morsteen tenía unas barreras mágicas, creadas por la mismísima Adrianna, que eran imposibles de atravesar a menos que alguien te abriese desde dentro, y no tenía ningún sentido que alguien hubiese hecho eso...
—¿Dónde esta Nicky? —preguntó Nathaniel.
La joven se había ido junto a María así que no entendía que no estuviese en ese momento con ella. No hizo falta respuesta, la cara de María lo dijo todo. Nate se apresuró hacia el internado, pero el profesor lo frenó.
—Debemos ser inteligentes y planear las cosas bien. Ahí dentro estamos en desventaja. Mi kraken no puede acceder, tú no tienes criatura, y ella —suspiró —en fin, ella no sirve para nada. Más bien va a ser una carga.
Esas palabras ofendieron en lo más profundo a María. Estaba cansada de que el profesor Quemada siempre la subestimase.
—Perdona, pero soy una Ignis.
No tenía aún claro del todo qué significaba, pero sonaba importante así que ya bastaba de tratarla como a un estorbo.
El profesor miró a Nate, no se creía que la joven fuese una Ignis.
—Es cierto.
María sonrió orgullosa.
—Pero no sabe utilizarlo, así que para el caso... —añadió el joven destrozando todas las ilusiones de María.
Nate miró a los otros dos, menudo cuadro... Sí que estaban hechos un equipo de rescate... Le iría mejor por su cuenta.
María cogió aire, no era momento de discutir. Además, lo que había dicho Nathaniel era cierto... Pero aun así, seguro que algo podía hacer ella para ayudar.
—¿Y ahora qué? —preguntó María.
Tenían que darse prisa y decidir algo.
—No tenemos tiempo para esperar a Adrianna, debemos actuar nosotros —sentenció Óscar.
De pronto María se miró el brazo. Con toda la adrenalina del momento no se había dado cuenta de que se había hecho una herida. Se quedó un instante mirándola. ¡Que extraño! Su rasguño formaba un nombre...
—Cesar —pronunció casi sin darse cuenta.
—¿Qué? —preguntaron ambos al unísono.
María lo comprendió, no era un rasguño, era un mensaje de Nicole. Quería que buscase a un tal Cesar.
—Tenemos que buscar a Cesar —sentenció.
—No —se negó Óscar.
¿De qué conocía a su hermano? Y sobre todo, ¿cómo se le habría ocurrido que él sería la solución a sus problemas?
—Nicole me ha dado ese mensaje antes de que les cogiesen. Hay que buscar a Cesar —insistió.
No sabía quién era Cesar, pero si Nicole le había escrito eso en el brazo era porque ese hombre sería importante y podría ayudarles.
Óscar se negaba a tener que rebajarse a pedirle ayuda a su hermano. Sabía que no era una buena idea, él solo los metería en más líos, era lo que hacía desde que era un niño.
—Busquemos otra manera —sentenció.
Nathaniel no se creía lo que iba a suceder, por primera vez iba a estar de acuerdo con María. Era un hecho casi para enmarcar.
—Ella tiene razón. Si Nicky lo quiere a él yo voy a ir en su busca.
El profesor lo miró, no sabía si lo hacía solo por llevarle la contraria o si en verdad creía que era buena idea ir en busca de su hermano, pero si los dos estaban de acuerdo no podía perder tiempo convenciéndolos. Debería ir en busca de su hermano.
María sonrió.
—¿Por dónde empezamos?
—El Potts —respondió encogiéndose de hombros. Desde que le habían quitado la conexión Cesar se pasaba los días ahí bebiendo—. Pero os aviso que mi hermano no va a ser de gran ayuda.
No fue difícil encontrarlo. A esas horas el bar estaba prácticamente vacío. Cesar al ver a su hermano no pudo evitar comenzar a reírse. Estaba claramente borracho.
—Vaya, vaya, vaya, pero si tenemos a don perfecto aquí. ¿Qué hace un hombre como tú en un lugar como este? —le preguntó entre risas mientras se levantaba de la silla y señalaba el lúgubre lugar.
Marco comenzó a abrirse paso entre los sucios taburetes y las viejas mesas.
—Creo que es mejor que te vayas —manifestó Marco de forma bastante educada.
—Cesar necesito tu ayuda —le pidió.
De pronto dejó de reírse y le miró serio.