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Capitulo 3.

Jenks.

Respiro fuertemente, el calor se acumula en mi pecho y en mi cabeza, no puedo ver más que el saco frente a mí; soy consciente de la sangre que brota de mis nudillos aun lastimados, así como del dolor que siento en las piernas, pero frenar ahora no es una opción para mí.

Como cada mañana el entrenamiento comenzó temprano, a las cinco de la mañana todos nos encontrábamos en el enorme gimnasio de la mansión, pero después de tres intensas horas mi cuerpo aun no tenía suficiente, media hora de golpes después aquí sigo y ni siquiera sé cuál es mi limite. Golpeo con todas mis fuerzas y el saco se sacude con cada impacto, no sé qué se romperá primero el saco o mis manos.

-Es suficiente, Jenks.

Puño, patada, puño, patada. El sudor baja por mi frente y se acumula en mis cejas, algunas gotas me llegan al cuello, la respiración me falta.

- ¡Que te detengas ya, carajo!

Los brazos de Aaron me toman del cuello y soy llevado al suelo con mi cara contra el este. Su respiración esta igual de agitada que la mía y siento la palma completa de su mano estrellarse con mi rostro. Nos quedamos en esa posición hasta que logro regular un poco mi respiración, toco su brazo avisándole que me suelte.

- ¿Qué carajos sucede contigo? Estas hecho un desastre.

No respondo, solo me tiendo por completo en el suelo, mirando hacia el techo del gimnasio. Se sienta junto a mi.

-Entreno, como todos los días.

-No es momento de ser un loco maniático.

Prefiero no contestar y los dos nos quedamos en silencio.

Lo cierto es que toda esta situación está superándome y no saber cuándo debo parar es algo que juega en mi contra, en mi vida el único límite ha sido morir, no fui un niño normal, con una crianza normal. Aaron lo sabe, es de la misma forma. Solo espero el momento en que todo explote.

No sé cuánto tiempo pasa, pero es hasta que alguno de los escoltas viene a buscarnos cuando salimos del gimnasio. Por los enormes ventanales del pasillo logro ver el ajetreo del día, hoy seremos exhibidos como la atracción principal, el enorme compromiso de la alianza, frente a cada persona responsable de este circo.

-Hoy es un día estresante, eso lo sé, pero no pierdas la cordura tan pronto -la mano de Aaron se posa en mi hombro haciendo que lo mire- Estamos juntos en esto, no lo olvides.

Respiro profundo y asiento mirándolo a los ojos, Aaron es mi amigo y el único capaz de mantenerme en control. Somo hermanos después de todo.

Decido saltarme el almuerzo, tengo el estómago demasiado revuelto para probar bocado alguno, así que decido ir a mi habitación. En el camino esquivo a los empleados, van de un lugar a otro con prisa, el trabajo se les ha acumulado y el tiempo pasa rápido.

Cierro la puerta aislando el sonido del exterior, es bueno tener una habitación insonora. Me deshago de mi ropa quedando como vine al mundo, aun siento el sudor en mi piel y el cabello cae húmedo sobre mi frente, estuve tan tensionado por lo que sucede este día que olvidé cortarlo.

Me paseo por la habitación sin importarme lo trasparentes que pueden ser las cortinas, busco una toalla y entro al baño, de verdad doy todo de mi intentando relajarme, el agua esta fría y eso ayuda quitar un poco la tensión de mis músculos, me tomo mi tiempo en la ducha, limpiando muy bien cada parte de mi cuerpo, incluido mi cabello. Cuando salgo respiro un poco más tranquilo.

Tocan la puerta mientras seco mi cuerpo, permito el paso a Delia, la nana de papá.

-Señor, traigo su atuendo.

Ni siquiera se inmuta de mi cuerpo desnudo, deja el traje sobre el perchero y con su usual ceño fruncido me repara de arriba abajo, levanta su ceja en una pregunta silenciosa la cual no entiendo, solo me encojo de hombros en respuesta y ella simplemente sale de la habitación.

Quemo un poco de tiempo arreglándome con pereza, tengo un traje bastante elegante de tres piezas, se amolda a mi cuerpo a la perfección lo que me da comodidad, nada es tan genial como la ropa hecha a medida. Con tan solo el pantalón colgando de mi cintura arreglo mi cabello frente al espejo, la cera hace que brille y el mechón blanco resalta en mi cabeza. Calzo mis pies y cubro mi torso con la camisa blanca formal. La puerta es abierta nuevamente.

-Intenta no ponerte hasta los huesos de alcohol hoy -levanto mi ceja ante su consejo, Aaron es un tipo extraño a veces- tengo un plan.

Y sin dejarme decir ni una palabra vuelve a salir de la habitación. Termino de colocar mi traje y doy un vistazo frente al espejo.

Soy un tipo decente, y cuando me esfuerzo tengo buena apariencia, es algo que se utilizar bien, para eso nos han entrenado y justo hoy es un día en el que debo utilizar esas herramientas. Bienvenidos a la política de los mafiosos.

 

                                                    ***

La velada inicia en el jardín principal de la mansión, el césped esta recién cortado y aun desprende ese olor tan agradable, hay luces y telas que parecen flotar por todo el espacio y justo en el centro se extiende una enorme carpa de la cual cuelgan algunos diamantes, la decoración es lujosa y sencilla, al parecer también agradable ya que los invitados se ven a gusto.



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En el texto hay: familia, mafia, mafia amor odio violencia

Editado: 18.05.2024

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