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Capitulo 8.

Amelie.

Cuando teníamos solo seis años solíamos vivir en un conjunto de casas pequeño, eran barrios lujosos donde solo convivían máximo cuatro familias. Siempre supimos que nuestra vida no era normal, los lacayos que siempre estaban rodeándonos, el misterio al hablar con cualquier civil, la educación en casa y lo más obvio, enseñarnos sobre armas y asesinatos. Jenks y yo éramos inseparables, eramos los Jack y Jill de la mafia. Una comparación estúpida, lo sé.

Pero nuestro futuro no importaba mucho a nuestros ojos, éramos los dos, juntos siempre contra cualquier situación. La vida simplemente se torció y quién era mi compañero de juegos se volvió un rival. No sé en qué momento comencé a odiarlo, a sentir este repudio insano hacia mi hermano, pero aún así, me encargaré de remediar todo. No importa lo que cueste, no volveré a ser consumida por el infierno.

El cuerpo de Jenks descansa a mi lado, la fiebre ha bajado y la herida parece estar mejor; padre ha descubierto qué sucedió, después de todo que tu hijo asesine al líder de una de las organizaciones más importantes en el mundo del crimen no debe ser una noticia para ignorar. Que padre lo sepa solo significa que el nonno también lo sabe, y por lo tanto eso significa consecuencias. 

Madre no se atreve a mirarme, no ha venido a visitar a Jenks y aunque para todos parezca algo extraño he sido yo quién se ha encargado de cuidarlo, tres días y dos noches he vigilado como un perro que nada suceda, en el fondo solo me preparo para lo peor.

–Señorita –una de las mucamas entra a la habitación, su mirada no llega a mi rostro en signo de respeto– El jefe quiere verla.

Suspiro y aparto la mirada de aquella mujer, miro el rostro de mi hermano, demasiado iguales para ser real. Mientras duerme plácidamente yo debo enfrentarme al cabron del viejo.

–De acuerdo, iré en un momento.

–Me retiro.

La chica sale a paso lento, como queriendo no alterarme. Es patética.

Levanto mi culo de la incómoda silla, recojo mi cabello en una coleta no muy elaborada pues algunos mechones quedan sueltos. Acomodo mis lentes y por último aliso mi sudadera. El momento de las consecuencias ha llegado.

Diría que no le temo al viejo idiota, pero no es verdad, el anciano es demasiado capaz de todo. El pasado aún esta presente en mi y su mirada sigue siendo la causa de mi insomnio. 

El pasillo se hace largo, camino a paso lento. Hoy el clima parece agradable, lo que es algo extraño. El cielo parece despejado y la luz del sol entra por los enormes ventanales del pasillo, hoy la mansión no tiene ese usual aspecto lúgubre, de hecho parece una escena de alguna película victoriana, el momento lo transmite.

Mi corazón salta salvaje en mi tórax, pero mi mente se encuentra en blanco. He vivido preparada toda mi vida, no debo acobardarme ahora. Mis nudillos tocan la madera tres veces y entonces entro al enorme salón.

–Amelie –la voz ronca del abuelo me recibe, al igual que el humo de su puro– Me alegra que hayas decidido verme por buena voluntad.

El abuelo es un ser imponente, odiaba visitarlo cuando era una niña. Con el cabello canoso perfectamente arreglado, traje caro a la medida, postura erguida aún cuando ya es un viejo horrible, el bastón con adornos de oro y madera de primera. Conserva los ojos tan oscuros como hace años, y la cicatriz que atraviesa su rostro y llega hasta su cuello aún me sigue dando miedo. Su aura de poder me intimida, pero mantengo mi postura. Soy una líder y soy una rebelde.

Camino hasta el centro de la oficina, frente a su escritorio.

–Cuando madre me escogió. –mira mis ojos fijamente– Yo era un muchacho sin experiencia, recién cumplía veintitrés y ya debía casarme para poder dirigir está enorme alianza. Soy todo lo que ella deseó, me moldeo a su imagen y semejanza.

El humo sale de forma lenta de su boca, nunca aparta su mirada de la mía y aunque me inquieta, mantengo mi postura.

–Siempre dijo que era su obra maestra. –Se levanta con lentitud.

A diferencia del pasillo, la oficina está fría, la luz es tenue ya que los ventanales se encuentran a medio cubrir, el humo del tabaco se encierra en la habitación y el sonido de las agujas del reloj resuenan con fuerza en el espacio. El abuelo camina lento, como si estudiara a su presa, su pierna cojea pero aún así no pierde su postura de poder. Llega frente a mi y aún cuando no quiero que lo note, mi respiración tiembla cuando la dejo salir.

–He querido que mueras desde el momento en que te vi. –su voz es baja y lenta.

Sus palabras no tienen impacto en mi, porque es algo que sé a la perfección. Soy un pequeño fallo con el cual no contaba en su perfecto plan. La comisura de mi labio sube involuntariamente.

—Tu hermano a pasado por mucho, lo sabes. —el humo llega a mi rostro— es un chico frágil, el cual necesita que lo cuiden. Eso es lo que hago, Amelie.

Quisiera defenderme, escupirle en el rostro arrugado todo el infierno que he vivido yo, pero eso solo sería ponerme en evidencia y aún no es el momento adecuado.

—Verás —toma un mechón de mi cabello, donde se mezcla el blanco con el negro— que no recuerde nada es simplemente un detalle beneficioso, pero no solo para mí, no creas eso. 

Se aleja de mi lado cuando nota mis puños cerrados con fuerza, en su cara no hay expresión, pero el tono de su voz me dice que lo disfruta, mucho. Revivir el caos en mi mente debe ser muy satisfactorio para este idiota.

—Jenks es el futuro de esta organización, el nuevo líder de la hermosa alianza. —continua escupiendo mierda— nuestra hermosa alianza. Lo único que necesito es que una rata como tú no se interponga en mi camino, porque en el proceso puedo olvidar que también llevas mi sangre.

Su cuerpo se detiene frente a su escritorio, donde rebusca algo dándome la espalda.

—Aún no he comenzado, ¿y tienes miedo? —sus hombros de tensan ante mi pregunta— Es satisfactorio saber que me consideras un peligro, Nonno.



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En el texto hay: familia, mafia, mafia amor odio violencia

Editado: 18.05.2024

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