Jenks.
No vuelvo a beber.
Y es que el hecho de armar un escándalo o convertirme en un patán no es todo, ahora mi cabeza quiere estallar por el maldito dolor que siento, ni siquiera pude disfrutar el desayuno sin sentir arcadas. Beber nunca se me ha dado bien.
Me paso la botella de agua fría por toda la cara, estoy sudado y muy acalorado, pero el malestar no me quiere abandonar.
—¿Mucha bebida? —el tono burlón de Aaron me hace rodar los ojos, viene con una sonrisa gigante meneando una de sus toallas para el sudor — que buen espectáculo el que te montaste anoche, eh.
Sube a la caminadora que está junto a la mía, sin previo aviso sube la velocidad de mi maquina y ríe por mi reacción. No sé qué lo tiene tan feliz, pero me resulta muy irritante hoy.
—Casi nadie se enteró de eso, ¿tú cómo sabes? —mi ceja sube esperando que responda, pero claro que no le da importancia, comienza a trotar ignorándome deliberadamente.
—Tengo ojos en todos lados —y esa sonrisa de burla vuelve a aparecer, idiota — pero debo decir que estoy orgulloso de tu derechazo, que buen golpe le diste a ese idiota. Ese ojo tardará un buen rato en curarse.
—No quiero hablar de eso —dejo la botella a un lado, pensar en lo de anoche me da migraña — voy en picada con el abuelo, además tu padre no está muy feliz de que haya tocado a uno de sus favoritos.
—Bueno, mi padre puede irse muy a la mierda, lo sabes —se encoge de hombros, restándole importancia — Pierce no es un niño inocente, es más bien un lame bolas.
Y decido darle la razón quedándome en silencio, subo mas la velocidad de la caminadora y él hace lo mismo, corriendo a más velocidad decidimos callarnos. Pierce suele ser un tipo irrelevante, solo cumple ordenes e intenta pasar inadvertido, si no se involucrara con Rebeca cada vez que tiene oportunidad no lo vería como un problema, pero para Aarón no es tan simple, está convencido de que es solo una tapadera y que sus verdaderas intenciones aún no se conocen. Yo solo espero no tener más altercados innecesarios.
La herida en mi abdomen aún duele un poco, así que no me exijo demasiado en el entrenamiento, unos largos minutos más de cardio, pesas y estiramientos, con eso es suficiente para sentirme un poco mejor. Espero que Aaron termine su rutina mientras bebo agua.
—Que pose tan varonil, König —Fabricio hace su aparición del día, con el cabello recogido en una coleta, el cuerpo bañado en sudor y la camisa colgando de su hombro — cuidado preñas a Kravchenco solo con mirarlo.
—¿Quién demonios dice la palabra preñar? —digo sin mucho ánimo.
—Solo las personas atractivas. Yo, por ejemplo —me guiña su ojo con diversión, su tono hoy no suena tan arrogante como usualmente lo es, de hecho, parece más relajado de lo normal.
—Las chicas te mienten seguido, ¿verdad?
—Tu novio me lo dice todo el tiempo —sonríe mirando a Aaron caminar en nuestra dirección, este solo frunce el ceño cuando llega — ¿No es así, Kravchenco?
—No sé qué demonios dices, pero no es así.
—Hablábamos de Yuko, pensé que si te agradaba. —Eso llama la atención de mi amigo.
—No menciones a Yuko.
—¿Por qué no debería? Somos mejores amigos.
Y para mi sorpresa, su comentario me causa gracia, pero intento disimular mi risa. Aaron clava su mirada aterradora en mí. Pero es que, aunque Fabricio sea una molestia o la mayoría de las veces nos trate como si fuéramos inferiores, no puedo negar que a veces se me hace algo gracioso y no puedo hacer nada contra eso.
—Mejor límpiate la boca, Fabri —Aaron lanza su toalla llena de sudor al rostro del rubio — ya estás hablando demasiada mierda.
Fabricio tira la toalla al suelo de una forma bastante exagerada y entonces hace la imitación de arcadas, es demasiado dramático.
—Mejor vamos al otro gimnasio, hoy hay peleas en el ring.
Cuando el entrenamiento es grupal solemos tener combates cuerpo a cuerpo en el ring del gimnasio, alguna que otra clase de armas blancas o lo que pueda ser utilizado para herir al oponente a poca distancia, y en eso Fabricio es uno de los mejores. Es un loco de las navajas.
—Si te gano —ese tono arrogante hace que mi amigo comience a ignorarlo, pero a Fabricio le da igual y sigue hablando — Te daré uno de mis autos de colección, piénsalo bien.
—¿Vienes, jenks?
Aaron, aún con Fabricio pegado a su espalda, espera por mi respuesta. La vibración de mi celular detiene mi respuesta, el nombre de mi padre brilla en la pantalla.
“Ven al lago”
Mi frente se arruga por el mensaje. No es extraño que nos reunamos, aunque nunca en ese lugar, pero se me hace algo inesperado que me quiera ver ahora, pensé que estaba igual de molesto que el abuelo. Además, no hay asuntos que resolver por ahora.
“En veinte minutos”
—Debo hacer algo —digo recogiendo mis cosas — asegúrate de darle una paliza a Fabricio.
—Sigo aquí, idiota.
Sin nada más que decir salgo del gimnasio. Puedo ver a algunas personas caminando hacia el comedor, es la hora del almuerzo al parecer.
Subo a mi habitación primero, me doy una ducha muy rápida, cambio la ropa deportiva por un atuendo completamente negro, pantalón con talle a la medida, camisa de botones y zapatos igual negros bien limpios. La buena imagen debe mantenerse siempre, uso un poco de colonia y por fin salgo de la habitación.
En mi caminata hacia el jardín puedo ver algunas empleadas ir y venir, no se molestan en mirarme y yo no reparo mucho en ellas, al salir pido a uno de los lacayos que traiga uno de los cuatrimotos.
—¿Irá solo, señor?
Asiento a su pregunta antes de subir al vehículo, este deja el espacio libre y entonces comienzo el camino a la entrada del bosque al final del terreno. Tomo la ruta más corta, paralelo al campo de tiro y así ahorrarme algunos minutos de camino, viendo lo grises que se encuentran las nubes parece que va a ser una gran lluvia.