Alana.
Con la pesadez que conlleva fingir decencia y amabilidad paso mi mañana tratando asuntos absurdos sobre el nuevo negocio de la alianza, aunque la parte turbia este casi por completo cubierta debo ser una cara linda y amigable frente a las figuras reconocidas que ahora hacen parte del casino, por alguna razón estúpida la vida delictiva les genera algún tipo de emoción.
He despertado a las tres de la madrugada por una pesadilla (nada nuevo), hice mi entrenamiento diario y entonces a las seis ya me encontraba camino a la ciudad, lista para estrechar manos asquerosas de viejos mas asquerosos. Miro a Hank a mi lado, revisa sus apuntes con calma mientras acomoda otros horarios en su laptop, no quita la mirada de su trabajo aun cuando el clima hoy hace ver la ciudad muy bella; recuesto mi cabeza en el espaldar del asiento y me encargo de intentar disfrutar la vista, doy un vistazo al reloj en mi muñeca, son las doce y cuarto.
—Llévanos a algún restaurante —hablo con el chofer — tengo hambre.
—No, debemos ir a la siguiente reunión con el presidente de GTV —el idiota de Hank ni siquiera se molesta en mirarnos al hablar — La próxima semana tendrás una entrevista.
Ruedo los ojos antes de que mi mirada conecte con la de nuestro conductor, lo veo pasar saliva cuando mis ojos no abandonan los suyos. Paramos frente al semáforo.
—Di una orden clara, no olvides quien es tu jefe.
—Pero...
—He dicho que no —Hank interrumpe al hombre.
—No recuerdo haber preguntado —por fin se digna a mirarme y no luce muy contento cuando de manera intensa clavo mis ojos en su rostro — si tanto te interesa la reunión, entonces ve solo. Yo iré a almorzar.
—Alana, no es momento de...
—Señorita Vitale —lo corrijo — No olvides cuál es tu lugar.
Y sin más protestas, el auto arranca cuando el semáforo por fin cambia.
El restaurante al que vamos es pequeño, elegante y sobre todo discreto, lo último que me interesa es llamar más la atención, si es que los lacayos que nos siguen no son suficientes para eso. Intento disfrutar la comida aun con la cara de disgusto de nuestro secretario, ignorándolo quizá logre tener un almuerzo provechoso junto al chofer que al parecer también moría de hambre.
—Ni siquiera deberías estar sentado en esta mesa —La paz ha sido perturbada.
La cuchara del tipo a mi derecha se detiene a medio camino y sin saber que hacer o decir mira en mi dirección, yo ruedo los ojos.
—¿Eres una chiquilla de secundaria? ¿Una mean girl? —Hank frunce el ceño ante mis preguntas— ¿Quieres un traje rosa los miércoles?
—Yo... ¿Qué?
—He trabajado toda la maldita mañana y solo pido un almuerzo tranquilo —suelto los cubiertos bajo su atenta mirada — Cállate media hora.
—¿Por qué está hablando tanto hoy?
Logro escuchar su intento de murmullo, pero decido hacer caso omiso a sus estupideces, hoy está más desesperante que cualquier otro día y aunque es verdad que suelo ser alguien de pocas palabras, hoy estoy particularmente irritable y no puedo disimularlo lo suficiente.
—Me sorprende que conozca esa película —el chofer habla bajo, quizá para sí mismo, pero me resulta un poco gracioso.
El resto del almuerzo puedo comer con tranquilidad y resulto bastante satisfecha después de la comida deliciosa acompañada de completo silencio, ahora si puedo seguir mi horrible itinerario del día.
Partimos hacia la reunión con el vejete de la cadena de televisión, y desde ahí las siguientes cuatro horas de mi tarde se resumen en tres reuniones nada interesantes y al parecer inservibles, porque ni loca me vuelvo un blanco para los medios concediendo entrevistas estúpidas sobre nuestra cadena de casinos, para eso están los demás miembros inservibles de la alianza.
Lo cierto es que no puse ningún tipo de peros a este día porque Yuko necesitaba a Hank fuera de la mansión, es él quien se encarga de toda el área contable de los japoneses y para encontrar la evidencia que necesitamos el tipo es un obstáculo. Así que mientras yo juego a la “empresaria” Yuko intenta encontrar lo que necesitamos.
—Eso es todo por hoy —habla Hank cuando estamos de vuelta en el auto — Pasaremos un momento a la oficina, el señor Caruso quiere verte.
Parece esperar una protesta de mi parte, pero con mi mirada en la ventana dejo que el chofer nos lleve hacia el casino.
Ahora que me hare cargo de los casinos probablemente tendré que pasar más tiempo fuera de la mansión, lo que significa más tiempo viéndole la horrible cara a mi tío y al insoportable de Fabricio. Para evitar sospechas o algún tipo de contienda debo dar mi mejor esfuerzo en pasar desapercibida para esos dos, lo que no es imposible pero probablemente no será algo fácil.
Bajo del auto mientras uno de los lacayos abre la puerta para mí, las oficinas se encuentran en la parte trasera de nuestro casino más grande, justo en el centro de la ciudad, es un edificio completo que por fuera parece estar separado, pero un pasillo subterráneo nos lleva al estacionamiento del edificio, ahí nos recibe el secretario de mi tío para guiarnos hasta su oficina en el piso más alto.
Hank camina a mi lado hasta el elevador, donde sigue con su nariz metida en el iPad y los cuatro lacayos que nos cuidan caminan detrás.
—Después de esto podremos ir a casa —habla sin mirarme, otra vez — Sé que no te gusta todo esto.
No entiendo si intenta ser considerado, así que no me molesto en contestar. Cuando el elevador abre sus puertas en el piso de Leandro logro ver su figura justo en la entrada de su oficina y al mismo tiempo logro reconocer al secretario de los Chapman junto a él conversando, sin poderlo evitar mi ceja se eleva. Esto sí que es inesperado.
La secretaria nota mi presencia y sin molestarme en saludarla sigo mi camino, donde soy notada por mi tío, no me intereso en saludarlo a él o su acompañante así que sigo de largo hasta su oficina. Hank toma asiento en el sofá de cuero mientras yo voy frente al espejo fingiendo admirar mi atuendo, aunque en realidad es el lugar perfecto para observar lo que parece ser el final de la conversación de esos dos. Por un breve momento mis ojos chocan con los del secretario de los ingleses a través del espejo y me hago la desentendida caminando hasta el escritorio, me siento en la silla al otro lado y espero.