FLORENCIA, ITALIA
DOMENICO
—Te amo, esposo, este viaje ha sido increíble. —Giulia detiene nuestro paso para darme un sentido beso que me hace sonreír.
Acabamos de aterrizar de vuelta en Florencia después de un muy esclarecedor viaje a Canaima, de donde hemos regresado cargados con nuevas pequeñas vidas en formación, claro, eso aún no se lo puedo decir a Giulia hasta que pueda ser detectable en las pruebas, no queremos otra frustración ni otra pelea. Aunque todo mi instinto me grita que lo dejemos avanzar lo más posible y así evitar cualquier riesgo.
Ya sé que no debería pensar de esa forma, pero el instinto de protegerlos es más fuerte que mi raciocinio.
—Lo ha sido y más para nuestras hijas, están floreciendo y amo que seamos parte de eso, mi Reinota.
—Yo también, me asusta un poco y a la vez me siento orgullosa de que puedan sanar todo lo que les pasó y llegar al punto de conectarse con la magia de la familia. —sonríe de esa forma que tanto me gusta.
—¿Comé? —Viola tira de mi pantalón mientras Zita observa las nubes en el cielo porque la abuela Giulia le está enseñando lo mismo que al tío Franco y a Salvatore.
—Sí, vamos a la casa a comer algo rico, ¿bueno? —Giulia la alza y le besa la mejilla. Yo beso su cabeza y camino hasta Zita que enfoca sus ojos en mí y señala el cielo.
—¿Qué vemos, amor? —La tomo entre mis brazos y se recuesta de mi pecho.
—Bebés. —balbucea y beso su cabeza.
—Sí, pronto, mi amor, muy pronto.
Vamos en el auto con nuestras hijas en brazos y me quedo absorto observando a Giulia peinar el cabello de Viola y hacerle una pequeña trenza con toda la paciencia y dulzura del mundo, hasta me siento un poco mal por nuestras discusiones y mi desconfianza, pero ellas están más grandes y todos los cambios que acarrea un embarazo jamás serán los mismos a estos que nos enfrentamos con las niñas.
Suspiro y me aferro a Zita que se mantiene tocando mi cicatriz con sus deditos en una suave caricia que no me lastima, todo lo contrario, me da cierta sensación de confort de la mano de mi hija. Cierro los ojos y puedo sentir la visión de algo que ella quiere transmitirme, me dejo llevar y canalizo toda mi energía.
La imagen es de ella, flotando en la laguna de Canaima con Viola y sus hermanitos, ellos están ahí y la visión se siente tan real que necesito hacerla parte del presente, cueste lo que cueste eso será una tangible realidad.
Abro los ojos para encontrarme con Giulia que nos observa con curiosidad, pero sonríe y estira su mano para acariciar mi rostro.
—¿Fue una buena visión? —pregunta.
—Sí, lo fue, Zita sigue flotando en Canaima. —respondo y deja escapar una suave carcajada.
—Ama eso, ¿no?
—Creo que demasiado, tal vez Canaima sea su destino vacacional favorito.
—Por fortuna estamos construyendo un resort ahí, así que estamos cubiertos por esa parte. —responde en tono divertido y me gusta verla más relajada.
«Canaima es mágico y nos hace bien a todos».
Llegamos a la Villa donde las niñas se emocionan por abrazar a sus abuelos y todos gritan cuando ven a Zita caminando con sus bracitos abiertos.
—¡Bien Zitaaaaa! —aplaude Skadi.
—¡Zita camina! —completa Dante aplaudiendo también.
—¡Al fin!
—¡Faaaaaa! —Gianfranco corre hasta ella y comparten un sentido abrazo.
—Te amo, mi bebé, toy mucho ogulloso.
—¡Amooooo! —exclama mi hija riendo.
—Sin tocá ojito de mi Zita bebé. —advierte Viola a Thena cuando se acerca.
—Yo no toco, ya entendí, yo también cuido, no mucho, pero cuido. —explica Thena.
—Toca manito de mi bebé. —Gianfran se separa y deja que Thena y Zita se tomen de la mano, mi hija le sonríe y da un pasito más para abrazarla.
—Nadie daña a niña nunca, yo cuido. —expresa Thena pasándole la mano por la cabeza y todos sonreímos enternecidos por el momento—. Te enseño a decí tostadas, hay que pedile al abuelo.
Me contó mi hermano que Thena escuchó cuando él y Sofía estaban hablando de las niñas, así que se enteró de algunas cosas que pasaron y dijo que iba a cuidarlas. Este es el resultado, Thena puede ser a veces muy frontal como su mamá, pero tiene hermosos sentimientos.
—Daaass. —replica Zita.
—La bebé pide tostadas, abuelo. —señala Thena a mi papá que sacude la cabeza y toma a Zita entre sus brazos mientras el tío Franco carga a Viola para llenarla de besos, es mi hermana con su prominente abdomen quién se acerca para guindarse de mí y darme un abrazo.
—¡Al fin llegaste! La Pimpolla está como loca que no deja de moverse y mostrarme imágenes tuyas, digo, te amo, pero ella quiere acapararte. —Se queja y coloco mis manos en su abdomen.
—Hola, mi amor, llegó el tío Dome. —Me inclino para dejar un beso en su abdomen que se ilumina al instante mientras la siento moverse—. Ya estoy aquí.