Domenico Cavalcanti

CAPÍTULO 3

FLORENCIA, ITALIA

DOMENICO

 

Me despierto sobresaltado con el sonido de mi teléfono y veo en la pantalla el nombre de Sofía, son las dos de la mañana, no llamaría de no ser importante, así que no dudo en contestarle.

—¿Qué pasa, Sofía?

—¡Ven aquí ahora mismo, Domenico Cavalcanti! —exige, pero puedo notar el ligero temblor en su voz.

—¿Por qué?, ¿qué pasa?, ¿están bien? —Giulia se incorpora a mi lado y gesticula un «¿Qué pasa?» y me encojo de hombros.

—Es sobre Thena, tienes que venir y ayudarla antes que llame a la tía Geo, no la llamé directamente porque Gianfran dijo que debía hablar contigo.

—¿Qué pasa con Thena?

—¡Mamáááá! —escucho su grito de fondo y me pongo alerta.

—Algo de soñar con un bebé aterrador, ¡ven ahora mismo y haz lo que debas hacer, pero devuélveme a mi Mocosa! —exclama alterada.

—Voy para allá. Dile a Gianfran y a Franco que le coloquen la mano en el pecho y le repitan que la aman.

—¡¿Me estás hablando en serio?!

—¡Haz lo que te digo, Sofía, ya voy para allá!

Termino la llamada y salgo de la cama al instante.

—¿Qué pasa, Dome? —Giulia también se levanta.

—Thena ha estado teniendo pesadillas, Sofía está alterada y debo ayudarla.

—¿Pesadillas? ¿Qué clase de pesadillas?

—Sí, de esas pesadillas, esas que no le gustan, pero es raro porque mamá le dio su amuleto, debo ver qué pasa. Quédate aquí y te mantengo informada, ¿bueno?

—Ten cuidado, por favor. —Apoya sus manos en mi pecho antes de dejar un suave beso en mis labios—. Te amo, esposo, me vas avisando, por favor.

—Lo haré, mi Reinota. Te amo.

Le doy un beso más y voy rápido a vestirme, paso a ver a mis hijas que siguen durmiendo y salgo de la casa, dándole vuelta a las razones por las cuáles precisamente Thena esté teniendo un sueño así. Me genera algo de ansiedad, pero hago mi mejor esfuerzo para calmarme mientras llego porque mi sobrina necesita que le brinde calma, no que la altere más.

Llego al viñedo y voy directo al chalé de Sofía y mi hermano, es Sofía quien me recibe y me arrastra al cuarto de Thena dónde está sentada con Gianfran y mi hermano que le tienen las manos en el pecho, ella está con los ojos cerrados.

—Apártense que llegó quién va a arreglar a la Mocosa, ¡arregla a mi Mocosa! —exclama y Thena abre los ojos, enfocando la mirada en mí.

—¡Quítamelo, tío! ¡Quítamelo, no gusta bebé feo! —exclama alterada.

—No llames feo a bebé, solo está tiste. —replica Gianfran.

—¡Arréglalo, Doménico!

—Tranquila, mi Diosa, dejemos a Dome hacer lo suyo, confiemos que ayudará a Thena. —Mi hermano le acaricia el brazo.

—Po favó. —pide Thena haciendo un puchero y con los ojos enrojecidos por el llanto.

—¿Pueden dejarme un momento con ella y con Gianfran? Puedo sentir sus energías alteradas, por favor. —les pido.

—Vamos, mi Diosa.

Mi hermano toma Sofía del brazo para salir del cuarto y me siento en el borde de la cama, Thena enseguida se trepa a mí, refugiándose en mi pecho.

—Bebé feo da miedo, quítalo de aquí. —señala su cabeza.

—Cuéntenme, ¿qué pasó? —les pido.

—Es tu bebé, titi, tu bebé se pega a ella y achusta poque ella no gusta nada.

—¿Qué soñaste, Thena?

—Bebé feo dice que yo oscuda como él, ¡yo soy banca! —exclama.

—Bebé no se refiere a eso, mi amor, se refiere a tu energía. Dame tus manos, déjame sentir algo, ¿sí?

—No muestes de nuevo, no gusta, soy gande y bebé feo achusta. —se queja.

—Lo sé, veamos qué pasa, mi niña.

Ella extiende sus manitos que tiemblan mucho y las tomo con cuidado entre las mías, cierro los ojos y me conecto con su energía, comprendiendo al instante muchas cosas que antes no había sentido ni visto. La energía de Thena es la contraparte de la de Gianfran, ella es su balance, mientras Gianfran siente lo bonito y la luz, Thena siente lo opuesto.

«Ven aquí, pequeño, ¿por qué te acercas a ella?», me repito mentalmente.

—Tiene enegia oscuda, Titi, igual que bebé. —explica Gianfran.

—Estás a salvo, Thena, respira como te enseñamos y deja que la energía fluya hacia mí para mostrarme lo que sucede.

—Da miedo. —murmura.

—Sé que sí, pero aquí estamos tu hermanito y yo para cuidarte siempre. Si yo no puedo, llamamos a la abuela, ¿eso te deja más tranquila?

—Bueno, que venga con tostas del abuelo. —replica.

—Respira, suéltale al tío Dome todo lo que sientes. —le pido y escucho como respira con fuerza varias veces antes de que pueda sentir la energía circular de ella hacia mí.




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